miércoles, 19 de septiembre de 2018

Un hombre enamorado (2014), de Karl Ove Knausgård

Un hombre enamorado es el segundo tomo de un importante proyecto literario titulado “Mi lucha”. En este proyecto, que consta de cinco libros, el autor noruego Karl Ove Knausgard (KOK) convierte su vida en material literario. Lo más sensato hubiese sido partir leyendo el primer tomo del proyecto, pero me cautivó demasiado el título, ¿cómo es él como “un hombre enamorado”?, ¿qué significa eso? Cada vez me gustan más las obras autobiográficas, o novelas de no-ficción, porque se basan principalmente en los sentimientos, sensaciones y deseos ocultos de sus narradores/autores. Es hermoso poder leer párrafos que emocionan o incluso hasta dan “vergüenza ajena”, ya sea por lo vulgar del sentimiento o lo oscuro que puede encerrar. 

En Un hombre enamorado el autor nos cuenta sobre su vida luego de su ruptura amorosa con su primera pareja, periodo cuando se muda desde Noruega a Suecia, dejando todo atrás y entonces conoce a Linda, su nuevo amor y madre de sus tres hijxs; todo esto enredándose con sus idas y venidas de escritor, en donde se ve atormentado por la urgencia de publicar una nueva obra, tanto por un tema de ego como de escasez económica. Knausgard es capaz de convertir asuntos totalmente cotidianos en textos profundos en donde mezcla la ironía y la honestidad con total desfachatez. En el relato se muestra como un hombre tímido, de poca paciencia, una persona antisocial que parece nunca estar satisfecho con lo que tiene: pese a ser un escritor famoso, no se siente cómodo dando entrevistas y conferencias, prefiriendo la clandestinidad y el anonimato. 

Hay varios puntos por donde la obra va dando vueltas. Uno que agota varias páginas trata sobre lo diferente y extraño que se siente viviendo en Estocolmo; comparando constantemente Suecia con su natal Noruega. El autor parece no soportar la frivolidad sueca, en donde la apariencia liberal de sus habitantes esconde lo más conservador de su cultura y mentalidad de su gente. El autor se ríe de la vida burguesa contemporánea, de la forma de vivir en la ciudad, en donde todo parece sacado de una pulcra revista de casas, de la perfección absoluta, aunque escondan las pelusas bajo la alfombra.  Pero al mismo tiempo, Estocolmo termina convirtiéndose en la gran ciudad para este escritor, en donde puede sentirse tranquilo y en donde puede escapar siempre: “Pero para mí lo positivo de vivir en una gran ciudad era poder estar completamente solo en ella, a la vez de estar rodeado de gente por todas partes. ¡Todos con caras que jamás había visto! Esa incesante corriente de nuevos rostros era para mí el placer de la gran ciudad. El metro con su multitud de tipos y caracteres. Los mercados. Las calles peatonales. Los cafés. Los grandes centros comerciales. Distancia, distancia, nunca podía tener suficiente distancia”. Estocolmo es la ciudad en donde todxs quieren estar, porque nada sucede fuera: si quieres ser alguien debes estar allí, nos dice Karl Ove. Algo muy similar a lo que ocurre en Santiago, ¿no?


Karl Ove Knausgard, escritor noruego, nació el año 1968.

Otro punto que llamó mi atención es la brutal honestidad con que el autor nos muestra su miseria. Para este hombre ensimismado y con poco tacto social lo sagrado es poder disfrutar de la soledad de un café y un lugar cómodo donde poder escribir. Sus días como padre son relatados con molestia, cuestionando su masculinidad, pues, no concibe sus días cuidando de sus hijxs; se imagina todo menos eso. Y su miseria consiste, precisamente, en no poder ser un hombre totalmente independiente: su mujer, sus hijxs y responsabilidades parentales consumen todo su ser y su tiempo, sintiéndose también desdichado por no poder complacerles y estar presente. Aspiraba a ser un hombre bueno, honrado y honesto, que mira a la gente a los ojos, en definitiva una persona en quien otrxs podían confiar, pero sentía que no era así. “Tonje, con quien llevaba ocho años, debería hacerme feliz, compartir mi vida con ella, tan maravillosa como era. Encontrarme con mi hermano Ynge, y sus hijos debería hacerme feliz. Toda la música que existía, toda la literatura que existía, todo el arte que existía, feliz, feliz, feliz, deberían hacerme feliz. Toda esa belleza del mundo, que debería ser insoportable, me era indiferente. Mis amigos me eran indiferentes. Mi vida me era indiferente. Quería volver a ser feliz. Sonaba estúpido, no se lo podía decir a nadie, pero así era”. 

KOK expone a sus seres queridos con una conciencia que asombra. Por supuesto que nadie quiere verse reflejadx en una obra como alguien poco apacible, neurótico o extraño, pero el autor parece ir más allá de estas convenciones y decide plasmar todo lo que piensa sobre sus hijxs, su pareja, su madre, sus amigxs y la cultura sueca, sin pelos en la lengua. Contar detalles de su vida personal a tal nivel y lograr llamar nuestra atención como lectores es un acto que pocos genixs son capaces de lograr, porque finalmente ¿quién es capaz de relatar sus relaciones y sentimientos íntimos, placeres insignificantes de la vida y sobre gente común, y aun así conquistarnos?

En este sentido, cobra gran relevancia su relación con la escritura, como forma de escape y de estar presente consigo mismo. Pensar y reflexionar sobre lo que nos conmueve es un ejercicio que, generalmente, muy pocas veces hacemos, por eso me gusta este tipo de género literario, en donde los autores se muestran vulnerables frente al mundo. El autor propone la escritura como una herramienta para auto descubrirse y re-conocerse. A lo largo del libro se presenta la historia de amor entre KOK y Linda como una historia de altos y bajos, como una historia que comienza de manera casi perfecta y que con el paso del tiempo se va desgastando hasta llegar al colapso. KOK nos relata el largo y dramático período en que él y Linda comienzan a consolidarse como pareja y cómo va descubriendo cosas nuevas en su mujer amada; cosas que solo consigue dar forma a través del relato, de la escritura: “Escribí qué significaba ella para mí. Escribí qué significó cuando la vi por primera vez y qué significaba ahora. Escribí sobre sus labios, que se deslizaban sobre sus dientes cuando se entusiasmaba con algo, escribí sobre sus ojos cuando chisporroteaban y cuando abrían su oscuridad como si absorbieran la luz. Escribí sobre su risa, que en ocasiones llegaba a dominarlo todo, y sobre cuánto la amaba en esos momentos. Escribí sobre las palabras que ella empleaba con más frecuencia, sobre cómo decía la palabra “estrella” y la manera en que sembraba por todas partes la palabra “fantástico”. Aunque no la conocía lo suficiente, sabía que la amaba y que la amaría siempre”. Karl Ove es un hombre apasionado, que se toma la vida con intensidad, dramatismo. Para él no hay puntos medios: es todo o nada. Y mi frase favorita del libro: “Entonces conocí a Linda y salió el sol. No puedo expresarlo de otra manera. El sol salió en mi vida. Al principio sólo como un claro en el horizonte, como diciendo tienes que mirar hacia aquí. Luego llegaron los primeros rayos, todo se volvió más nítido, más vivo, yo me sentía cada vez más feliz, y el sol estaba en medio del cielo de mi vida ardiendo, ardiendo, ardiendo”. 


Portada del libro
Editorial Anagrama
Pgs: 629