domingo, 1 de junio de 2025

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1985), de Oliver Sacks

Uno de mis últimos libros leídos. Llegué a él gracias a un podcast sobre libros (Primer Párrafo en Spotify) que me tiene completamente enganchada, así que en cuanto lo vi en una librería lo compré, lo empecé y no lo solté más. El hombre que confundió a su mujer con un sombrero es una obra única: un conjunto de 24 relatos que mezclan ciencia, psicología y literatura, y en donde se exponen diversos casos clínicos —todos reales— que, más allá de describir enfermedades neurológicas, son verdaderas entradas a las complejidades de la mente humana. A través de una prosa original, el autor analiza cómo los seres humanos desarrollamos múltiples maneras de percibir, interpretar y habitar el mundo, es decir, cómo, pese a las dificultades, buscamos mantener a flote nuestra identidad y nuestra memoria.

Oliver Sacks fue un neurólogo británico-estadounidense, muy reconocido no solo por su labor médica sino también por su capacidad para narrar las experiencias clínicas desde un enfoque profundamente humanista. Sacks fue un médico curioso y con un talento increíble para explorar hasta las capas más profundas de la mente humana, combinando la observación científica con una capacidad literaria conmovedora.

La propuesta de Sacks se divide en cuatro apartados: (i) Pérdidas, que reúne casos de pacientes que han perdido funciones cognitivas, como la percepción visual o la memoria; (ii) Excesos, en donde el autor describe situaciones en las que se intensifican ciertas funciones del cerebro como los tics o el síndrome de Tourette; (iii) Arrebatos, que aborda alteraciones profundas en la conducta la percepción; y (iv) El mundo de los simples, último apartado dedicado a personas con agudas discapacidades cognitivas, pero con formas singulares de experimentar el mundo. En esta recopilación hay 24 pacientes cuyas enfermedades son narradas desde una perspectiva médica, pero con una atención especial a su experiencia subjetiva. Aunque muchos de éstos aparecen como “sujetos fragmentados”, desconectados de la realidad, cada uno lucha por preservar su sentido del ser, en una tensión constante entre lo consciente y lo inconsciente, lo exterior y lo interior.


Oliver Sacks (1933-2015)

Estos relatos se construyen a partir de conversaciones entre Sacks y sus pacientes, así como de anotaciones médicas sobre las enfermedades a las que se enfrenta. Muchos de estos casos llegan a Sacks a través de sus compañeros médicos y enfermeras, quienes solicitan su opinión y observación. En algunos pasajes, se cuestiona su rol médico: “Vacilé, con miedo a estar yendo demasiado lejos, a estar desnudando a un hombre hasta dejar al descubierto alguna desesperación oculta, inadmisibible, insoportable”. La resignación y la tristeza que percibe en algunos de sus pacientes lo inquietan, no solo por el proceso personal que implica cada enfermedad, sino también al reflexionar sobre la falta de comprensión y de apoyo social que les rodea: “Él quería, clara y apasionadamente, tener algo que hacer: quería hacer, ser, sentir… y no podía; quería sentido, quería una finalidad", en palabras de Freud: “trabajo y amor”.

A partir de esta lectura, vuelvo a una pregunta que siempre ronda mi cabeza y que la literatura me ayuda mucho a explorar: la identidad. Aquí, el autor se plantea una y otra vez qué es lo que queda cuando ya no podemos narrarnos a nosotros mismos. La literatura de no ficción como las memorias, los ensayos autobiográficos o los diarios parte precisamente de la premisa de que narrarnos es una forma de afirmar quiénes somos. Ya lo dicen tantas y tantos autores, como Rosa Montero, Susan Sontag y Natalia Ginzburg: a través de la escritura podemos expresarnos libremente y, además, nos creamos a nosotras mismas. Pero ¿qué ocurre cuando esa capacidad de narración y, por tanto, de construir una identidad se ve entorpecida por nuestro propio cuerpo, por nuestro cerebro, específicamente?

Es precisamente esta pregunta la que atraviesa todos los relatos del libro. Uno de los aportes más valiosos es cómo el autor logra entretejer los aspectos biológicos y psicológicos de las enfermedades: las distintas alteraciones neurológicas descritas afectan no solo funciones cerebrales específicas, sino también la manera en que los pacientes construyen su subjetividad, sus recuerdos y sus emociones. Estas afecciones modifican drásticamente la manera en que una persona se autopercibe y se relaciona con el mundo. Cuando este proceso se ve interrumpido, pareciera que algo esencialmente humano se rompe.

Sin embargo, Sacks afirma que sí, incluso en las pérdidas, en los incrementos y en las alteraciones de nuestras capacidades queda algo humano. Y busca, en cierta forma, romper con los modelos clásicos de la medicina, y encontrar respuestas en lo relacional. La pregunta filosófica por excelencia —¿qué nos hace humanos?— no se limita al cuerpo biológico, pues, también somos emociones, vínculos y significados. Lo humano está en la emoción, en lo sensorial, es decir, en los momentos significativos del presente, como cuando un músico con Alzheimer se conmueve intensamente al oír su obra favorita; pero también está en el vínculo y en los afectos, en la mirada del otro, en la dignidad y en el respeto, como cuando alguien que ya no puede comunicarse ni ser plenamente consciente de sí mismo, es igualmente cuidado, amado y respetado por sus seres queridos.

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero trasciende el enfoque meramente médico. La obra es una visión conjunta de cuerpo y alma, lo que, a mi modo de ver, consiste en un homenaje a la complejidad de la mente humana y a la dignidad de quienes viven realidades mentales distintas a las normalizadas. Ojalá todo el mundo pudiera conocer este libro.

Portada del libro
Editorial Anagrama
328 páginas



martes, 20 de mayo de 2025

Yoga (2015), de Emmanuel Carrère

"Ayer, ademas de inquietarme me odiaba, lo cual es concederse demasiada importancia, pero eso es lo que pienso hoy. Soy cambiante, todos lo somos, el mundo es cambiante."


Este libro llegó a mí como regalo de Navidad hace unos años (aunque, siendo sincera, yo di algunas pistas para que me lo regalaran :p). Me costó enganchar: lo empecé y lo dejé, y recién lo retomé el otoño pasado. Pese a eso, Emmanuel Carrère sigue siendo uno de mis escritores preferidos, lo que tiene mucho que ver con mi afición por la no-ficción, ya sea en forma de memorias, diarios, crónicas o lo que sea. Carrère es un autor reconocido por sus biografías, reportajes y novelas, que suelen partir de un eje común: la autoficción. Y ahora que reviso mi blog, esta es la cuarta reseña que le dedico, y aún no he comentado los que han sido mis favoritos: De vidas ajenas y Limonov este último me parece, francamente, una obra maestra; me encanta la manera en que mezcla géneros para descubrir personajes tan inusuales como auténticos.

En Yoga vuelve a hacer algo similar, pero esta vez centrándose en distintos episodios de su vida. El relato comienza con una descripción detallada de su experiencia en un centro de meditación vipassana, en silencio absoluto durante 10 días. Al inicio, señala que buscaba escribir un libro ligero y sencillo sobre el yoga, pero el relato gira rápidamente: la depresión profunda, la hospitalización, los atentados al Charlie Hebdo, la crisis migratoria y una vida sentimental que se derrumba se intercalan con el detalle de las prácticas de yoga.

Casi todo lo que he leído de Carrère está escrito en primera persona, y este tono tan distintivo irónico, observador, a veces tan prejuicioso y narcisista lo hace extremadamente humano y revelador de pasiones que todos, en mayor o menor medida, intentamos mantener bajo control. Como él mismo declara: “Me gustaría ser un hombre bueno, ser un hombre volcado en los demás, me gustaría ser un hombre fiable. Soy un hombre narcisista, inestable, lastrado por la obsesión de ser un gran escritor. Pero es mi destino, es mi equipaje, hay que trabajar con el material existente y tengo que hacer la travesía dentro de la piel de ese individuo. Si al menos pudiese, sencillamente, mantener relaciones un poco más distendidas con él”.

El autor confiesa ser una persona egocéntrica, pero al mismo tiempo se expone vulnerable y, consciente de su posición de privilegio hombre blanco y burgués—, busca responder a la acusación de narcisismo que pesa sobre él como figura pública de interés. En Yoga se enfrenta a ese espejo, convirtiendo el narcisismo en materia literaria, cuyo tono atraviesa todo el relato. Puede ser incómodo de leer, pero la tensión es necesaria, a mi modo de ver, y puede llevarnos a la pregunta ¿es un testimonio o es una performance? Esta imprecisión incómoda y lúcida a la vez hace que valga la pena leerlo y discutirlo.

Emmanuel Carrère (París, 1957)


Carrère entrelaza su relato personal con enseñanzas y meditaciones orientales. Una cita que me impactó, por su fuerza y capacidad de síntesis, dice:

Según la tradición tibetana, los días que siguen a la muerte son mucho más cruciales que los que la preceden. El que acaba de morir penetra en un territorio intermedio, tenebroso, un laberinto psíquico cuya salida puede ser la liberación del samsara, también conocido con el nombre de la condición humana, es decir, una nueva encarnación, más o menos favorable, o sea, directamente el infierno. Esta twilight zone que todos debemos atravesar cuando muramos se llama el bardo”.

Considero que esta cita resume el núcleo del libro: la forma en que el autor transita esa caída a las tinieblas. Yoga se lee justamente como una travesía por un bardo contemporáneo, un viaje interno sobre la transformación y la pérdida de sentido. La narración está llena de momentos iluminados, pero también zonas densas y oscuras que parecen perder la forma narrativa errores, ironías, confusiones. Comprender la obra desde esta óptica, es decir, como un estado de transición, ayuda a entender lo que a primera vista parece una autobiografía errática y sin forma, en contraposición a la narrativa biográfica clásica.

El autor señala: “Escribir todo lo que se te ocurre sin desnaturalizarlo es exactamente lo mismo que observar tu respiración sin modificarla. En suma, es imposible. Sin embargo, vale la pena intentarlo”. Y es lo que ocurre: el yo narrador se disuelve, pasando de una narración introspectiva a una narración caótica, pero con aguda conciencia del sufrimiento, el deseo de sentido y también de las apariencias y la vanidad. Finalmente, en este caso, la escritura es lo único que ancla al sujeto y lo que le permite seguir siendo, combinando así el relato biográfico con una suerte de reportaje subjetivo, sin reglas fijas, cruzando las fronteras entre uno y otro género.



Portada del libro
Editorial Anagrama
320 páginas


viernes, 4 de octubre de 2024

Recuerdos de mi inexistencia (2020), Rebecca Solnit

 

“Caminar era mi libertad, mi alegría, mi medio de transporte asequible, mi método para aprender a entender los lugares, mi manera de estar en el mundo, de reflexionar detenidamente sobre mi vida y mi literatura, de orientarme”


Debo confesar que pasé mucho tiempo releyendo las citas y páginas marcadas en este libro (que leí hace tres años), pero fui postergando el momento de escribir sobre él. Recuerdos de mi inexistencia son las memorias de Rebecca Solnit, destacada escritora estadounidense que ha reflexionado sobre temas tan diversos como el feminismo, la política, el arte y el medioambiente. Es, además, conocida por haber acuñado el ya popularizado concepto “mansplaining”, a partir de su elemental ensayo Los hombres me explican cosas, publicado el año 2014, y que hoy circula ampliamente en los discursos feministas contemporáneos.


En estas memorias, escritas con una estructura más libre que permite el ensayo, Solnit no solo reconstruye momentos clave su vida desde su infancia y juventud, sino que entremezcla experiencias muy personales con agudas reflexiones sobre distintos temas, como, por ejemplo, el lugar que ocupamos las mujeres en las sociedades contemporáneas, la otredad, la gentrificación y también el rol de la literatura. Solnit los teje con una prosa de gran belleza y claridad.


Lo que hace de este libro una lectura tan inspiradora es la manera en que la autora narra su camino hacia la independencia y la búsqueda de la propia voz durante las décadas de los setenta y ochenta. Su relato busca tender puentes: inspirar a otras mujeres, en sus procesos de autodefinición y resistencia. Su valor, a mi modo de ver, es su capacidad de nombrar con precisión y sensibilidadsituaciones de conflicto, injusticia, alegría o dolor, y transformarlas en un relato poderoso y conmovedor.


Solnit, vehemente feminista, cuestiona cómo la sociedad patriarcal desestima y silencia a las mujeres. Denuncia, entre otras cosas, el hábito del mansplaining; en una sociedad que reiteradamente nos silencia mediante la violencia, el desprecio y la indiferencia, la autora recuerda cómo a lo largo de su vida tuvo que aprender diversas estrategias para volverse invisible y así no incomodar ni tampoco exponerse a los peligros que veía a diario: “Me convertí en una experta en evaporarme, deslizarme y escabullirme, en retroceder y zafarme de situaciones difíciles, en esquivar abrazos, besos y manos indeseados, en ocupar cada vez menos espacio en el autobús, en desligarme poco a poco o en desaparecer de golpe: en el arte de la inexistencia, ya que la existencia era muy peligrosa”. Estas estrategias de “no-existencia” hablan por sí mismas del acoso y las amenazas cotidianas a las que muchas mujeres estamos expuestas. Me resulta imposible no pensar en las tantas conversaciones que he tenido con amigas, tías y mujeres queridas sobre lo que significa vivir con miedo, con rabia, ideando estrategias de supervivencia.




Rebecca Solnit, escritora estadounidense (1961 - )

Tiempo atrás también leí Una guía sobre el arte de perderse, otro imperdible de Solnit, donde la autora nos invita a repensar la sociedad occidental a través de la idea de la otredad. De manera similar, en Recuerdos de mi inexistencia la narrativa se mueve por los márgenes y se detiene en los desplazamientos físicos, sociales y simbólicosque configuran la exclusión. En uno de sus pasajes más memorables, describe a sus vecinos negros, habitantes marginados, empujados a los bordes de la ciudad: "Existen muchas maneras de obligar a las personas a desaparecer, de desarraigarlas, de arrumbarlas, de decirles que ese no es su relato ni su lugar. La gente se amontona en capas, como estratos geológicos".


La autora también reflexiona sobre el peso de la raza y la clase social en la vida cotidiana: “¿Qué es lo mío? ¿Dónde soy bien recibida, dónde se me permite estar? ¿Cuánto espacio se me concede? ¿Dónde me cortan el paso, en la calle, en mi profesión o en las conversaciones?” Muchas de las respuestas a estas preguntas no dependen tanto de nuestras capacidades y voluntades, sino de factores estructurales, es decir, de nuestra posición en la sociedad, determinada por variables como la raza, la clase social, el género o la orientación sexual, entre otros. En este sentido, Solnit nos recuerda que lo que sí marca la diferencia y aquí está una de los ejes más potentes de su reflexiónes la confianza con que ciertas personas se mueven por el mundo: “Fe en sus versiones y su verdad, en sus respuestas y necesidades. Fe en que encuentran su sitio. Fe en que importan”. Estas observaciones no solo atraviesan su obra, sino que resultan relevantes para comprender cómo la desigualdad se encarna y se reproduce.


Recuerdos de mi inexistencia es, de este modo, una exploración sensible y crítica sobre lo que significa ser mujer en una sociedad patriarcal, pero también sobre las diferencias y desigualdades que nos atraviesan. Es un libro que me regaló un antiguo amigo, justo en un momento muy difícil, y me sigue llamando la atención cómo ciertos libros llegan cuando más los necesitamos. Tengo un montón de frases subrayadas, a las que recurro de vez en cuando. La voz narrativa de Solnit es envolvente, precisa y profundamente empática: nos recuerda que leer y escribir puede ser un acto de cuidado y un modo de encontrarnos con nosotras mismas y con otras, comprendiendo que nuestras historias, aunque íntimas, sí merecen ser contadas.


Es un libro que recomiendo absolutamente.



Portada del libro
Editorial Lumen 250 páginas



martes, 20 de febrero de 2024

Mi propiedad privada (2016), de Mary Ruefle

"Pero mi mayor fantasía es tener doce cabezas queridas metidas en un caja de huevos para que me consuelen en momentos de escasez a cambio de mi amor infinito. ¿Cómo puedo pensarme bondadosa? Quiero, como propiedad privada, doce cabezas humanas"



Qué decir de esta preciosa colección de relatos unidos por, al parecer, nada en común. Prosa, poesía y memorias confluyen en este pequeño libro de 98 páginas, compuesto por cuarenta relatos. Es un libro que no busca un argumento lineal ni tiene un género definido. Es, más bien, una colección de pensamientos, imágenes y sensaciones que se deslizan entre la poesía, el diario íntimo y la observación lúcida. Debo admitir que jamás había escuchado de Mary Ruefle y este primer acercamiento resultó ser una delicia. Mary Ruefle es una destacada poeta, ensayista y profesora estadounidense, y la editorial Bisturí 10 la trajo por primera vez a Chile, gracias a la traducción de Patricio Grinberg.  


Mary Ruefle nació en Estados Unidos en 1952, y ha publicado muchas colecciones de poesía, la más reciente de las cuales, Dunce, fue nominada para el Premio Nacional del Libro de Poesía y finalista del Premio Pulitzer 2020 (lo dice wiki)

Mi propiedad privada es un libro raro —y por eso mismo, ideal para la curatoría del club de lectura al que me uní este año. Se trata de una colección breve y profundamente original, que combina géneros y tonos para explorar lo cotidiano desde un lugar poético, extraño e íntimo. Su rareza radica no en su dificultad, sino en su libertad expresiva y su sensibilidad. Aquí encontramos relatos alegres como el baile de un pañuelo al viento, otros nostálgicos como un regalo, hay consejos a mujeres jóvenes, hay recuerdos de un árbol de navidad, hay reflexiones sobre cabezas encogidas bajo milenarias técnicas de guerra, hay observaciones sobre el suelo, y poesía en donde la tristeza adquiere colores tan variados como el blanco, el café, el púrpura y el azul, sin sentido alguno, sino solo guiándose por el compás y el ritmo:


“La tristeza gris es la tristeza de los clips y los elásticos -por ejemplo-, de la lluvia y las ardillas y los chicles, las pomadas y los ungüentos y los cines. La tristeza gris es la más común de todas las tristezas, es la tristeza de la arena del desierto y la arena en la playa, la tristeza de las llaves de un bolsillo, de las latas en un estante, del pelo en una peineta, pero no debe confundirse con la tristeza azul, que es insustituible”


Los poemas de la tristeza son irónicos, divertidos, violentos, profundos. Pareciera como si la autora hubiese buscado sus diarios más antiguos y esa revisión la hubiese mezclado con sus diarios más recientes: los relatos fueron escritos por una niña, una adolescente, una adulta —o por todas a la vez. Mary Ruefle no nos habla de grandes verdades ni busca tocar temas “elevados”. Al contrario. Nos habla de lo cotidiano, de lo pequeño, que es al final lo trascendental y lo importante.


Me gustaron mucho algunos relatos. Mis favoritos: Afortunada; Entre las nubes; El velado sueño de la cena; Como un pañuelo; Mi propiedad privada; y mi máximo favorito: Pausa.


“Eres apenas una niña al borde de un gran bosque. Deberías estar asustada, pero en lugar de eso estás comiendo una cena deliciosa, o estás cocinando una, o estás corriendo a una florería, o estás abriendo una caja de flores que acaba de llegar a tu puerta, y ninguna de estas cosas las haces con el gran entusiasmo con el que las harás después.

Ni siquiera has empezado. Primero debes hacer una pausa, una pausa como la que siempre se debe hacer antes de un gran entusiasmo, aunque solo sea para tomar un respiro”.


Siento que Mary Ruefle me recordó que los libros no siempre tienen que decir "algo importante" para ser esenciales. A veces basta con que nos acompañen y nos hagan detenernos aunque sea un instante. Si bien es un libro bastante corto no logré leerlo tan rápidamente porque lo disfruté mucho. Lo leí en la cordillera, en la playa y en mi sofá. Me acompañó en días felices y no tanto.


Ya estoy ansiosa por leer más de Mary Ruefle.




Portada del libro
Editorial: Bisturí 10
98 páginas



sábado, 5 de agosto de 2023

Segunda casa (2021), de Rachel Cusk

"Entendí que mi incapacidad para el cambio sería mi perdición, como el árbol que la tormenta quiebra porque no sabe doblarse"


¿Qué es lo buscamos hasta incansablemente, pasando a llevar a nuestros seres queridos, nuestras certezas, e incluso a nosotras mismas? M., la protagonista de esta novela, lo descubre cuando por casualidad en París visita una muestra artística de un afamado pintor, L. Las emociones y sentimientos que despierta la obra de L sumergen a la protagonista en la más pura conmoción y búsqueda de sentido: a hacerse aquellas preguntas que nunca antes se había hecho y a sentirse acompañada en este camino. ¿Acaso este pintor podría ayudarle a desentrañar semejantes embates? ¿Qué es aquello que otros ojos nos pueden mostrar sobre nosotros mismos? La obra de L simboliza para M una suerte de espejo, un reflejo en el cual mirarse y abrirse hacia la luz.

Años después, esa conmoción la lleva a escribirle a L. y ofrecerle pasar una temporada en la cabaña que construyó junto a su marido Tony —su “segunda casa”— con el sueño de recibir a artistas. M. quiere tener cerca al hombre cuya obra fue un espejo para su propia inquietud. Espera que él pueda darle las claves para entender aquello que la desborda. Pero, como ocurre tantas veces, los otros no están ahí para cumplir nuestras ficciones. M. reflexiona: "¿Por qué vivimos tan dolorosamente en nuestras ficciones? ¿Por qué sufrimos tanto por cosas que nosotros mismos nos hemos inventado? He querido ser libre toda mi vida y no he sido capaz de liberar ni el dedo meñique del pie".

Racehl Cusk, 1967, Canadá.


Rachel Cusk, escritora canadiense nacida en 1967, es conocida por su trilogía de autoficción (A contraluz, Tránsito, Prestigio). Segunda casa es su primera novela tras ese ciclo, escrita en primera persona singular como una larga carta a un amigo ausente, Jeffers. La narración avanza entre recuerdos, observaciones y silencios: una prosa delicada, incisiva, profundamente femenina, llena de fisuras, deseos y dolor: "Yo necesito llegar a la verdad de las cosas y cavar y cavar hasta sacar a la luz dolorosamente". 

La novela explora con maestría el triángulo autoconocimiento–pareja–maternidad. Tony, su actual marido, es su lugar seguro, pero también un extraño: "Entre dos personas tan distintas como Tony y yo hace falta un acto casi de traducción, y en momentos de crisis es muy fácil que algo se pierda en ese acto. ¿Cómo podíamos estar seguros de que nos entendíamos?". Justine, su hija de un matrimonio anterior, representa una forma de ajenidad aún más dolorosa. ¿Es la relación madre-hija, por definición, un malentendido constante? M. parece pensar que sí: "Valoro las restricciones de la negación deliberada, el autoengaño y la costumbre de no llamar a las cosas por su nombre entre los miembros de una familia, porque de ese hilo finísimo cuelga nuestra creencia de nosotros mismos".

M., a través de su correspondencia con Jeffers, hace un repaso magistral de su vida, desde su infancia, la relación con sus padres, su primer matrimonio, su hija Justine, su enamoramiento con Tony, y la vivencia de su feminidad en el constante anhelo de construir su propia capacidad de expresarse, pues, toda su vida ha actuado en conformidad a otros, ocultándose bajo la imagen que otros han creado de ella.  A mi modo de ver, Segunda casa es, en muchos sentidos, una novela sobre el lugar del arte en nuestras vidas: cómo nos interpela, nos desnuda y nos transforma. Pero también es una novela sobre el desencuentro, con los otros y con una misma.

Compré este libro en un viaje a Buenos Aires, y lo leí en un solo fin de semana. Me atrapó. Lo recomiendo no solo por su estilo afilado y su potencia emocional, sino porque nos deja pensando en ese lugar huidizo donde se cruzan el arte, la identidad y el deseo.


Portada del libro
Libros del Asteroide
184 páginas


domingo, 2 de julio de 2023

Nostalgia feliz

 Hay una música que me pone especialmente nostálgica, hay una música que me recuerda especialmente a ti. Pese a ser domingo, hoy fue un día intenso, toda la mañana sentada en el pc, intentando unir conceptos y categorías, escuchando tu playlist… la que hice con tanto amor para mí. Ya me sentía un poco abrumada por las responsabilidades, pero estas son tus canciones, son tu vida entera y no pude si no parar y escucharlas con atención, y sentir el momento exacto en que hice click. Ciertamente, eras -eres- un romántico empedernido, y tengo tanto de ti, ni te imaginas. Y ahora sentí la necesidad de escribir, con mis manos frías y con mis ojos rojos, sobre cuánto te extraño, cuánta falta me haces y todo lo que te amo. Miro tus fotos en mi teléfono y te tiro besitos, con la certeza de que te alcanzan, te envuelven y te acarician. Soy yo la que te cuida ahora.

viernes, 13 de enero de 2023

Clase media (2021), de Oscar Contardo

En este breve pero agudo ensayo el periodista chileno Óscar Contardo reflexiona sobre el devenir de la clase media en Chile, desde sus orígenes ligados al mérito hasta su disolución conceptual un presente marcado por la desigualdad y la precariedad. Contardo comienza situando el papel que tuvo la educación como principal herramienta de movilidad social a inicios del siglo XX. En esa época, el liceo y la universidad pública eran espacios comunes para personas de distintos orígenes sociales. La expansión del Estado desarrollista, con su red de empresas estatales y el auge del empleo público, consolidó una idea de progreso basada en el esfuerzo y la integración. Pero ese modelo fue abruptamente reemplazado por otro: uno que puso al consumo como centro del ascenso social, de la identidad y del estatus..

Desde la dictadura en adelante, con la instalación y profundización del modelo neoliberal, lo público comenzó a degradarse: las escuelas públicas, los hospitales, las universidades estatales dejaron de ser lugares de encuentro y se transformaron, para muchos, en sinónimo de lo indeseable o de lo exclusivamente "para pobres". En ese escenario, los espacios de convivencia entre personas de distintos mundos sociales se han ido reduciendo al máximo; y con ello ha ido creciendo la fragmentación, la desconfianza y el temor a los “otros”.

Desde los años 2000, el foco del debate social se ha desplazado desde la pobreza hacia la desigualdad. La economía del país crecía y, por tanto, también las condiciones materiales de vida, pero aún más crecía la riqueza, concentrándose como nunca antes en la historia de Chile. Las autoridades de entonces interpretaron la reducción de la pobreza como un aumento automático de la clase media. Pero eso no fue tal: lo que realmente creció fue la franja baja de los sectores populares, un grupo con ingresos inestables, alto endeudamiento y sin garantías mínimas de bienestar. Ya varios académicos —como Emmanuelle Barozet, Vicente Espinoza o Jorge Atria— han problematizado las nociones de clase, movilidad y meritocracia en Chile. En esta línea, Contardo se suma desde una mirada periodística, cultural y política.

Oscar Contardo.


De este modo, la «clase media» opera como una categoría ambigua y sospechosamente inclusiva: adherir a la clase media resulta fácil, cómodo e inofensivo, pues, tiene una carga semántica amable. Pero los datos muestran que, más que ser clase media, la inmensa mayoría de chilenos y chilenas son personas no-tan-pobres, en una posición inestable, con una mediana de ingresos de 420 mil pesos (bien por debajo del promedio de 625mil) y sin seguridad social garantizada.

Este libro forma parte de una interesante colección de ensayos, publicados por la Editorial Paidós, a propósito del debate sobre el proceso constituyente, cuya discusión más álgida tuvo lugar el año pasado. Es un libro breve, claro y preciso que combina observaciones cotidianas, historia, sociología y análisis político en un lenguaje accesible. 

Hace muchos años leí Siútico, de este mismo autor, y este nuevo texto reafirma su capacidad de observación lúcida y crítica sobre la sociedad chilena. Muy recomendable.


Portada del libro
Editorial Paidós
82 páginas