jueves, 1 de julio de 2021

El verano sin hombres (2014), de Siri Hustvedt

Cuando el marido de Mia le pide una «pausa», luego de más de 30 años de matrimonio, ella entra en colapso. Esta inesperada situación le provoca una crisis y decide dejar Nueva York e instalarse durante un verano en su pueblo natal en donde convive con diversas mujeres:  «Las Cisnes», un divertido grupo de amigas -entre ellas su madre-, un grupo de complejas preadolescentes en un taller de poesía, y una joven madre sobrepasada por un matrimonio inestable, pero también están Daisy, su querida hija, y, Beatrice, su hermana, quienes a la distancia se hacen presente. 

La trama parece ser un poco predecible: una mujer de 55 años es abandonada por su marido, quien se va con una mujer más joven. Pero lo interesante es cómo, en compañía de estas mujeres, la protagonista reflexiona sobre distintas temáticas, paseándose por distintas disciplinas, mezclando con maestría la psicología, la historia, la literatura, la biología y la filosofía, y refiriéndose a nosotros, sus lectorxs, de modo directo y coloquial. Este es el primer libro que leo de Siri Hustvedt, reconocida escritora estadounidense, ganadora de diversos premios internacionales, y al parecer sigue su lógica en donde lo literario y lo intelectual se funden.

Siri Hustvedt (1955 - )

Este libro lo leímos en el Club Sobremesa y hubo opiniones y experiencias lectoras muy dispares, muy interesantes. por mi parte, debo reconocer que la historia no me atrajo tanto (¡hasta la próxima, Siri!), sin embargo, destaco algunos temas que llamaron mi atención:
  1. La ruptura: El punto de inflexión aparece al comienzo, cuando Boris deja a Mia, y la protagonista narra su ruptura amorosa, en donde los signos de locura aparecen constantemente. Siri trata la ruptura desde la crisis nerviosa: “trastorno psicótico transitorio” fue el diagnóstico. Pero luego, el libro avanza hacia su reconstrucción: «desmoronarse para encontrarse». ¿Es posible perdonar una traición de este tipo? ¿Es posible volver todo a como era antes? Son algunas de las cuestiones que se plantea Mia, mirando al pasado con cariño, pero también desde la rabia. “También estaba la historia misma, la historia que Boris y yo habíamos escrito juntos, y en esa historia nuestros cuerpos, pensamientos y recuerdos están entretejidos de tal forma que es difícil discernir dónde termina una persona y empieza la otra”.
  2. La vejez: Las múltiples mujeres que aparecen a lo largo del libro, representan distintas edades y condiciones, sin embargo me parece que la trama con las ancianas es la mejor lograda. «Las Cisnes» son un grupo de amigas, todas muy diferentes entre sí, que viven lo que les queda de vida en un asilo: “Mi madre y sus amigas eran viudas. Sus maridos llevaban años muertos, pero ellas siguieron con sus vidas sin olvidar a sus hombres ausentes, aunque sin aferrarse tampoco al recuerdo de quienes estaban bajo tierra”. Siri nos muestra una vejez diversa, en donde se cuestiona: “qué sabemos de la gente en realidad”. 
  3. La sororidad: El título de la novela lo dice y, en cierta forma, la historia se trata de la alianza y soporte entre mujeres, el compañerismo y solidaridad que existe en tanto se entienden ciertos sufrimientos y situaciones como comunes en su condición de mujeres. Destaca la relación entre Mia y Lola, la joven madre sobrepasada, muy tierna y maternal: “Lo importante era que se había establecido una alianza entre nosotras, sentí una camaradería que ambas esperábamos que continuara”.
  4. Los hombres de su vida: El padre y el marido de Mia aparecen recurrentemente en la trama, a través del pensamiento y recuerdo de la protagonista, quien ha intentado decodificarlos durante toda su vida, ¿qué ocurre con ellos y por qué no pueden exteriorizar sus emociones? Esta pregunta, muy común, es consecuencia de esta idea de diferenciación de los sexos. Diferencia que es biológica, psicológica, cultural, y que Mia, o Siri, razonan muy bien: “no es que no haya diferencia entre hombres y mujeres; de lo que se trata es de qué diferencia supone esa diferencia y cómo elegimos formularla”.
El verano sin hombres es, a mi modo de ver, un libro sobre la diferencia entre los sexos, pero que entreteje distintos temas, y en distintos escenarios: vemos a Mia en un hospital psiquiátrico, la vemos enseñando poesía a un grupo de preadolescentes, visitando a su madre y sus amigas, la vemos cuidando a los hijos de su vecina. Y también la vemos en su casa de verano arrendada, solitaria, en un relato inteligente con tintes irónicos en donde mezcla poemas, dibujos, e-mails, cartas, y se ríe de sí misma, de Boris y de su situación: “Piensan que ya he regresado a mi antiguo ser: una neurótica común y corriente, nada más”.


Portada del libro
Editorial Seix Barral