lunes, 8 de agosto de 2016

Las Cosas, Georges Perec (1965)

Nacido en 1936, Georges Perec vivió una infancia marcada por la ocupación nazi en Francia. Sus padres –ambos judíos– murieron en un campo de concentración cuando él tenía cinco años, por esta razón su familia adoptiva le ocultó su origen, como forma de mantenerlo a salvo. De este modo, aparece el olvido como herramienta imprescindible para la sobrevivencia del joven Perec.

Desde pequeño se mostró muy interesado por el mundo de las letras y el arte. Ingresó a sociología y luego la abandona para dedicarse de lleno a sus intereses. En los años 60 Perec se unió al Taller de Literatura Exponencial, OuLiPo, el cual estaba conformado por matemáticos, pintores y escritores en un intento por unir estas disciplinas a través de la creación de novedosas formas de escritura. Este interés se vio reflejado en sus posteriores obras, entre las que destacan muy especialmente «La vida: instrucciones de uso», en donde la trama de la historia se desarrolla de acuerdo a los movimientos en un tablero de ajedrez, y «El Secuestro», obra en la cual prescinde de la letra “e”. Asimismo, en la obra de Perec la autobiografía y los escritos sobre la cotidianeidad cobran particular importancia, destacando textos como «Notas sobre lo que busco», «Me acuerdo» y «Tentativa de agotamiento de un lugar parisino». Se dice que la obra de Perec es inclasificable, pues, deambula desde la novela hasta diversas formas de expresión narrativa: conjugando su interés por la poesía, los juegos de palabras, los crucigramas, los rompecabezas y los números. Lamentablemente, en Chile poco y nada se conoce de él y su obra L (Merci beaucoup, Marine!).

Las Cosas es la primera novela de Perec, publicada en 1965 bajo el contexto convulsionado de la Francia pre mayo del 68. En esta historia, narrada en tercera persona, el autor ahonda en la vida y miseria de Jérôme y Silvie, una joven pareja pequeñoburguesa parisina atrapada en la agitada carrera por obtener las cosas, ambos sumergidos en la ansiedad consumista que ya se instalaba por aquella época.

Jérôme y Sylvie trabajaban como psicosociólogos realizando encuestas para agencias de publicidad. Vivían constantemente soñando con vidas llenas de lujos, abundancia y excentricidades, deseos que se encontraban lejos de sus posibilidades reales, puesto que apenas tenían dinero para lo básico. 

El autor se pasea por la inagotable descripción de las cosas que mueven y fascinan a los protagonistas y su grupo de amigos. Retrata la juventud parisina como deseosa de obtener más de lo que puede pagar. De este modo, la felicidad para ellos aparece en la simplicidad de las cosas: “Así vivían, ellos y sus amigos, en sus pisitos simpáticos abarrotados de cosas, con sus salidas y sus películas, sus grandes comidas fraternales, sus proyectos maravillosos. No eran desgraciados. Cierta dicha de vivir, furtiva, evanescente, iluminaba sus días”. Este retrato de juventud se repite constantemente a lo largo de la novela y nos hace deambular entre callecitas, bares, plazas y pasillos de viejos apartamentos parisinos, en donde las cosas se transforman en verdaderas protagonistas de la historia. Perec logra describir con tal detalle los objetivos y rituales sociales  de Jérôme y Silvie que nos permite imaginar perfectamente el mundo en el cual se desenvuelven. La descripción constante y bien pincelada, la numeración de las cosas y las acciones se transforman, a mi modo de ver, en el verdadero centro de la novela. Los diálogos entre los personajes escasean, más bien la atención se centra en la descripción continua.

Pero, también, Perec nos habla de la juventud, de sus bondades y su lado amargo. La juventud, divino tesoro, “el mundo iba hacia ellos, ellos salían al encuentro”. Sin embargo, experimentaban angustia, vacío y asfixia. El dinero aparece como la felicidad, y el trabajo como un medio –odioso– de alcanzarla. Perec relata el lado amargo de la juventud, de los momentos difíciles que trae la independencia y las consecuencias de las decisiones que se toman. ¿Qué tan distinto es ser joven en París en los 60, que en Santiago en el 2016? El trabajo, las amistades, los tiempos, pagar las cuentas, pensar en una vida digna y el disfrute eran los principales desvelos de los protagonistas. “Por desgracia, pensaban a menudo y se decían a veces Jérôme y Silvie, quien no trabaja no come, es cierto, pero quien trabaja deja de vivir”. ¿Qué significaba vivir, entonces? El goce de la vida, disfrutar de las cosas simples y las no tanto: un buen vino, ir al cine, tener tiempo libre para tomar un café con amigos, ir de vacaciones al mediterráneo eran opciones que podían tantear, pero sin dinero, difícilmente conseguibles. Jérôme y Silvie soñaban con días vacíos, levantarse tarde, gozar los días caminando o comiendo bien. En cambio, el trabajo agotaba sus sueños. “¡Cómo!, se dice el joven licenciado, ¿voy a tener que pasarme los días detrás de esos despachos acristalados en vez de ir a pasear por los prados floridos? ¿Voy a descubrirme lleno de esperanzas en vísperas de ascensos? ¿Voy a calcular, intrigar, tascar el freno, yo que soñaba con poesía, con trenes nocturnos, con arenas cálidas?”.

Una de las cosas más interesantes de este libro, desde mi punto de vista, es la descripción exhaustiva de los espacios y las posesiones, en suma, son las cosas que Silvie y Jérôme anhelan, pero que no alcanzan. Es este deseo por las cosas, y las cosas en sí mismas, lo que mueve esta historia, sus relaciones y acciones. De hecho, poco y casi nada sabemos de los protagonistas, salvo este deseo por obtener más y más. Jamás se describen sus personalidades o apariencias físicas, esto queda a imaginación de quien lee. En el libro podemos apreciar la reiteración obsesiva de las descripciones y enumeraciones de objetos como una especie de perfecto catálogo parisino.

¿Qué puede aportarnos esta novela a la discusión política actual? Jérôme y Silvie son un fiel reflejo de la sociedad de consumo. Esta modernidad de la historia hace de Las Cosas un libro siempre, y cada vez más, contemporáneo. Perec supo observar problemas básicos de la cotidianidad: cómo el tener se confunde con el ser: tener para ser, ser respetado, en definitiva, “ser alguien”. Tal como lo indica el autor: “Les habría gustado ser ricos. Creían que habrían sabido serlo. Habrían sabido vestir, mirar, sonreír como la gente rica. Habrían tenido el tacto, la discreción necesarios. Habrían olvidado su riqueza, habrían sabido no exhibirla”. Con fino sarcasmo y detallismo, éste es un libro que trata la cosificación de la sociedad occidental, en donde las personas nos volvemos esclavos del trabajo y de las cosas. Me gustó este libro, se lee de manera rápida y está en un lenguaje muy sencillo. 

¡A buscar más libros de Perec!

Portada del libro
Editorial: Anagrama
Pgs: 158