lunes, 12 de octubre de 2015

Formas de volver a casa, Alejandro Zambra (2011)

Formas de volver a casa (2011) es la tercera novela del chileno Alejandro Zambra. Las predecesoras Bonsái (2006) y La vida privada de los árboles (2007) le significaron al autor gran reconocimiento, tanto a nivel nacional como internacional, situándolo como uno de los escritores jóvenes más talentosos de habla hispana. Zambra, además de ser novelista, es poeta; después de salir del colegio estudió Literatura Hispánica en la Universidad de Chile y actualmente se desempeña como profesor de literatura en la Universidad Diego Portales. A Zambra, como él mismo ha señalado en diversas entrevistas, le interesa mucho ampliar la forma en que se entiende la escritura literaria, y en Formas de volver a casa podemos apreciar esta intención.

El autor
El libro es una historia de recuerdos y melancolía, es una reflexión sobre el pasado y el presente desde la perspectiva del protagonista; pero es también la historia de un país, de una familia, de un niño que luego se transforma en adulto. Es preciso advertir que la lectura de Formas de volver a casa puede no agradar a todos –a mí me costó agarrarle el ritmo-, porque se trata de un juego metaliterario, en el cual el autor da a entender a sus lectores que el narrador de la historia puede ser él, o bien no. Así es como Zambra se refleja, se incluye en la historia y nos cuenta sobre el proceso de escribir esta novela, pues tal como él dice: “aunque queramos contar historias ajenas terminamos siempre contando la historia propia”, y yo no puedo estar más de acuerdo.

La historia está dividida en cuatro capítulos, separados en dos grandes relatos aparentemente paralelos pero que se entrecruzan continuamente. El primer relato es la historia de un niño que vive con su familia en la comuna de Maipú durante la década de los ochenta; este niño tiene nueve años y nos cuenta que una niña un poco más grande que él le encarga una misión secreta, la cual  le trae grandes aventuras y descubrimientos. El segundo relato nos sorprende, porque el niño -ya adulto- nos cuenta que lo que acabamos de leer es ficción, porque esa historia es la novela que él está intentando escribir a partir de sus recuerdos. En este relato el narrador/autor es un escritor medianamente conocido, vive en La Reina y nos detalla sobre el angustiante proceso de escribir sobre sus memorias de infancia: “Avanzo poco en la novela. Me paso el tiempo pensando en Claudia como si existiera”. Al mismo tiempo, el narrador –en una especie de soliloquio– va contando detalles cada vez más íntimos y más oscuros, deshaciéndose de todo pudor y conservadurismos.

Ambos relatos van fundiéndose a medida que pasamos las páginas. Lo interesante es que al recordar su infancia, Zambra pone de manifiesto la historia desde la perspectiva de un niño, la mayoría de las veces ignorada por las fuentes oficiales. De este modo, al igual que Gabriel Salazar en Ser niño huacho en la historia de Chile, propone situar a los niños –“eternos personajes secundarios”– como personajes importantes de la historia, reivindicando su derecho a voz: “Los niños entendíamos, súbitamente, que no éramos tan importantes. Que había cosas insondables y serias que no podíamos saber ni comprender. La novela es la novela de los padres, pensé entonces. Crecimos creyendo eso, que la novela era de los padres”.

Formas de volver a casa es un novela corta (tiene letras muy grandes y mucho espacio entre apartados)  y se lee muy rápidamente porque su lenguaje es simple y sobrio. No hay frases enredadas sino economía en su escritura; lo cual agradezco enormemente. Por otro lado, hubo muchas frases o ideas que llamaron poderosamente mi atención, y es que tengo la costumbre de rayar en los libros ciertas frases o pasajes con los que, de alguna u otra manera, me siento identificada, y este libro me dio muchas oportunidades para hacerlo, porque se trata de una novela que nos hace sentir. Es de esas que te gustan o no te gustan, pero no quedas indiferentes frente a ella.

Los años ochenta, Maipú, los padres, son, a mi modo de ver, los principales componentes de Formas de volver a casa. El protagonista recuerda con cierta ternura y nostalgia su pasado en su casa familiar y cómo fue su infancia alejada de los acontecimientos políticos de ese entonces. Es así como Zambra reconstruye la imagen de una típica familia chilena de clase media de los ochenta: sin pasado, sin historia, ni ricos ni pobres, sin muertos, sin heridos. Este punto es importante porque para reconstruir nuestro pasado es inevitable hurgar en las historias de nuestros padres, y reflexionar sobre cómo construimos nuestras vidas a partir de las de ellos: ¿nos gusta cómo ven la realidad nuestros padres?, ¿quisiéramos parecernos a ellos? Son algunas de las preguntas que plantea el narrador, preguntas que todos y todas nos hacemos alguna vez. “No puedo creer lo que acaba de ocurrir. Me molesta ser el hijo que vuelve a recriminar, una y otra vez, a sus padres. Pero no puedo evitarlo”. Se trata de buscar los orígenes, de rastrear nuestra identidad, de la necesidad o no de volver a casa. Me gustó esta novela, no tanto su trama, pero sí la honestidad de sus líneas.

Portada del libro
Editorial: Anagrama
Pgs: 168