martes, 23 de febrero de 2021

Una casa llena de gente (2019), de Mariana Sández

Cuando Leila Ross muere le deja a su hija, Charo, una caja con cuadernos, fotografías y una carta, con la misión de reconstruir una historia: su verdad sobre lo que ocurrió en esa casa llena de gente. Charo Almeida en la actualidad es una reconocida dramaturga -o actriz como suele autodenominarse para evitar confusiones de la gente- y, como tal, intentará seguir al pie de la letra las instrucciones de su madre, recurriendo a sus diarios, recuerdos personales y a testimonios de familiares y amigos, casi de todos quienes vivieron en el «castillito», el «sandcastle» o el «châtelet», como solían llamarle.

Mariana Sández es una escritora argentina y nos pone a prueba como lectores activos, o cómplices, como les llamaba Cortázar. Nos pide seguir los distintos estilos narrativos con los que va jugando y dando vida a esta historia, pues solo así Charo, la protagonista, logrará reconstruir la historia/la culpa/el secreto de Leila en el castillito. Una casa llena de gente es una novela divertidísima. A veces seria, a veces ligera, en donde cada personaje se luce por sí solo, enfatizando diversos aspectos y pliegues de la vida en el edificio y en comunidad.


Mariana Sández (Buenos Aires, 1973)

Una casa llena de gente se compone de “Cimientos”, “Andamiajes”, “Exteriores” e “Interiores”, además de “Escombros y Reconstrucción”, los nombres de los cinco capítulos del libro, que nos sumergen en los espacios privados y comunes del castillito, en la vida de sus habitantes, con sus dinámicas y conflictos. De un día a otro, cuatro familias -incluidos los Almeida, más los de al lado, los del frente y los de arriba- se ven enfrentadas a la convivencia, a encontrarse por las escaleras y pasillos, en un edificio-intento-de-clase-media-argentina, teniendo que soportar, además, su precaria construcción por donde se filtraban conversaciones, gemidos, música, taconazos y todo un vaivén de sentimientos. El libro avanza reconstruyendo la infancia de Charo, sus juegos con su amiga Vicky, hija de Gloria y Martín, recordando a la misteriosa Silvina y a Darío, su marido híbrido y ausente, y también a Camilo, el vecino soltero y divertido.

La autora arma la historia maravillosamente, develando poco a poco el misterio que la envuelve. Entregando y quitando pistas, huellas y detalles. Mariana escribe sobre los vínculos: las relaciones familiares y del vecindario, la relación con la literatura y la relación madre-hija, llevándonos a la pregunta ¿qué tan bien conocemos a nuestras madres? Los cuadernos de Leila abren una ventana llena de interrogantes con algunas respuestas que acercan a Charo a conocerla mejor. Pero también le recuerdan que Leila, además de ser su madre, fue una amiga, esposa, hija, escritora, madrastra y amante, todos importantes roles en el apasionante y escurridizo abanico que fue su personalidad. Porque como dice Leila “no somos más que personajes. Un invento colectivo de nosotros mismos y de otros; un estigma moldeado entre varios, a lo largo de los años. Una colección de taras y sambenitos, reales o imaginarios, propios y ajenos. Una superposición, una fantasía, un entramado de deducciones incomprobables”. Me parece que esta frase describe el libro de manera muy concreta, y nos sitúa en la importancia de las relaciones humanas y cómo nos vamos moldeando en ellas, como en la literatura.



Portada del libro
257 páginas
Cía. Naviera Ilimitada Editores