martes, 16 de julio de 2019

Tierra de mujeres (2018), de María Sánchez

“¿Por qué olvidamos la raíz?
¿Por qué olvidamos de dónde venimos?
¿Por qué no mirar a nuestros pueblos?”


Últimamente, instagram se ha vuelto para mí todo un universo de libros y autores. Puedo pasar mucho rato buscando comentarios, reseñas y recomendaciones de libros para leer. Es así como llegué a María Sánchez, veterinaria de campo y escritora española de 30 años que se ha vuelto bien conocida en su país por tocar un tema que sigue siendo muy controversial: “La España vaciada” -y, además, sube unas fotos muy bonitas.

A mi modo de ver, Tierra de mujeres trata sobre dos temas principales que se van conjugando a lo largo de las páginas. Por un lado, nos habla de la necesidad de un feminismo rural y la reivindicación de lo rural, y, por otro lado, nos abre e invita a un relato más íntimo, en donde la autora nos habla desde su lugar en el mundo, provocándo una cercanía que no pensé encontrar en esta lectura.

Tierra de mujeres se compone de nueve capítulos, que se leen muy rápidamente, en donde la autora escribe una especie de manifiesto, una reivindicación sobre el mundo rural y sus habitantes, principalmente las mujeres, en donde también se reconoce a sí misma. María escribe desde la militancia y el compromiso hacia los territorios rurales: lo hace con determinación, con valentía, pero también de forma humilde y sin pretensiones. Su literatura es experimental: ella va tirando de un ovillo en donde la lana comienza a salir y salir, luego la ordena, la siente y la vuelca finalmente en letras, y es en este relato tan bonito como declarativo en donde ella nos reitera que los territorios rurales en España siguen en pie, con la frente en alto, proclamando justicia.

Durante décadas, desde las ciudades se ha consentido como algo normal que los pueblos rurales no tengan el mismo acceso a los servicios básicos que las ciudades; que no tengan hospitales ni medios de transporte. María Sánchez señala “el medio rural y sus habitantes no necesitan que ninguna literatura los rescate. Necesitan que se los reconozca al fin, ocupar su espacio y recuperar su voz. No necesitan paternalismos y ni romanticismos [...] Porque no necesitan ser salvados. Necesitan colegios, buenas carreteras y centros de salud. Necesitan que la administración los ayude y los apoye, que no los maltrate. Necesitan medidas para poder elegir, para no tener que irse a la fuerza”, y yo no puedo estar más de acuerdo.

“La España vacía”, hoy en voga, aparece en la prensa, en las librerías, en las noticias y en revistas, en donde escritores, historiadores, académicos y políticos reclaman la desigualdad territorial. Pero siempre son los mismos: hombres de ciudad hablando sobre habitantes de pueblos. Y, al mismo tiempo, sigue existiendo tanto desconocimiento sobre lo rural, porque estamos acostumbrados a no preguntar, a no cuestionarnos, a no querer saber. “¿Cómo sentirse orgulloso de las raíces si desde que tienes consciencia te han enseñado que la única opción posible para prosperar es la de marcharse?” La autora indica, categórica, “nos idealizan, sí. Pero nos inferiorizan. Porque no nos dejan hablar”. 

¿De qué hablamos cuando hablamos de lo rural? ¿Es la simple oposición a lo urbano? ¿Por qué seguir utilizando estas dicotomías que nos hacen poner a una por sobre otra? Ese es uno de los grandes peligros en los que se cae constantemente, en no reconocer el espacio continuo y dinámico entre ambos "mundos". 

Poderosa María.

Tierra de mujeres es un libro que me gustó mucho, no solo porque toca la "cuestión rural", sino también porque me abre la oportunidad de hacer ese ejercicio genealógico que hace la autora: el de preguntarnos por quienes nos precedieron. En mi caso, mis abuelos, por ambas partes, son gente de campo, gente que trabajó en la tierra de una u otra forma. Pensar en las mujeres de mi familia y en tantas otras que conozco, me obliga a arrimarme al feminismo, y la autora lo escribe clarito: “Por eso el feminismo ha sido tan importante para todas las mujeres de nuestra generación. Porque se ha convertido en unas manos decididas que nos han quitado sin miedo la venda que teníamos en los ojos y nos han enseñado a mirar más allá, a cambiar el punto de vista, a echar abajo los cimientos y las verdades que teníamos como absolutas”.

Es cierto: no existe un solo tipo de mujer rural. Los territorios rurales son complejos, tienen diversas voces, historias y matices, imposibles de reducir en imágenes caricaturescas y simplonas. Y en este reconocer historias, las mujeres rurales tienen mucho que decir.

María reconstruye su vida y los lugares por donde ha crecido en el campo. Un campo lleno de mujeres, entre ellas, sus bisabuelas, abuelas y madre, quienes han trabajado incansablemente en la agricultura, ganadería y los cuidados familiares, y sin embargo, no sabemos nada sobre ellas. Porque ¿quiénes son los que cuentan las historias de estas mujeres?, ¿cómo encontrar sus escritos, si se les negó los estudios y fueron confinadas a un segundo plano? La autora nos abre las puertas de su infancia, su adolescencia y su adultez, mostrándonos pequeños ejemplos en donde también las negaba: “¿Por qué ellas no ocupaban un espacio importante entre mis referentes? ¿Por que no fueron nunca el ejemplo a seguir? ¿Por qué de niña no quería ser como ellas?”. Para ella, este libro es parte del ejercicio de reconocerse, como escribe, “un camino inverso hacia las raíces”, y volver la mirada hacia las mujeres que pisaron y trabajaron la tierra antes que ella. Es, al mismo tiempo, una forma de no sentirse forastera, una forma de redimirse, por todos los años en los que sus abuelas y su madre no formaron parte de su narrativa, ni en el espejo en que ella se quería ver reflejada. 

¡Aplauso cerrado para este hermoso manifiesto que tanto sentido me hace!


Portada del libro
Pgs.: 185
Editorial: Seix Barral