jueves, 23 de noviembre de 2017

Una librería en Berlin, de Françoise Frenkel

Una librería en Berlín es un libro muy bonito. En general, me están gustando mucho las historias que nacen de experiencias reales, en donde el autor/a es el protagonista de su historia -o al menos algún personaje dentro de ella. Una librería en Berlín es el diario de una constante huida; es el diario de una librera huyendo -y sobreviviendo- del fascismo durante la II Guerra Mundial. Y su autora, una judía amante de los libros que escribe y escribe sobre cómo debe emigrar de una ciudad a otra buscando contención, comprensión y complicidad.


El dato curioso de este libro, publicado por primera vez en Ginebra el año 1945, es que la obra fue re-descubierta recién el 2015 por un escritor francés quien se interesó en la historia, compartiéndola  con su círculo literario, sin conocer nada sobre la autora. De este modo, llega a una conocida editorial francesa y este año es publicado en español por la editorial Seix Barral, logrando convertirse en todo un éxito, a más de setenta años de su publicación original. Éxito, porque se trata de un libro sencillo,  sin mucho maquillaje y con un lenguaje sobrio sin pretensiones.


Poco se sabe de la autora-protagonista. Y eso es, precisamente, a mi modo de ver, lo que convierte esta obra en algo sumamente rico: el misterio que envuelve su producción. Difícilmente podemos imaginar su apariencia física, no existen fotografías sobre ella, solamente algunos documentos que demuestran que efectivamente se ocultaba de los nazis (un documento de sus baúles en bodega lo demuestra). Efectivamente, se trata de la «carta de una desconocida», como lo señala Patriclk Modiano en su prólogo.

Françoise Frenkel es una mujer polaca, con estudios de literatura en París, ciudad donde reside varios años antes de instalarse en Berlín, atractiva capital intelectual de los años veinte. Es en esta amada ciudad donde decide instalarse con una librería, pero no cualquier librería, sino una muy especial para ella: una librería que solo disponía de libros en francés, su lengua y cultura predilectas. Su decisión se convierte en todo un éxito, pues, a pesar de lo dificultoso que parecía eso en Berlín, pronto la librería comienza a albergar a diplomáticos e intelectuales del sector, convirtiéndose en un centro clave de la vida bohemia berlinesa.

Algo que me gustó mucho es la pasión con que la autora relata su relación con la literatura, especialmente, el formato de los libros. En diversas páginas expresa esta pasión por las letras y el mundo que les envuelve “Mis regalos preferidos eran los libros, que se acumulaban en las estanterías de las paredes de mi habitación de niña”. Asimismo, nos describe el verdadero arte y vocación de ser librero/a, sobre cómo aprender a conocer a las personas y los libros: “Aprendí así a conocer a los «clientes» del libro. Me esforzaba por penetrar en sus deseos, por comprender sus gustos, sus opiniones y sus tendencias, por adivinar las razones de su admiración, de su entusiasmo, de su alegría o su descontento por tal o cual obra” (¡que todxs los libreros/as sean así!).


Eso al principio del relato. Prontamente, la historia da un violento vuelco, cuando Françoise se ve obligada a emigrar debido a la persecución nazi. De allí en adelante, su historia se convierte en la historia de la superviviencia. Una serie de ciudades, anécdotas, tristezas y variopintos personajes aparecen y desaparecen de la historia, quedando siempre la protagonista, sola. La forma de narrar empleada por la autora es cautivante, a veces logra emocionar, pues, nos hace parte de su dolor al no poder vivir su vida con tranquilidad, “yo amaba la vida, y la idea de volver a ver a mi madre y a los míos me daba la energía para buscar la salvación”. La desesperación, la incertidumbre y la indiferencia son sentimientos con los que debe lidiar a diario, pero siempre agradecida de las buenas personas con quienes se encontraba en el camino, quienes sin pedir nada a cambio le ayudaban, a ella y a tantos otrxs.

La autora se desespera, se sincera en sus hojas en blanco, es honesta consigo misma. En el fondo, nos invita a ser quienes somos cuando nadie nos lee/ cuando nadie nos mira. ¿Somos capaces de expresar los mismos sentimientos? Quizás no. Aquí entra el importante y principal componente de esta obra, a mi modo de ver, la memoria y el olvido. La constante dialéctica entre una y otra. El relato que pudo ser olvidado, que pudo quedar oculto, pero que logró ver la luz por un accidente. El relato de la memoria como vehículo para movilizar y visibilizar aquello que fue silenciado.