"Pero mi mayor fantasía es tener doce cabezas queridas metidas en un caja de huevos para que me consuelen en momentos de escasez a cambio de mi amor infinito. ¿Cómo puedo pensarme bondadosa? Quiero, como propiedad privada, doce cabezas humanas"
Qué decir de esta preciosa colección de relatos unidos por, al parecer, nada en común. Prosa, poesía, memorias confluyen en este pequeño libro de 98 páginas y más de 40 relatos. Debo decir que jamás había escuchado de Mary Ruefle y este primer acercamiento resultó ser una delicia. Mary Ruefle es una destacada poeta, ensayista y profesora estadounidense, y la editorial Bisturí10 la trajo por primera vez a Chile, gracias a la traducción de Patricio Grinberg.
Mi propiedad privada es un libro raro, tal como se incorpora en la curatoría del club de lectura al que me metí este año. En un sentido amplio del término, es raro porque la autora mezcla géneros distintos como el ensayo, la memoria y la anécdota para entrar de lleno es su mundo interior: hay relatos alegres como el baile de un pañuelo al viento, otros nostálgicos como un regalo, hay consejos a mujeres jóvenes, hay recuerdos de un árbol de navidad, hay reflexiones sobre cabezas encogidas bajo milenarias técnicas de guerra, hay observaciones sobre el suelo, y poesía en donde la tristeza adquiere colores tan variados como el blanco, el café, el púrpura y el azul, sin sentido alguno, si no solo guiándose por el compás y el ritmo:
“La tristeza gris es la tristeza de los clips y los elásticos -por ejemplo-, de la lluvia y las ardillas y los chicles, las pomadas y los ungüentos y los cines. La tristeza gris es la más común de todas las tristezas, es la tristeza de la arena del desierto y la arena en la playa, la tristeza de las llaves de un bolsillo, de las latas en un estante, del pelo en una peineta, pero no debe confundirse con la tristeza azul, que es insustituible”
Los poemas de la tristeza son irónicos, divertidos, violentos, profundos. Pareciera como si la autora hubiese buscado sus diarios más antiguos y esa revisión la hubiese mezclado con sus diarios más recientes: los relatos fueron escritos por una niña o una adolescente o una adulta, o todas las anteriores. Mary Ruefle no nos habla de grandes verdades ni busca tocar temas “elevados”. Al contrario. Nos habla de lo cotidiano, de lo pequeño, que es al final lo trascendental y lo importante.
Me gustaron mucho algunos relatos. Mi favoritos: Afortunada; Entre las nubes; El velado sueño de la cena; Como un pañuelo; Mi propiedad privada; y mi máximo favorito: Pausa.
“Eres apenas una niña al borde de un gran bosque. Deberías estar asustada, pero en lugar de eso estás comiendo una cena deliciosa, o estás cocinando una, o estás corriendo a una florería, o estás abriendo una caja de flores que acaba de llegar a tu puerta, y ninguna de estas cosas las haces con el gran entusiasmo con el que las harás después.
Ni siquiera has empezado. Primero debes hacer una pausa, una pausa como la que siempre se debe hacer antes de un gran entusiasmo, aunque solo sea para tomar un respiro”.
Si bien es un libro bastante corto (menos de 100 páginas) no logré leerlo tan rápidamente porque lo disfruté mucho. Lo leí en la cordillera, lo leí en la playa, lo leí en mi sofá en mi casa. Me acompañó en días felices y no tanto. Y ya estoy ansiosa por leer más de Mary Ruefle.
Portada del libro Editorial: Bisturí 10 98 páginas |
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