"Me impulsa a pensar que el trabajo, al que le dedico toda mi energía, no vale la pena"
Diamela Eltit es una escritora y académica chilena, nacida en Santiago en 1947. Su trayectoria está atravesada por la escritura y la acción política. En los setenta fue una de las fundadoras del Colectivo de Acciones de Arte (CADA), un grupo de resistencia estética y política contra la dictadura que intervino la ciudad como espacio de disputa, usando calles, edificios y espacios públicos para cuestionar el control, la vigilancia y la violencia estatal. Mientras esas intervenciones desafiaban el orden impuesto, Eltit escribía —sola, con rigor— y en 1983 publica Lumpérica, su primera novela, centrada en una mujer que deambula por la Plaza de Armas en plena dictadura. Ahí ya se asoma su agenda: lo político, lo urbano, el cuerpo, la literatura como fricción.
En Mano de Obra, publicada en 2005, lleva esa preocupación al extremo. La novela trata de un grupo de trabajadores de un supermercado, precarizados y vigilados, que intenta sobrevivir entre turnos extenuantes y una vida comunitaria igual de agobiante. En esta novela corta, Eltit traza un retrato crudo sobre la alienación laboral y la violencia estructural que sostiene la vida cotidiana en el Chile neoliberal del nuevo milenio.
La obra se divide en dos partes: primero, la relación con las cosas —la mercancía, la compra, la experiencia del consumidor y los tipos de clientes—, y luego, la segunda, la vida comunitaria de un grupo de trabajadores del supermercado que sobre-viven en una casa arrendada. Los sueldos son bajos, los cuerpos están cansados y la convivencia es un pacto frágil: repartirse las tareas, organizar los turnos, resistir como se pueda. No hay conciencia de clase, no hay épica: cada uno pelea solo por un destino que nunca mejora.
A mi modo de ver, el corazón de la obra está en las escenas laborales. Eltit escarba en algo que todos conocemos: la experiencia de comprar en un supermercado, ese espacio higienizado que parece tan neutro y, sin embargo, es el backstage del trabajo más repetitivo y vulnerable. En este microcosmos aparece la figura del supervisor, una especie de dictador doméstico: vigila, castiga, humilla. También está el obrero más viejo, aquel que hace que su antigüedad en el cargo funcione como jerarquía. Por otro lado, hay jóvenes, mujeres embarazadas,y otros tantos trabajadores agotados, y lo que todos tienen en común: cuerpos sometidos, con labores intercambiables y una falsa sensación de ascenso, poseídos por la maquinaria que los usa y los bota.
| Diamela Eltit fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura el año 2018. |
La narración es vertiginosa, a ratos irónica, llena de voces que se superponen. Es una novela con un lenguaje profundamente chileno, con garabatos y modismos que no buscan costumbrismo, sino decir una verdad. Decir “conchesumadre” en la calle o en una conversación es fácil, pero leerlo impreso en un libro es otra cosa. Ese choque es deliberado. Para Eltit, la literatura no es tibia ni decorativa; su fuerza está justamente en mostrar la aberración tal cual es.
Mano de Obra es un texto duro y, por lo mismo, profundamente político. Escribir desde los márgenes —como lo han hecho tantas autoras y autores— exige lectores atentos, curiosos y dispuestos a mirar más allá de la forma. Eltit vuelve a interesarse en espacios de alta supervivencia: el supermercado como periferia vigilada, donde la opresión es constante y sobrevivir requiere estrategias casi animales. La novela nos obliga a mirar ahí donde normalmente pasamos de largo. Es breve y oscura: no ofrece salidas, solo muestra la maquinaria funcionando.
Este libro me lo regaló mi cuñado el día de mi cumpleaños. Es muy especial porque es mi primera vez leyendo a Eltit y, además, cayó justo cuando estaba buscando lecturas cortas (y sigo en lo mismo, he sido una pésima lectora, acepto recomendaciones). Fue, digamos, el empujón perfecto para volver a leer.
| Portada del libro Editorial Seix Barral 140 páginas |
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