“Caminar era mi libertad, mi alegría, mi medio de transporte asequible, mi método para aprender a entender los lugares, mi manera de estar en el mundo, de reflexionar detenidamente sobre mi vida y mi literatura, de orientarme”
Debo confesar que pasé mucho tiempo releyendo las citas y páginas marcadas en este libro (que leí hace tres años), pero fui postergando el momento de escribir sobre él. Recuerdos de mi inexistencia son las memorias de Rebecca Solnit, destacada escritora estadounidense que ha reflexionado sobre temas tan diversos como el feminismo, la política, el arte y el medioambiente. Es, además, conocida por haber acuñado el ya popularizado concepto “mansplaining”, a partir de su elemental ensayo Los hombres me explican cosas, publicado el año 2014, y que hoy circula ampliamente en los discursos feministas contemporáneos.
En estas memorias, escritas con una estructura más libre que permite el ensayo, Solnit no solo reconstruye momentos clave su vida desde su infancia y juventud, sino que entremezcla experiencias muy personales con agudas reflexiones sobre distintos temas, como, por ejemplo, el lugar que ocupamos las mujeres en las sociedades contemporáneas, la otredad, la gentrificación y también el rol de la literatura. Solnit los teje con una prosa de gran belleza y claridad.
Lo que hace de este libro una lectura tan inspiradora es la manera en que la autora narra su camino hacia la independencia y la búsqueda de la propia voz durante las décadas de los setenta y ochenta. Su relato busca tender puentes: inspirar a otras mujeres, en sus procesos de autodefinición y resistencia. Su valor, a mi modo de ver, es su capacidad de nombrar —con precisión y sensibilidad— situaciones de conflicto, injusticia, alegría o dolor, y transformarlas en un relato poderoso y conmovedor.
Solnit, vehemente feminista, cuestiona cómo la sociedad patriarcal desestima y silencia a las mujeres. Denuncia, entre otras cosas, el hábito del mansplaining; en una sociedad que reiteradamente nos silencia mediante la violencia, el desprecio y la indiferencia, la autora recuerda cómo a lo largo de su vida tuvo que aprender diversas estrategias para volverse invisible y así no incomodar ni tampoco exponerse a los peligros que veía a diario: “Me convertí en una experta en evaporarme, deslizarme y escabullirme, en retroceder y zafarme de situaciones difíciles, en esquivar abrazos, besos y manos indeseados, en ocupar cada vez menos espacio en el autobús, en desligarme poco a poco o en desaparecer de golpe: en el arte de la inexistencia, ya que la existencia era muy peligrosa”. Estas estrategias de “no-existencia” hablan por sí mismas del acoso y las amenazas cotidianas a las que muchas mujeres estamos expuestas. Me resulta imposible no pensar en las tantas conversaciones que he tenido con amigas, tías y mujeres queridas sobre lo que significa vivir con miedo, con rabia, ideando estrategias de supervivencia.
Rebecca Solnit, escritora estadounidense (1961 - ) |
Tiempo atrás también leí Una guía sobre el arte de perderse, otro imperdible de Solnit, donde la autora nos invita a repensar la sociedad occidental a través de la idea de la otredad. De manera similar, en Recuerdos de mi inexistencia la narrativa se mueve por los márgenes y se detiene en los desplazamientos —físicos, sociales y simbólicos— que configuran la exclusión. En uno de sus pasajes más memorables, describe a sus vecinos negros, habitantes marginados, empujados a los bordes de la ciudad: "Existen muchas maneras de obligar a las personas a desaparecer, de desarraigarlas, de arrumbarlas, de decirles que ese no es su relato ni su lugar. La gente se amontona en capas, como estratos geológicos".
La autora también reflexiona sobre el peso de la raza y la clase social en la vida cotidiana: “¿Qué es lo mío? ¿Dónde soy bien recibida, dónde se me permite estar? ¿Cuánto espacio se me concede? ¿Dónde me cortan el paso, en la calle, en mi profesión o en las conversaciones?” Muchas de las respuestas a estas preguntas no dependen tanto de nuestras capacidades y voluntades, sino de factores estructurales, es decir, de nuestra posición en la sociedad, determinada por variables como la raza, la clase social, el género o la orientación sexual, entre otros. En este sentido, Solnit nos recuerda que lo que sí marca la diferencia —y aquí está una de los ejes más potentes de su reflexión— es la confianza con que ciertas personas se mueven por el mundo: “Fe en sus versiones y su verdad, en sus respuestas y necesidades. Fe en que encuentran su sitio. Fe en que importan”. Estas observaciones no solo atraviesan su obra, sino que resultan relevantes para comprender cómo la desigualdad se encarna y se reproduce.
Recuerdos de mi inexistencia es, de este modo, una exploración sensible y crítica sobre lo que significa ser mujer en una sociedad patriarcal, pero también sobre las diferencias y desigualdades que nos atraviesan. Es un libro que me regaló un antiguo amigo, justo en un momento muy difícil, y me sigue llamando la atención cómo ciertos libros llegan cuando más los necesitamos. Tengo un montón de frases subrayadas, a las que recurro de vez en cuando. La voz narrativa de Solnit es envolvente, precisa y profundamente empática: nos recuerda que leer y escribir puede ser un acto de cuidado y un modo de encontrarnos con nosotras mismas y con otras, comprendiendo que nuestras historias, aunque íntimas, sí merecen ser contadas.
Es un libro que recomiendo absolutamente.
Portada del libro Editorial Lumen 250 páginas |
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