martes, 20 de mayo de 2025

Yoga (2015), de Emmanuel Carrère

"Ayer, ademas de inquietarme me odiaba, lo cual es concederse demasiada importancia, pero eso es lo que pienso hoy. Soy cambiante, todos lo somos, el mundo es cambiante."


Este libro llegó a mí como regalo de Navidad hace unos años (aunque, siendo sincera, yo di algunas pistas para que me lo regalaran :p). Me costó enganchar: lo empecé y lo dejé, y recién lo retomé el otoño pasado. Pese a eso, Emmanuel Carrère sigue siendo uno de mis escritores preferidos, lo que tiene mucho que ver con mi afición por la no-ficción, ya sea en forma de memorias, diarios, crónicas o lo que sea. Carrère es un autor reconocido por sus biografías, reportajes y novelas, que suelen partir de un eje común: la autoficción. Y ahora que reviso mi blog, esta es la cuarta reseña que le dedico, y aún no he comentado los que han sido mis favoritos: De vidas ajenas y Limonov este último me parece, francamente, una obra maestra; me encanta la manera en que mezcla géneros para descubrir personajes tan inusuales como auténticos.

En Yoga vuelve a hacer algo similar, pero esta vez centrándose en distintos episodios de su vida. El relato comienza con una descripción detallada de su experiencia en un centro de meditación vipassana, en silencio absoluto durante 10 días. Al inicio, señala que buscaba escribir un libro ligero y sencillo sobre el yoga, pero el relato gira rápidamente: la depresión profunda, la hospitalización, los atentados al Charlie Hebdo, la crisis migratoria y una vida sentimental que se derrumba se intercalan con el detalle de las prácticas de yoga.

Casi todo lo que he leído de Carrère está escrito en primera persona, y este tono tan distintivo irónico, observador, a veces tan prejuicioso y narcisista lo hace extremadamente humano y revelador de pasiones que todos, en mayor o menor medida, intentamos mantener bajo control. Como él mismo declara: “Me gustaría ser un hombre bueno, ser un hombre volcado en los demás, me gustaría ser un hombre fiable. Soy un hombre narcisista, inestable, lastrado por la obsesión de ser un gran escritor. Pero es mi destino, es mi equipaje, hay que trabajar con el material existente y tengo que hacer la travesía dentro de la piel de ese individuo. Si al menos pudiese, sencillamente, mantener relaciones un poco más distendidas con él”.

El autor confiesa ser una persona egocéntrica, pero al mismo tiempo se expone vulnerable y, consciente de su posición de privilegio hombre blanco y burgués—, busca responder a la acusación de narcisismo que pesa sobre él como figura pública de interés. En Yoga se enfrenta a ese espejo, convirtiendo el narcisismo en materia literaria, cuyo tono atraviesa todo el relato. Puede ser incómodo de leer, pero la tensión es necesaria, a mi modo de ver, y puede llevarnos a la pregunta ¿es un testimonio o es una performance? Esta imprecisión incómoda y lúcida a la vez hace que valga la pena leerlo y discutirlo.

Emmanuel Carrère (París, 1957)


Carrère entrelaza su relato personal con enseñanzas y meditaciones orientales. Una cita que me impactó, por su fuerza y capacidad de síntesis, dice:

Según la tradición tibetana, los días que siguen a la muerte son mucho más cruciales que los que la preceden. El que acaba de morir penetra en un territorio intermedio, tenebroso, un laberinto psíquico cuya salida puede ser la liberación del samsara, también conocido con el nombre de la condición humana, es decir, una nueva encarnación, más o menos favorable, o sea, directamente el infierno. Esta twilight zone que todos debemos atravesar cuando muramos se llama el bardo”.

Considero que esta cita resume el núcleo del libro: la forma en que el autor transita esa caída a las tinieblas. Yoga se lee justamente como una travesía por un bardo contemporáneo, un viaje interno sobre la transformación y la pérdida de sentido. La narración está llena de momentos iluminados, pero también zonas densas y oscuras que parecen perder la forma narrativa errores, ironías, confusiones. Comprender la obra desde esta óptica, es decir, como un estado de transición, ayuda a entender lo que a primera vista parece una autobiografía errática y sin forma, en contraposición a la narrativa biográfica clásica.

El autor señala: “Escribir todo lo que se te ocurre sin desnaturalizarlo es exactamente lo mismo que observar tu respiración sin modificarla. En suma, es imposible. Sin embargo, vale la pena intentarlo”. Y es lo que ocurre: el yo narrador se disuelve, pasando de una narración introspectiva a una narración caótica, pero con aguda conciencia del sufrimiento, el deseo de sentido y también de las apariencias y la vanidad. Finalmente, en este caso, la escritura es lo único que ancla al sujeto y lo que le permite seguir siendo, combinando así el relato biográfico con una suerte de reportaje subjetivo, sin reglas fijas, cruzando las fronteras entre uno y otro género.



Portada del libro
Editorial Anagrama
320 páginas


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