"Tengo que recordarlo todo con precisión, para poder recrear en mi mente el padre que me creó, cuando él ya no esté. No hay que olvidar nada"
Patrimonio es la narración, en primera persona, sobre la enfermedad y muerte del padre del escritor Philip Roth. A un mes de la muerte de mi papá, leer esta versión tan honesta de Roth me conmocionó profundamente. Siempre me pregunto a quiénes les interesaría leer una historia tan personal como ésta. Me imagino que muchas veces ese lector o lectora está ligado a una pérdida a la cual intenta encontrar palabras que logren establecer cierto sentido: identificar ciertas sensaciones y reconocerse en otras experiencias similares. Un poco lo que sentí yo.
Herman Roth y su vida son el argumento de esta trama. Herman, de 86 años, acaba de ser diagnosticado con un tumor cerebral, que probablemente llevaba años formándose en su cabeza, y que solo a causa de algunos incidentes cotidianos los médicos logran descubrir. El mismo Roth reflexiona: “El resultado puede ser horrible lo miremos desde el lado que lo miremos. La operación puede poner en marcha un tipo de desastre y la no operación, otro tipo de desastre”. Esto abre una gran interrogante sobre las posibilidades de la medicina a esa edad, y desata un drama en la vida del escritor, quien cambia su rutina y se muda desde Londres a Nueva York para cuidar de su anciano padre, en un proceso colmado de incertidumbres frente a una enfermedad tan devastadora.
A lo largo de la historia, el autor admira y honra la vida de Herman: un inmigrante judío en Nueva Jersey, trabajador compulsivo y muy leal a su familia y amistades. Philip Roth convierte a su padre en un personaje entrañable y lleno de encanto, pese a sus constantes contradicciones. Me encanta la forma en que el autor arma este retrato tan complejo y de manera tan respetuosa, porque "la suya era una personalidad imperiosa, y porque muy en lo hondo de su ser había también una prehistórica veta de ignorancia total, y ni siquiera se daba cuenta de lo inútiles e incluso, en ocasiones, crueles que podían ser sus admoniciones". En esta relación padre-hijo, tan rugosa como delicada, el autor nos acerca con mucha sutileza a los más diversos detalles de lo que fue la vida de Herman, sus anécdotas, sus pasiones y la enfermedad que lo mató. Si bien es un relato rudo, entre líneas hay un humor exquisito que se mezcla con una vulnerabilidad hermosa y valiente: “Podría aducírseme que no es gran cosa, en un hijo, proteger con ternura al padre cuando éste ha perdido todo su poder y está casi destruido. [...] Mi padre no era un padre cualquiera, era el padre, con todo lo detestable y todo lo digno de amar que hay siempre en un padre”.
Sé que cada lectura es distinta y que estamos influidos por nuestros contextos y experiencias, y, pese a que no es justo para los libros, no puedo -ni quiero- ser nunca una lectora imparcial. Puede que para algunxs sea una historia más, pero para otrxs, como yo, que hemos sentido la muerte de un padre tan querido, este libro es un tesoro y un regalo muy especial.
Patrimonio es una obra honesta y maravillosa, y Roth utiliza sus mejores herramientas y una sintaxis de lujo para narrar el viaje final de su padre. Patrimonio trata sobre cómo el protagonista se enfrenta a ese proceso, y puedo relacionarme con esta historia de manera tan personal para entender, finalmente, que el patrimonio es la forma en que el amor y los cuidados que un padre brinda a sus hijxs a lo largo de toda su vida son su mejor legado: su compromiso con la vida misma y su continuidad. En la muerte existe algo bello, porque dejamos de existir en este plano físico, al que tanto nos aferramos, para transitar hacia nuevas formas y espacios, y en ese tránsito debemos aprender a soltar y creer. Esto es lo que hoy me hace sentido. Mientras mi cerebro-racional entiende la muerte de mi papá, mi corazón-emocional no la logra aceptar, pero mi alma -o ese lado más espiritual- la abraza sin reservas.
Sé que Patrimonio es uno de los pocos libros que volveré a leer.
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