lunes, 31 de agosto de 2015

Mala onda, Alberto Fuguet (1991)

Ya un poco entrando en terreno nacional les comentaré sobre Mala onda, novela escrita por Alberto Fuguet y publicada el año 1991 en Buenos Aires. Fuguet es frecuentemente categorizado dentro de la ‘nueva narrativa chilena’, movimiento que agrupa a diversos autores que, con la vuelta de la democracia en los noventa, comienzan a alcanzar gran notoriedad en la escena pública, destacando autores como Gonzalo Contreras, Carlos Cerda y Marco Antonio de la Parra, entre otros. Pero, ciertamente, es Fuguet con su Mala onda quien se convierte en el gran símbolo de aquel movimiento, distinguiéndose por sus agudos comentarios sobre la literatura y cultura chilenas. Mucho se ha dicho sobre esta novela: que es buena, que es mala, que es aburrida, que es un cliché; pero quise descubrirla por mí misma. Así que aquí vamos.

Mala onda es la historia, contada en primera persona, de Matías Vicuña, un indisciplinado adolescente de 17 años proveniente de una acomodada familia del ‘barrio alto’ santiaguino. La novela está escrita en forma de diario de vida, pues va desde el 3 de septiembre de 1980 hasta el 14 de septiembre del mismo año, periodo en el que se realizó un referéndum con el objetivo de aprobar la Constitución Política de 1980. Mala onda comienza en Rio, en un viaje de estudios que realiza el protagonista con su curso. El viaje resulta muy estimulante para Matías, pues le proporciona placer, libertad y un sinfín de aventuras en compañía de sus nuevos amigos brasileros; todo esto en contraste con lo gris que le parece Chile: Santiago sitiado por la dictadura, el conservadurismo y la mala onda de la cotidianidad.

A lo largo de la historia, Matías nos cuenta cómo pasa sus días en la capital, nos habla de su familia, sus amigos, su colegio, las fiestas, las películas, los lugares de moda que frecuentan… Todo pareciera ir bien –o al menos no tan mal–, sin embargo, el protagonista expresa constantemente una excesiva angustia y soledad, pues a pesar de estar rodeado de gente, se siente vacío, ahogado. “Era como si no pudiera estar acá. Había algo de miedo, un ruido ausente, como cuando uno de estos milicos dispara un arma vacía; algo de asco, de cansancio, una desconfianza que me estaba haciendo daño, que no me dejaba tranquilo. Pero no era sólo eso: era mi familia, quizás; los amigos, la ausencia de minas, la onda, la falta de onda, la mala onda que lo está dominando todo de una manera tan sutil que los hace a todos creer que nada puede estar mejor, sin darse cuenta, sin darnos ni cuenta aunque tratemos. La mala onda, el agobio”. Como consecuencia, a medida que pasan los días, Matías se ve cada vez más solo y rodeado de apatía. Muy aburrido de su entorno social, no tiene mayores motivaciones en el día a día, es por eso que necesita escapar, encontrarse consigo mismo. Un día, su amigo El Gran Alejandro Paz de Chile –así le llamaba Matías– le recomienda y le presta el libro The Catcher in the Rye (El guardían entre el centeno, de J. D. Salinger) y este encuentro fortuito con aquella lectura cambia la perspectiva de Matías, quien se siente plenamente identificado con los problemas de Holden (el protagonista de aquel libro).

Alberto Fuguet.
La juventud chilena de clase media-alta es un lugar recurrente en los cuentos y novelas de Fuguet, razón por la cual muchas veces ha sido criticado de snob. En Mala onda lo que hace es retratar a la clase alta de los años ochenta, impregnada por la cultura pop norteamericana, lo cual se refleja en la idea de una sociedad chilena en pleno auge, mediatizada, exitista, consumista: “Providencia con Lyon, Paseo Las Palmas, el epicentro mismo, está repletísimo, como tiene que ser. Es uno de los pocos lugares que salva. Puros edificios nuevos y locos y cantidad de gente conocida comprando ropa o dando vueltas”. Pero también nos cuenta sobre los problemas personales de una clase social y el insistente arribismo propio de nuestra cultura: «el qué dirán» y las apariencias de una familia armónica y feliz que intentan salvar los Vicuña; pues como nos cuenta Matías, su familia está rota y la relación con sus padres destrozada: “-Pensé que mi viejo me iba a venir a recoger -le dije al taxista. -¿Perdón? -No, nada. Nada nuevo. No se preocupe. Nada que no pueda soportar”. A juicio de algunos críticos literarios, al centrarse básicamente en los  problemas de un joven de clase alta, la novela descuida el contexto histórico en el cual está inmersa, razón por la cual Mala onda es tildada de light o poco profunda, pues no se hace cargo de los conflictos políticos y sociales de los ochenta. Por mi parte, no comparto esta opinión. No creo que la responsabilidad de una novela –o cualquier otra creación artística– deba ser denunciar injusticias sociales. Si la novela da para eso: genial, pero si no: genial también.

Ahora bien, sobre mi experiencia leyendo este libro puedo decir que es bien ambigua. Por un lado, me gusta la forma en que escribe Fuguet: bien chilena, bien simple, a veces divertida; es un libro que se lee de forma ligera porque está llena de frases cortas y rápidas, lo cual hace de Mala onda un libro atemporal. Pero por otro lado, hay algunos puntos que me hacen dudar sobre la legitimidad del relato, hay algo que no me logra convencer. Es la parada «no estoy ni ahí» del protagonista; su actitud infantil y egoísta no convence del todo: es difícil imaginar que con sólo 17 años Matías reflexione ya como un adulto defraudado y que haga cosas tan increíblemente de adultos –¿o estoy siendo muy ingenua? –. En el fondo, lo que me cansó es la idea de que todos los adolescentes eran así de reventados –noches de sexo desenfrenado, drogas por doquier, jales, visitas a prostitutas,…–, que hacían lo que querían, etcétera. Lo encontré un poco surreal. En fin, a mi modo de ver, Mala onda es un libro que entretiene, sí, cumple en ese sentido, pero aun así no convence. Igual, lo recomendaría.

Portada del libro
Editorial: Punto de Lectura
Pgs: 323