jueves, 13 de diciembre de 2018

Temporada de huracanes (2017), de Fernanda Melchor

"Como cuando era niña y todo el pueblo creía y esperaba y hasta rezaba para que La Bruja se muriera enseguida, para que no sufriera, que porque tarde o temprano el diablo iba a venir a reclamarla como suya y la tierra se partiría en dos y las Brujas caerían al abismo, derechito al fuego del infierno"

Este libro me llegó el día de mi cumpleaños, gracias a mi amiga Meli, quien amorosamente me regaló su lectura. Reconozco que lo chutié varias veces antes de tomarlo en serio; mis razones: desconocía a la autora, la portada del libro era un tanto amarga y tenía otras cosas que hacer jaja. Un día lo vi en mi repisa y pensé “¿por qué no?” Y empecé a leer y leer y leer. 

Leer a Fernanda Melchor es un huracán de emociones. En Temporada de huracanes explora sin sutilezas el desamparo, la soledad, la injusticia y el abandono social. Es un libro escrito desde la desesperanza, no apto para todxs, porque de verdad contiene escenas cuáticas, en donde al leerlas mi cara se iba desfigurando mientras mis ojos leían pasajes oscuros y extraños. Este libro me provocó; ésa fue su misión: ponerme en un estado de incomodidad, en donde al final no podía ser indiferente frente a lo que leía.

Genia, Fernanda.
Fernanda Melchor es una joven periodista mexicana. Su primer y aplaudido libro Aquí no es Miami recoge relatos sobre el México oscuro, indolente y salvaje, que ya quiero leer; no porque sea una drama queen en sí, sino por la prodigiosa narradora que descubrí! Fernanda es una de las escritoras mexicanas más reconocidas en la actualidad, aplaudida y celebrada por su pluma incisiva y penetrante, ha ganado diversos premios de cuento, ensayo y crónica.

Ahora al libro. Temporada de huracanes nos traslada a La Matosa, un pueblito perdido en México. Ahí, la autora, a través de distintas voces, narra la vida y experiencias de una serie de personajes abandonados a su suerte. Abandono que cruza múltiples ejes: el familiar, social y estatal, en una especie de “pueblo sin ley”, sin lazos emocionales fuertes y sin un Estado que vele por la seguridad social. En esta atmósfera de desamparo aparecen el Luismi, el Brando, la Lagarta, la Norma y, por supuesto, La Bruja. Son personajes sumidos en vicios y adicciones variadas, víctimas y victimarios, haciendo cosas increíbles, en un contexto de vulnerabilidad hartante, en donde parece tan difícil juzgarlos, ¿cómo?, si están ahogados en la decadencia.

Las historias familiares cobran especial relevancia en el libro. Hay hermanos, primos, madres e hijos, padrastros e hijastras, mezclándose continuamente, obvio, “pueblo chico, infierno grande”, reza el dicho. Las tramas familiares son escalofriantes, en donde ni siquiera la familia ofrece un lugar de salvación, porque ¿acaso lo que conocemos de las familias se trata de pura construcción social? “Le daban ganas de sacar al niño a patadas de la cama, de golpearlo y jalarlo de los cabellos hasta que aprendiera a limpiarse bien, pinche marrano; un día te voy a dejar en la calle, pa’ que te pierdas, pa’ que te roben; voy a sacarlos a todos de las greñas para que se los lleven los robachicos, a ver si así dejan de estar chingando”. Se trata de parientes y seres que imploran amor, a cambio de todo.

La Bruja es, aparentemente, la protagonista del libro; el ser que encarna todo lo anterior y nos deja entrever su humanidad, mientras ayuda a las mujeres -putas y malas madres- a encontrar el amor a través de conjuros y hechizos de mala fama. La Bruja aparece como “una grosería de criatura”, como la hija del diablo y vaya que se le parecía: “nadie conocía su verdadero nombre. Decía que no tenía, que su madre no más le chistaba para hablarle o la llamaba zonza, cabrona, jija del diablo, le decía, debí matarte cuando naciste, debí tirarte al fondo del río, pinche vieja, pinche culera”. La Bruja también va mutando a lo largo de la historia, primero, como mujer, luego como hombre travestido, enamorado de los chiquillos del pueblo. Pese a todo, La Bruja es temida y respetada: los hombres buscan sus servicios y las mujeres sus conjuros de amor eterno. Fernanda, genia, ¡se da el lujo de moverse por el travestismo!

A través de un lenguaje tan puramente mexicano, la autora nos va poniendo constantemente a prueba porque nos enfrenta a unas historias tan crudas como reales. Es, definitivamente, un libro que me tocó, me puso incómoda y me hizo sentir, ¿cómo ser indiferente ante la miseria y la misoginia que permeaban todas las relaciones del pueblo? ¿Cómo no pensar que, en realidad, la historia de estos personajes no difiere de la historia en cualquier “pobla” de acá? Es un libro que retrata la violencia a través de la incomprensión de protagonistas que solo buscan su lugar en la vida, o en La Matosa. Porque como dice una voz del libro, “Porque a fin de cuentas cada quien hace en esta vida como quiere y cómo puede, ¿verdad?”.

El talento de Fernanda es francamente aplastante: te toma con la historia y no te deja hasta que la terminas. El relato que mezcla crudeza y modismos mexicanos resulta teatral y dramático, en donde hay diversos narradores, cada uno, en un capítulo, dando paso a la historia personal de alguno de los personajes. Es este lenguaje natural el que me mantuvo siempre atenta. ¡Gracias, Meli, por regalarme esta lectura! Me gustó mucho este libro. Ojo, no apto para moralistas: lo recomiendo a todos quieren salir un ratito de su zona de confort, porque vaya que es necesario conocer y permearnos de otras realidades.


Portada del libro
Editorial: Random House
Pgs: 222


domingo, 4 de noviembre de 2018

Principiantes (2010), de Raymond Carver

“¿Qué fue de ese amor? ¿Simplemente se borró del gran tablón, como si nunca hubiera estado en él, como si nunca hubiera sucedido? Lo que fue de él es lo que yo querría saber. Me gustaría que alguien pudiera decírmelo”


La critica indica a Raymond Carver como uno de los más grandes cuentistas estadounidenses del siglo XX. Sus relatos cortos han sido catalogados como pertenecientes a las corrientes del “realismo sucio” o el “minimalismo”, debido al marcado carácter naturalista de sus obras, basadas principalmente en las middle classes gringas. Es necesario mencionar que a Carver no le gustaban estas denominaciones, las cuales disminuirían su obra, pues lo que él realmente hacía, según decía, era abordar uno de los principales problemas de la humanidad, a su juicio, el de las relaciones amorosas y familiares. 

Raymond Carver (1938-1988)
Indiscutiblemente, cada escritor/a representa un modo o modos de ver el mundo; cada autor/a que escribe lo hace desde una posición en un campo social que influye (y nunca determina) su propia manera de observar la realidad -a lo Bourdieu, já. En este sentido, Carver, escritor y poeta, es hijo de la clase media estadounidense, y sus escritos reflejan lo que sus ojos veían, recreando historias y pasajes conmovedores, fácilmente imaginables por buena parte de la población. Carver comenzó a publicar en diversas revistas universitarias en los años 70, mientras hacía clases como profesor de inglés e intentaba mantener a su familia y escribir sus propios cuentos y poesía. En este periodo comenzó a tener problemas con el alcohol, situación que lo llevó en varias oportunidades a clínicas para tratarlo.

Principiantes es una compilación 17 cuentos en donde Carver expone situaciones cotidianas de un amplio abanico de personajes de la clase media norteamericana. El autor, a través de su relato, nos aproxima de manera íntima a los personajes de sus historias; como si hiciera un zoom a escenas específicas que no tienen grandes explicaciones o intensidades. La gracia está en contarnos hechos sencillos en momentos específicos: nada heroico o excepcional. Principiantes habla sobre el amor, la familia y la amistad, sobre los sentimientos más profundos que albergamos en nuestras mentes: felicidad, tristeza, desamparo, resignación, odio, celos. Tal como lo sentencia el protagonista del cuento Una última cosa, “Me voy, Maxine- Me voy ahora mismo. Me viene de perlas. Estáis locas las dos. Ésta es un casa de locos. Hay otra vida ahí fuera. Creedme: ésta no es la única vida que existe”. Tantos cuentos reunidos recogen diversas historias y protagonistas, mostrando la difícil vida de que llevan algunas personas, en temas emocionales, socioeconómicos y espirituales.

El autor escudriña y desmenuza diversas historias familiares: hay padres, hijxs, abuelxs, amigxs y parejas. Los personas son seres comunes en situaciones comunes: hijxs peléandose con sus padres; parejas construyendo distancias insalvables; oportunidades desperdiciadas por la indiferencia; amistades que ocultan secretos increíbles, etc… Y Carver nos muestra cómo algunas relaciones se van derrumbando, o sosteniendo a duras penas, a través de un estilo sencillo y delicado: “Entre dos personas que viven una intimidad tan estrecha como la nuestra no puede mantenerse en secreto durante mucho tiempo algo de tal naturaleza. Ni siquiera el culpable lo desea. Sabe que las cosas no pueden seguir así indefinidamente, que por algún lado tiene que ceder ese equilibrio precario”. Ese sentir que no se va hacia ninguna parte, y admitirlo con dolor. Se trata de un estilo que permite dar cuenta de la asombrosa capacidad de observación del autor, que abre conversaciones sociales y sentimentales muy creíbles y cercanas, que ocupan como escenario hospitales, bares, casas, hoteles, pastelerías, fábricas...

Carver es uno de esos autores que vale la pena leer. Me gustaron varios cuentos, por la extraña capacidad del autor de mantenerme alerta y enganchada; mis favoritos fueron: Belvedere: que relata la precaria estabilidad de una pareja que administra un pequeño hotel, la cual comienza a tambalearse cuando se descubre que el hombre engañaba a la mujer con la empleada de lugar. Los protagonistas, deciden en conjunto, y pausadamente, terminar de manera muy cortés y civilizada la larga relación entre ambos. Como lo dice la protagonista: “Duane, me ha llevado mucho tiempo llegar a esta decisión, pero tenemos que separarnos. Se acabó, Duane. Será mejor que lo admitamos”.

Otro cuento muy bueno es Tanta agua cerca de casa, historia que comienza con el fin de semana de un grupo de amigos que se van a la naturaleza a pescar, allí encuentran un cadáver cerca del río, pero deciden no hacer caso ni llamar a la Policía, todo con tal de no arruinar la salida tan anhelada por todos. La mujer de uno de ellos no concibe tal indiferencia, y todo cambia para siempre entre ellos desde esa salida. Algo sencillo y bueno es lejos el cuento que más me atrapó: una mujer encarga una torta de cumpleaños para su hijo, quien al día siguiente es internado en el hospital debido a una conmoción cerebral que lo tiene entre la vida y la muerte. Todos los días el pastelero les llama para molestarles y recordarles la torta que aún no retiran del local. Y last but not least, está Principiantes, el cuento que da título al libro. Es uno de los cuentos más largos y creo que bien podría resumir la idea que Carver quiso transmitir en sus otros 16 cuentos que componen el libro: la sensación de despojo e incertidumbre que rodea las relaciones humanas y afectivas. El cuento tiene a dos parejas de amigos que comienzan a debatir sobre el amor, una de las principales conclusiones es que en el amor, siempre seremos meros principiantes -beginners- intentándolo una y otra vez, siempre con la ilusión de que será eterno: “La gracia que nos salva, podríamos decir, es que si algo nos pasara a alguno de nosotros, y perdonadme que lo diga, si algo nos sucediera a alguno de nosotros mañana, creo que el otro, el otro miembro de la pareja, guardaría duelo durante un tiempo, claro, pero el superviviente seguirá con su vida, y volverá a amar, encontrará a alguien muy pronto, y todo ese…, todo ese amor…, Dios, ¿cómo hacernos la idea?, no acabará siendo sino un recuerdo”.

Carver es un gran cuentista, que supo observar y escuchar pequeñas situaciones, escritas en oraciones cortas, y finales rápidos y potentes. La gracia está en que el relato y las referencias son atemporales, pudiendo suceder ayer y hoy, porque el ser humano parece volver siempre sobre las mismas preguntas. Principiantes es un libro que me gustó mucho, los cuentos son buenos, y hay algunos muy buenos, de esos que te hacen pensar y querer conversarlo con tus amigues.



Portada del libro
Editorial: Anagrama
Pgs.: 320


martes, 9 de octubre de 2018

El amor en los tiempos del cólera (1985), de Gabriel García Márquez


"Este no es un buen lugar para una diosa coronada”...



El amor en los tiempos del cólera: a simple simple lectura, la historia de amor entre la bella Fermina Daza y el melancólico Florentino Ariza, que transcurre en un pueblito del caribe colombiano. Se trata de una historia ambientada entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, y que dura alrededor de sesenta años. Gabriel García Márquez basó gran parte de este libro en la historia de amor de sus padres; para ello, el escritor se reunía con uno y luego la otra, y les pedía que le contasen sobre su romance: un romance al cual se oponían sus familias por provenir de mundos sociales diferentes. De esta manera Gabo va construyendo El amor en los tiempos del cólera, novela que publica el año 1985. El escritor, en alguna entrevista, dijo: "Durante muchísimos años nosotros tuvimos que oír el cuento de esos amores contrariados que ellos tuvieron, hasta que se casaron, y para "El amor en los tiempos del cólera" tuve que entrevistarlos como reportero, todos los días y por separado”.
Maestro Gabo.

Los personajes principales de esta obra son descritos de manera muy detallada a lo largo de la historia, tanto que somos capaces de entender sus defectos, manías y errores: Por un lado, está la joven Fermina Daza, proveniente de una familia con dudoso abolengo, pero tan inteligente, hermosa y encantadora que todo su origen le es perdonado. Crece como una mujer con gusto refinado, pese a no contar con apellido ni fortuna honrada, pues, su padre era un reconocido estafador. Por otro lado, está Florentino Ariza, un hombre de pocos recursos, que vive con su vieja madre y trabaja en el correo del pueblo. Es un joven escuálido, músico, y también lector y poeta empedernido. La historia trata básicamente sobre ambos. Pero también es importante la figura de Juvenal Urbino, el más famoso médico del pueblo, un hombre apuesto, rico, con mundo y cultura, debido a sus viajes y clase social, quien se transforma en el marido de Fermina. La mayoría de los personajes son retratados desde una perspectiva bastante tradicional en términos de las relaciones de género, sin mucho espacio para lo diferente, en donde el amor cortés predomina en la mayoría de las veces.

Este libro permite muchas lecturas, pero a mi modo de ver es principalmente una historia de un amor, de amor romántico, de amor fulminante, de un amor apasionado. El joven Florentino queda prendado al ver por primera vez a Fermina: “La lección no se interrumpió , pero la niña levantó la vista para ver quién pasaba por la ventana, y esa mirada casual fue el origen de un cataclismo de amor que medio siglo después aún no habría terminado”. El amor que nace sin quererlo comienza a crecer, a través de cartas que se envían los dos jóvenes enamorados. Papeles, sobres y muchas letras se dedican uno a otro, envueltos en una total devoción en torno al primer gran amor. Durante ese año, sin apenas verse, se prometieron la vida y el mundo, escribiendo y esperando cartas con total ansiedad. Se trata de un amor a escondidas, una complicidad que ambos practican con ayuda de Escolástica, la nana de Fermina. 

Durante los años que pasaron separados, Florentino fue idealizando a Fermina, como lo que sucede con todo enamoradx nostálgicx. “Poco a poco fue idealizándola, atribuyéndole virtudes improbables, sentimientos imaginarios, y al cabo de dos semanas ya no pensaba más que en ella”. Cuando la ve después de mucho tiempo, queda sin aliento, maravillado ante el destello de luz que sus ojos observan: “Le parecía tan bella, tan seductora, tan distinta de la gente común, que no entendía por qué nadie se trastornaba como él con las castañuelas de sus tacones en los adoquines de la calle, ni se le desordenaba el corazón con el aire de los suspiros de sus volantes, ni se volvía loco de amor todo el mundo con los vientos de su trenza, el vuelo de sus manos, el oro de su risa”. Se trata entonces de un amor idealizado por la nostalgia y la soledad.

Pero también está el amor entre Juvenal y Fermina, quienes casados sin amor, pero por conveniencia social, logran llegar a quererse y respetarse mucho, incluso por sobre las dudas de ambos. “Él era consciente de que no la amaba. Se había casado porque le gustaba su altivez, su seriedad, su fuerza, pero mientras la besaba por primera vez estaba segura de que no habría ningún obstáculo para inventar un buen amor [...] A la larga, ninguno se equivocó”. Además, “es increíble cómo se puede ser tan feliz durante tantos años, en medio de tantas peloteras, de tantas vainas, carajo, sin saber en realidad si eso es amor o no”. Lo que nos lleva a preguntarnos ¿se puede ser feliz sin realmente amar a la pareja? Ambos conformaban una pareja envidiable, admirable, perfecta. Invitados en cada evento social de la provincia, manejando el mundo con total fluidez, como si estuviesen destinados el uno para el otro. Fermina desataba los celos y admiración de las mujeres de su nuevo mundo social: las mismas mujeres que antes la despreciaban y se burlaban de ella por ser una advenediza sin apellido, ahora se desvivían por ser invitadas a tomar el té a su casa. Con el paso del tiempo Fermina logra borrar de su corazón y su memoria a Florentino. Pero éste no consigue olvidarla y pese a ello se convierte en el Don Juan clandestino del pueblo.

El amor no aparece solamente como felicidad pura y calma, sino como pasión. El amor como locura apasionada sin sentido, lo que implica sufrimiento, ausencia y también desprecio. Pero también Gabo nos cuenta que finalmente es el amor lo que nos salva. Es una historia de amor con final feliz. La felicidad como un hecho real. 

Gabo es uno de las escritores más reconocidos y admirados de Latinoamérica, acaso no el más. Su literatura ha sido traducida a más de 50 idiomas, llegando a muchos rincones del mundo. El año 1982 recibe el Premio Nobel de Literatura, reconocimiento que vino a consolidar su afamada carrera. Éste es el segundo libro que leo de Gabo. El primero fue en Colombia, Funerales de la Mamá Grande, y luego mi amiga Nati me prestó esta obra maestra. Me siento tan en deuda con este genio de la literatura; tengo el libro Vivir para contarla, que se trata de un relato autobiográfico del gran Gabo, ¡espero poder leerlo pronto!

El amor en los tiempo del cólera me cautivó desde las primeras líneas, lo leía y lo andaba trayendo por donde anduviese, en el metro, en la micro, en alguna sala de espera, en todo lados, porque apenas tenía unos minutos libres, lo leía con gran atención y cariño. ¡Qué mágico es el mundo de los libros! Suena raro, pero esta historia se robó mi corazón. Tanto detalle, tanta intriga, tanto amor y preguntas, imposible no sucumbir jaja mi alma está eternamente enamorada del amor. El amor en los tiempos del cólera es un relato delicioso, en donde los sentimientos amorosos, mezclados con la cultura de la época, nos atrapan. Lo recomiendo máximamente. Es uno de mis libros favoritos <3 aunque esta breve reseña no le haga ni una pizca de justicia.
Portada del libro
Pgs: 495
Editorial: de Bolsillo

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Un hombre enamorado (2014), de Karl Ove Knausgård

Un hombre enamorado es el segundo tomo de un importante proyecto literario titulado “Mi lucha”. En este proyecto, que consta de cinco libros, el autor noruego Karl Ove Knausgard (KOK) convierte su vida en material literario. Lo más sensato hubiese sido partir leyendo el primer tomo del proyecto, pero me cautivó demasiado el título, ¿cómo es él como “un hombre enamorado”?, ¿qué significa eso? Cada vez me gustan más las obras autobiográficas, o novelas de no-ficción, porque se basan principalmente en los sentimientos, sensaciones y deseos ocultos de sus narradores/autores. Es hermoso poder leer párrafos que emocionan o incluso hasta dan “vergüenza ajena”, ya sea por lo vulgar del sentimiento o lo oscuro que puede encerrar. 

En Un hombre enamorado el autor nos cuenta sobre su vida luego de su ruptura amorosa con su primera pareja, periodo cuando se muda desde Noruega a Suecia, dejando todo atrás y entonces conoce a Linda, su nuevo amor y madre de sus tres hijxs; todo esto enredándose con sus idas y venidas de escritor, en donde se ve atormentado por la urgencia de publicar una nueva obra, tanto por un tema de ego como de escasez económica. Knausgard es capaz de convertir asuntos totalmente cotidianos en textos profundos en donde mezcla la ironía y la honestidad con total desfachatez. En el relato se muestra como un hombre tímido, de poca paciencia, una persona antisocial que parece nunca estar satisfecho con lo que tiene: pese a ser un escritor famoso, no se siente cómodo dando entrevistas y conferencias, prefiriendo la clandestinidad y el anonimato. 

Hay varios puntos por donde la obra va dando vueltas. Uno que agota varias páginas trata sobre lo diferente y extraño que se siente viviendo en Estocolmo; comparando constantemente Suecia con su natal Noruega. El autor parece no soportar la frivolidad sueca, en donde la apariencia liberal de sus habitantes esconde lo más conservador de su cultura y mentalidad de su gente. El autor se ríe de la vida burguesa contemporánea, de la forma de vivir en la ciudad, en donde todo parece sacado de una pulcra revista de casas, de la perfección absoluta, aunque escondan las pelusas bajo la alfombra.  Pero al mismo tiempo, Estocolmo termina convirtiéndose en la gran ciudad para este escritor, en donde puede sentirse tranquilo y en donde puede escapar siempre: “Pero para mí lo positivo de vivir en una gran ciudad era poder estar completamente solo en ella, a la vez de estar rodeado de gente por todas partes. ¡Todos con caras que jamás había visto! Esa incesante corriente de nuevos rostros era para mí el placer de la gran ciudad. El metro con su multitud de tipos y caracteres. Los mercados. Las calles peatonales. Los cafés. Los grandes centros comerciales. Distancia, distancia, nunca podía tener suficiente distancia”. Estocolmo es la ciudad en donde todxs quieren estar, porque nada sucede fuera: si quieres ser alguien debes estar allí, nos dice Karl Ove. Algo muy similar a lo que ocurre en Santiago, ¿no?


Karl Ove Knausgard, escritor noruego, nació el año 1968.

Otro punto que llamó mi atención es la brutal honestidad con que el autor nos muestra su miseria. Para este hombre ensimismado y con poco tacto social lo sagrado es poder disfrutar de la soledad de un café y un lugar cómodo donde poder escribir. Sus días como padre son relatados con molestia, cuestionando su masculinidad, pues, no concibe sus días cuidando de sus hijxs; se imagina todo menos eso. Y su miseria consiste, precisamente, en no poder ser un hombre totalmente independiente: su mujer, sus hijxs y responsabilidades parentales consumen todo su ser y su tiempo, sintiéndose también desdichado por no poder complacerles y estar presente. Aspiraba a ser un hombre bueno, honrado y honesto, que mira a la gente a los ojos, en definitiva una persona en quien otrxs podían confiar, pero sentía que no era así. “Tonje, con quien llevaba ocho años, debería hacerme feliz, compartir mi vida con ella, tan maravillosa como era. Encontrarme con mi hermano Ynge, y sus hijos debería hacerme feliz. Toda la música que existía, toda la literatura que existía, todo el arte que existía, feliz, feliz, feliz, deberían hacerme feliz. Toda esa belleza del mundo, que debería ser insoportable, me era indiferente. Mis amigos me eran indiferentes. Mi vida me era indiferente. Quería volver a ser feliz. Sonaba estúpido, no se lo podía decir a nadie, pero así era”. 

KOK expone a sus seres queridos con una conciencia que asombra. Por supuesto que nadie quiere verse reflejadx en una obra como alguien poco apacible, neurótico o extraño, pero el autor parece ir más allá de estas convenciones y decide plasmar todo lo que piensa sobre sus hijxs, su pareja, su madre, sus amigxs y la cultura sueca, sin pelos en la lengua. Contar detalles de su vida personal a tal nivel y lograr llamar nuestra atención como lectores es un acto que pocos genixs son capaces de lograr, porque finalmente ¿quién es capaz de relatar sus relaciones y sentimientos íntimos, placeres insignificantes de la vida y sobre gente común, y aun así conquistarnos?

En este sentido, cobra gran relevancia su relación con la escritura, como forma de escape y de estar presente consigo mismo. Pensar y reflexionar sobre lo que nos conmueve es un ejercicio que, generalmente, muy pocas veces hacemos, por eso me gusta este tipo de género literario, en donde los autores se muestran vulnerables frente al mundo. El autor propone la escritura como una herramienta para auto descubrirse y re-conocerse. A lo largo del libro se presenta la historia de amor entre KOK y Linda como una historia de altos y bajos, como una historia que comienza de manera casi perfecta y que con el paso del tiempo se va desgastando hasta llegar al colapso. KOK nos relata el largo y dramático período en que él y Linda comienzan a consolidarse como pareja y cómo va descubriendo cosas nuevas en su mujer amada; cosas que solo consigue dar forma a través del relato, de la escritura: “Escribí qué significaba ella para mí. Escribí qué significó cuando la vi por primera vez y qué significaba ahora. Escribí sobre sus labios, que se deslizaban sobre sus dientes cuando se entusiasmaba con algo, escribí sobre sus ojos cuando chisporroteaban y cuando abrían su oscuridad como si absorbieran la luz. Escribí sobre su risa, que en ocasiones llegaba a dominarlo todo, y sobre cuánto la amaba en esos momentos. Escribí sobre las palabras que ella empleaba con más frecuencia, sobre cómo decía la palabra “estrella” y la manera en que sembraba por todas partes la palabra “fantástico”. Aunque no la conocía lo suficiente, sabía que la amaba y que la amaría siempre”. Karl Ove es un hombre apasionado, que se toma la vida con intensidad, dramatismo. Para él no hay puntos medios: es todo o nada. Y mi frase favorita del libro: “Entonces conocí a Linda y salió el sol. No puedo expresarlo de otra manera. El sol salió en mi vida. Al principio sólo como un claro en el horizonte, como diciendo tienes que mirar hacia aquí. Luego llegaron los primeros rayos, todo se volvió más nítido, más vivo, yo me sentía cada vez más feliz, y el sol estaba en medio del cielo de mi vida ardiendo, ardiendo, ardiendo”. 


Portada del libro
Editorial Anagrama
Pgs: 629

miércoles, 27 de junio de 2018

La guerra no tiene rostro de mujer (2015), de Svetlana Alexievich

¿Cómo un libro puede ser tan lindo, crudo, nostálgico y valiente, a la vez? En primer lugar, y ante todo, destaco mi experiencia personal: AMÉ este libro, mi corazón no pudo más de emoción. No es un novela, no son cuentos, no son poemas. Son testimonios reales, de cientos de mujeres de las antiguas repúblicas socialistas soviéticas que lucharon durante la Segunda Guerra Mundial defendiendo lo que para ellas era lo más importante: su Patria. Son mujeres -ex francotiradoras, conductoras de tanques, miembros de agrupaciones clandestinas, partisanas, enfermeras, cocineras- que sobrevivieron a la invasión, ocupación y guerra contra el fascismo entre los años 1941 y 1945. Lo que hace Svetlana es revelar los más profundos sentimientos de estas mujeres: “No escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra. No escribo la historia de la guerra, sino la historia de los sentimientos. Soy historiadora del alma”.


Svetlana Alexievich, periodista y escritora bielorrusa, lo dice “recordar es, sobre todo, un acto creativo”, y tal como lo enuncia el sociólogo francés Maurice Halbwachs, recordamos lo que queremos recordar,  esto es, nuestra memoria selecciona sus propios recuerdos. De este modo, las mujeres iban seleccionando sus  palabras, las cuales iban relatando a la escritora desde la comodidad de una cita en sus casas, con un café o galletitas recién horneadas, porque recordar también trae al presente los fantasma del pasado: “Todo alrededor es corriente, excepto su memoria”. Lo hermosamente político de esta obra es que la autora trabajó durante años, escuchando a cientos de mujeres, viajando por más de 200 localidades diferentes, recopilando material, historias y anécdotas en primera persona, para dar voz a quienes no la tuvieron, a quienes se la robaron. Las mujeres recuerdan el pasado con todo su cuerpo: con su mente, con su llanto y su asombro, pero también recuerdan a través de las expresiones de sus ojos y sus manos... La autora lamenta no poder “grabar” esos momentos. Hablar en nombre de quienes han sido silenciadas por más de 60 años es un acto político en sí mismo, y lo valoro enormemente. Porque el papel de un escritor/a, a mi juicio, no consiste solamente en escribir historias, se trata también de pensar qué querer transmitir con esa historia, a qué tipo de sociedad estoy contribuyendo. Veo al escritor/a como un actor clave en la historia, una voz de muchas otras voces.


El trabajo de Alexiévich es un fino trabajo periodístico. Las entrevistas efectuadas lograron explorar las capas más oscuras de la vida humana, ahondando en deseos frustrados, amores y otros temas, que pocos géneros son capaces de llevarlo a la luz, como es el caso de la poesía, por ejemplo. Pero al mismo tiempo, es un trabajo que bien podría catalogarse de antropológico o de la sociología de la memoria, pues, se unifican relatos sobre el contexto o escenario en donde estas mujeres eran las sujetos protagonistas. Vestimentas, formas de relacionarse, rituales, se describen con tal detallismo que nos permiten entrar directamente en la Guerra.

El libro tiene 17 capítulo, y en cada uno de ellos, Svetlana realiza una pequeña introducción para luego dar paso a sus protagonistas, quienes se toman literalmente la obra. La voz de la autora se puede apreciar en escasas intervenciones, pues, lo que ella intenta es ceder su espacio a las mujeres que se auto-retratan sin parar a lo largo de las páginas.

Svetlana Alexiévich, escritora y periodista bielorrusa. Reconocida con el Premio Nobel de Literatura 2015.
Las mujeres, actores sociales históricamente sometidas, humilladas, silenciadas, cobran protagonismo en este libro. Las mujeres estaban allí, en el Frente, curando heridas, conduciendo trenes y tanques, sin embargo, la Historia oficial las ocultó, no las quiso escuchar; la Historia las hizo desaparecer y, a su vez, ellas quisieron olvidar. Lo que hace Svetlana es contar la Guerra desde la perspectiva de los “otros”, en este gran collage de relatos hablan las mujeres, porque, concuerdo con la autora, los relatos de mujeres sí son diferentes, ellas/nosotras hablan/hablamos de otras cosas, otros colores, otros olores, otros espacios. En estos relatos no hay grandes héroes o heroínas, sino seres humanos que sufren en conjunto con la naturaleza, los animales y los árboles. Y es que todo lo que sabemos de las guerras, nos fue transmitido por hombres, contado y respaldado por hombres: “Y los libros que hablan de las guerras son incontables. Sin embargo… siempre han sido hombres escribiendo sobre hombres, eso lo veo enseguida. Todo lo que sabemos de la guerra, lo sabemos por la “voz masculina”. Todos somos prisioneros de las percepciones y sensaciones “masculinas”. De las palabras “masculinas”. Las mujeres mientras tanto guardan silencio. Es cierto, nadie le ha preguntado nada a mi abuela excepto yo. Ni a mi madre. Guardan silencio incluso las que estuvieron en la guerra. Y si de pronto se ponen a recordar, no relatan la guerra “femenina”, sino la “masculina”. Se adaptan al canon, escribe la autora.

Varias veces, los relatos de esas mujeres me dejaron pensando: la familia, el odio, la guerra, el dolor, la fraternidad, la venganza y el amor, siempre el amor. Los relatos de estas mujeres, nos enternecen, nos emocionan, nos estremecen, nos hacen vibrar, porque sabemos que lo que dicen fue real. Nunca había leído un libro así y claramente ya es uno de mis favoritos y que súper recomiendo. Rayé el marcapáginas por ambos lados, anotando todo lo que llamaba mi atención -¡fueron muchas cosas! Lo más bonito es cómo las mujeres, varias ya ancianas, iban recordando y, a la vez, mostrándose cada vez más vulnerables y expuestas/indefensas en su relato frente a la entrevistadora. Desde detalles, a simple vista, tan insignificantes como el querer llevar un vestido en el Frente, hasta acontecimientos históricos como cuando la Victoria se hizo inminente en el campo de batalla, son descritos son total franqueza y sencillez que sobrecogen al lector/a -en este caso, a mí.

Finalmente, un punto muy importante que destaco es el "aprender a amar después de la guerra": Este punto es transversal al discurso de las mujeres entrevistadas. El amor: el amor a la Patria, amor a la humanidad, amor fraternal, amor filial, amor familiar. “Después de haber aprendido a odiar, ahora tenían que aprender a amar”. Las mujeres se re-encontraron, algunas después de varios años, con sus familias, sus hijos, sus madres. Las mujeres anhelaban el fin de la guerra, imaginaban lo feliz que serían una vez acabado todo, cómo sería volver a contemplar la naturaleza, reír con las amigas, casarse, poder estudiar. Pensaron que las personas cambiarían, que aprenderían de los errores del pasado, pero la desilusión también fue enorme: “Querida mía… todo es igual que antes, las personas se odian entre ellas. Otra vez se matan unos a otros. Es lo que no acabo de entender… ¿Y quiénes son? Somos nosotros [...] Querida mía, es imposible tener un corazón para el odio y otro para el amor. El ser humano tiene un solo corazón, y yo siempre pensaba en cómo salvar el mío”. De este modo, se vuelve al amor como el eje central de la existencia humana.



sábado, 26 de mayo de 2018

Biografía del hambre (2006), de Amélie Nothomb

Conocí a Amélie Nothomb en idas y venidas a librerías, y porque mi amiga Marine, precisamente belga, me la recomendó también, pero otro libro que lamentablemente no encontré esa vez: Metafísica de los tubos (Ahora ya lo tengo, jeje). Es bacán poder decir que este libro lo pedí en la Biblioteca de Santiago; me hice socia y existen miles y miles de libros hermosos, completamente gratis, a los que puedes acceder. Puedes ir y estar toda una mañana leyendo y buscando nuevos títulos. ¡Estoy tan feliz!

La autora: Amélie, escritora y poeta belga, mujer extravagante, excesiva, para algunxs quizás. Es interesante ver que casi todos sus libros en la Editorial Anagrama traen en su portada fotografías personales de la escritora: muchas son retratos de ella en diferentes poses, hay fotos de adulta y otras de su niñez también. ¿Egocentrismo? ¡Me encanta! Mucha gente la ama; es una autora de culto, y para bien o para mal, mucha gente está hablando de ella. En internet puedes encontrar distintas opiniones sobre su obra, sin embargo, todxs concuerdan en lo especial y único de su escritura: su autenticidad.

Biografía del hambre es, ciertamente, una de sus obras más renombradas. Habla de sus problemas y laberintos internos durante su niñez; es un libro fugaz, pero intenso, que no sigue una trama específica; se trata más bien de una nota autobiográfica. Lo interesante es cómo de un tema aparentemente normal y cotidiano, la autora va elaborando atractivas historias. Elocuentes, pero a su vez muy pausadas.

Amélie nos cuenta de manera irónica algunos hechos trágicos: su anorexia adolescente, su vida nómade circulando por varios países debido al trabajo de su padre, su infancia solitaria, sus miedos y frustraciones. A lo largo de las páginas Amélie nos va contando ideas sueltas, recuerdos pasajeros y experiencias vividas, pero siempre volviendo a ellas a través de la memoria de una niña pequeña. Este tipo de narración, ingenua y, al mismo tiempo, audaz, resulta muy atractiva, pues, su torbellino de ideas toma vida y una va leyendo rápidamente el libro, casi sin parar, ya que cada capítulo trae ideas frescas, que puedes retomar una y otra vez.

Queen Amélie.

En el libro, Amélie nos habla del hambre, pero no solo de hambre de alimentos y sed de agua, sino el hambre como curiosidad y vocación. La autora nos  va contando sus variados apetitos: el chocolate, ser el centro de atención del universo, su hermana Juliette, su precoz alcoholismo, su hambre de amores, de lectura y de escritura; en definitiva, el hambre como búsqueda insaciable, lo que puede leerse como el no-conformismo. Tal como lo enuncia categóricamente la autora: “Conviene precisar, además, que mi hambre debe entenderse en su sentido más amplio: si sólo se hubiera tratado de hambre de alimentos no habría sido tan grave. ¿Pero existe eso de tener sólo hambre de alimentos? Por hambre yo entiendo esa falta espantosa de todo el ser, ese vacío atenazador, esa aspiración no tanto a la utópica plenitud como a la simple realidad: allí donde no hay nada, imploro que exista algo”. Interesante la lectura que se hace de lo anterior, sin embargo, pienso que faltó desarrollar más este aspecto, que, de todos modos, está implícito en el resto del libro. La autora también nos habla de lo sublime y lo bello, el “hambre de belleza”, especialmente en los libros. La escritura y los libros. Me encanta cómo la autora describe ese encuentro con la belleza, porque me identifica totalmente cuando lo veo enfrente mío también: “a la vuelta de una frase que no aportaba demasiadas informaciones suplementarias, se produjo un fenómeno increíble: un influjo recorrió mi columna vertebral, mi piel se estremeció, y pese a la temperatura ambiental de treinta y ocho grados, se me puso la carne de gallina [...] Acabé por averiguarlo. Aquella frase era hermosa: lo que había ocurrido era la belleza”. ¿Les pasa lo mismo cuando leen algo bello, o escuchan una frase hermosa? A mí, mucho.


Distintos temas me gustaron y llamaron mi atención a lo largo del libro. Sobre la infancia, desde muy niña, Amelie se autoproclama Dios. La autora siempre se sintió por sobre el resto de sus compañeritxs de escuela: más lista y más atrevida. Desde chica se sintió diferente, una niña protagónica en diversos aspectos, dueña de su historia y destino, como al menos a ella le gustaba creer en ese entonces. En Nueva York, en donde fue la reina de su clase, todxs le admiraban. Y es que la infancia, en general, trata precisamente sobre unx mismo, ¿no? Un niño o niña sintiendo miedo, alegrías, confusiones. Amélie retrata la infancia como el más puro y sublime egocentrismo, y esa capacidad para describir hechos y sentimientos sobre su propia infancia es un tópico frecuente en la obra de esta belga.


La autora también comparte su experiencia de ser hija de padres diplomáticos, lo cual lleva a la familia Nothomb a vivir en diversos países: Japón, Estados Unidos, China y Bangladesh, entre otros. Lugares que la autora va recordando, oliendo y sintiendo con cada letra. Sus favoritos, claramente: Japón y la ciudad de Nueva York, en donde pasó su primera infancia y luego su niñez. Japón y Nueva York aparecen como los escenarios en donde la autora fue conociéndose y explorando el mundo -su mundo. Posteriormente, se trasladan a otros países asiáticos -obvio que no Japón occidentalizado- que son descritos con total extravagancia, fuera de lo políticamente correcto, tal como quizás lo pensó cuando era una pre-adolescente, sin tapujos ni pelos en la lengua: “Pekín era lo que la ciudad ha inventado de más feo, lo más parecido a un campo de concentración en materia de hormigón”. Su desfachatez es algo que sus seguidores le reconocen como positivo, quienes alaban la mezcla de ironía e inocencia en su narrar. La autora, en su corazón, siempre se sintió nipona: “Una chiquilla belga llorando a causa del recuerdo del país del Sol Naciente merece la nacionalidad japonesa por partida doble”. Amelie reflexiona sobre lo difícil que es sentirse extranjera en el propio lugar de origen “Tenía razón: suya era la ciudad gigante. Los lugares de nacimiento son absurdos: no podía haber nacido en un pueblucho, cuando ella tenía la altura y la elegancia del Chrysler Building”.

Es un libro, que para ser el primero que leo de ella, me gustó harto. Ahora que escribo estas letras viene a mi mente la sentencia de Amélie: “El hambriento es un ser que busca”, entonces, sí, ¡Yo soy una hambrienta!

Portada el libro Editorial Anagrama Pgs.: 206


sábado, 28 de abril de 2018

La historia del amor (2005), de Nicole Krauss

En La historia del amor varias historias, con origen en la memoria del Holocausto, terminan cruzándose de manera inesperada. ¿Qué tienen en común una inquieta adolescente, un viejo obsesionado con la muerte y un antiguo escritor migrante? A simple vista nada. Sin embargo, la autora va mezclando estas historias hasta lograr impresionarnos por sus similitudes, y siempre el amor: a la vida, a la familia, a la literatura, a la juventud. 

La historia del amor es un libro que mezcla personajes e historias aparentemente desconectadas en un ir y venir de sentimientos, convergiendo todos en una misma trama. Es un libro que nos habla de la fragilidad humana, los lazos afectivos y las ganas de vivir. Son dos los personajes principales que logran dar un vuelco a la historia. Por un lado, está Leo Gursky, anciano judío que arranca de su Polonia natal durante la Segunda Guerra, quien narra en primera persona sus últimos meses en su solitario departamento en Manhattan, y cómo va recordando su alejada juventud y pasiones. Y, por otro lado, está la joven Alma, intrépida quinceañera quien sueña con encontrar un novio para su madre viuda y así sacarla de su soledad. Y a veces aparece el relato de Zivi Litvinoff, antiguo amigo de juventud de Leo, quien saca a la luz La historia del amor, manuscrito que aparece en el libro como tal -un libro dentro de otro libro. Es interesante ver cómo La historia del amor es en verdad el título del libro que escribe Leo a propósito de un viejo amor.


Nicole Krauss en nueva York.

En el libro aparecen también un montón de personajes: Bruno, Julián, Bird, Isaac Moritz, Rosa y Alma Mereminski el amor juvenil de Leo. La muerte, el amor, la soledad y la amistad aparecen como los tópicos recurrentes a lo largo de las páginas, en donde los diferentes personajes van dando vida a la historia. Llama la atención la ternura con la que Leo nos habla de Bruno, su fiel y eterno amigo. La amistad entre estos personajes rebosa emoción, quienes se cuidan, aconsejan y acompañan en la vejez, “Bruno, mi fiel camarada. no lo he descrito lo suficiente. ¿Bastaría con decir que es indescriptible? No. Vale más probar y fracasar que no intentarlo. Tu pelito blanco se agita levemente en tu cráneo como pelusa de un diente de león mal soplado. Muchas veces, Bruno, me han dado ganas de soplarte en la cabeza y pedirte un deseo. O quizá debería empezar por tu estatura, tan escasa. En tus días buenos, como mucho, me llegas al hombro. O por esas gafas que sacaste de una caja diciendo que eran tuyas, unas cosas redondas, enormes, que te agrandan tanto los ojos [...] ¡Son gafas de mujer, Bruno! He intentado decírtelo muchas veces, pero siempre me ha faltado valor”.

La soledad vivida por Leo y por Alma conmueven por igual, pese a que uno, viejo, y la otra, joven, la vivan de diferentes maneras. La soledad de Leo está en todos lados, la vive y la respira día a día, esperando la hora de su muerte, pero esperando que todos se enteren. Mientras que la soledad de Alma se reinventa, busca compañía pero sin éxito, escondiéndose en sus libros e ideas locas. Ambos personajes viven una constante búsqueda de algo que los salve: “Perdí a Hershel por la lluvia. Perdí a Josef por una grieta del tiempo. Perdí el sonido de la risa. Perdí unos zapatos que me quité para dormir… Perdí a la única mujer que había amado en la vida. Perdí años. Perdí libros.. Así pues, ¿quién me asegura que, por el camino, sin darme cuenta, no he perdido también la razón?"

Me gustó mucho la ingeniosa forma de narrar la historia, Nicole Krauss da vida a una diversidad de voces, de hecho, cada capítulo es narrado por un personaje diferente. Lo interesante es que en cada capítulo se nota la voz protagónica, marcadamente distinta. La voz de Leo es divertida y elocuente, la de Alma es intrépida e inquieta, mientras que la voz omnisciente toma la distancia correspondiente de la narración y nos envuelve en ella de manera más descriptiva, sintética. Me gustó muy especialmente la narración del viejo Leo, pues, a mi modo de ver es el personaje que da vida y gracias a toda la novela, con sus ocurrencias, anécdotas y formas de pensar. Esta construcción de la novela ha sido muy alabada por la crítica, pues, nos puede sumergir en un amplio abanico de recuerdos, personajes y emociones. 

Esta es la segunda novela de esta escritora neoyorquina, elogiada unánimemente por esta obra. El año de su publicación, el 2005, la crítica literaria la posiciona como una de las grandes autoras contemporáneas. Es así que muchos elogios leí por internet y varias veces vi su nombre en librerías o páginas de libros, así que me decidí a tenerlo. Sin embargo, debo decir que no lo quise para mí, sino para mi mamá, a quien se lo regalé en una ocasión. Ella comenzó a leerlo, pero al parecer -jeje- la lectura no fue de su gusto. Y es que, claro, los libros no son para todxs: cada uno tiene su tiempo y lector. Y este libro, por la forma en que está narrado, puede no gustar a todxs. Reconozco que en un comienzo la lectura se me hizo difícil, no engaché de inmediato y varias veces lo dejé tirado, pero pronto agarré el vuelo y me vi envuelta entre páginas y páginas frente al rico mar caribeño colombiano. De todos modos, no entra ni de cerca en la categoría de mis libros favoritos. Si no fuera porque lo escribo en esta humilde reseña -y esa es la gracia-, sería un libro que fácilmente olvidaría.


Portada del libro
Pgs: 287
Editorial Salamandra



domingo, 11 de febrero de 2018

Qué vergüenza (2015), de Paulina Flores


Desde su lanzamiento, “Qué vergüenza” ha sido unánimemente aclamado por la crítica nacional, siendo su autora, Paulina Flores, catalogada como una de las jóvenes promesas de la literatura latinoamericana contemporánea. Distinción que hizo que la editorial barcelonesa Seix Barral pusiera sus ojos en ella y así publicar esta obra en España y otros países como México, Colombia y Argentina. Paulina Flores estudió Literatura en la Universidad de Chile, pero en varias entrevistas señala que su decisión de entrar a estudiar esta carrera fue más bien al azar, pues, nunca fue una asidua lectora, ni tampoco su familia. Más mérito, entonces. Paulina es una escritora que observa, que anota, que trabaja y que construye historias increíbles como los cuentos “Qué vergüenza”, “Espíritu americano”, “Tía Nana” y “Últimas vacaciones”, al menos mis favoritos de este libro.

El relato de Paulina me gustó mucho. En general, no me gustan mucho los cuentos. Tengo varios libros de cuentos en casa sin leer, porque prefiero enganchar con historias más largas. Pero esta vez me pasó algo diferente: desde el primer cuento, que da nombre al libro, “Qué vergüenza”, quedé entusiasmada con la forma de escribir la historia: personajes entretenidos, un rollo contundente, un final inesperado. Estos elementos me animaron a seguir, y así, hasta que pude leer los nueve relatos, de los cuales me gustó la mayoría. Llegué a este libro por la página BuscaLibre, apareció en oferta y hace rato lo venía escuchando, así que lo compré.

La talentosa Paulina

Respecto a la narración, en el libro hay varios cuentos que son narrados en primera persona, y cada una de esas voces logra destacar como una distinta, es decir, en cada una de ellas se nota la unicidad del/de la protagonista: completamente identificable, ya sea en su tono, sus acciones o pensamientos. Por otro lado, los cuentos narrados en tercera persona se centran en un solo personaje principal, que es como si éste lo fuese relatando. Eso sí: todxs son personajes corrientes, habitantes y vecinxs de Independencia, Talcahuano y Quilicura –un “Chile real”, podrían decir algunxs. Son personajes que nos muestran hechos cotidianos, pero relevantes: un padre sin trabajo que ve cómo su masculinidad es cuestionada por su familia, niñxs que crecen y comienzan a comprender las “cosas de grandes”, una joven trabajadora explotada en un local de comida rápida, una veinteañera que regresa al hogar materno luego de una ruptura amorosa, o adolescentes de provincia que sueñan con ser estrellas de rock... En todxs ellxs aparece la soledad, pero también la familia: una madre, una tía, una prima, un padre, un hijx… Son historias en donde las generaciones se entrecruzan constantemente para recordarnos que al final, al parecer, eso es lo único que tenemos, o nos queda...

En el libro hay encuentros y desencuentros, desilusiones y momentos de inflexión entre la inocencia y la vida adulta. ¿Cómo nos hacemos cargo de nuestras emociones, de nuestras responsabilidades y vivencias? Paulina remata sus finales siempre con una pregunta disimulada. Son finales inesperados, o que nos dejan pensando, ¿cómo actuaríamos nosotrxs?, ¿qué tan honestxs somos hacia nosotros mismxs? Los secretos que cada persona puede guardar son ilimitados, insospechados, siempre moviéndose entre la humillación y la sorpresa, tal como señala la protagonista en “Espíritu americano”: “Me sorprendí, me dio rabia y me entristeció, pero dejé que me tomara la mano. Y lo hice por la propina, porque era gringo y los gringos siempre dejaban buenas propinas y porque supuse, en ese breve instante, que si me mostraba molesta no sería así. Así que dejé que un anciano me tomara la mano, por dinero. Puede parecer ridículo, pero nunca se lo he contado a nadie [...] Lo que haces es engañarte. Engañarte muy bien, tan bien que terminas por olvidarlo”.

Algo que me gustó mucho –y aquí viene mi lado sociológico- es que Paulina no intenta embellecer la realidad que narra. Más bien al contrario. Nos habla de derrotas y desilusiones, pero también de orgullo y fortaleza. Nos habla de familias chilenas de clases medias, aquel segmento heterogéneo en donde todxs tienen cabida, en donde la meritocracia, el arribismo, el esfuerzo y la frustración se llevan en la cultura. Paulina refleja todo lo anterior de manera pulcra y sincera, sin caer en estereotipos o personajes estándar, en donde podemos reconocer-nos: “Vivíamos en una de las poblaciones más pobres de una de las ciudades más feas del país: la Santa Julia, en Talcahuano [...] Pero a nosotros no nos molestaba vivir en un lugar que la gente consideraba feo, todo lo contrario, al menos yo me sentía extrañamente orgulloso”. Las variadas clases medias –nunca una sola– narradas por la escritora son aquellas que se tambalean, aquellas que nunca pueden descansar; de madres y padres cansadxs, que viven en blocks o viviendas sociales o que no tienen trabajo, y con ello tampoco un destino claro. Se trata también de un segmento en donde a veces incluso los hijxs se avergüenzan de sus padres y sus orígenes; es la identidad continuamente construyéndose/decostruyéndose: “Quise mirarla también, pero la única imagen que se me vino a la cabeza fue la de mi mamá. La de mi verdadera mamá, mi mamá fea”.

Sin embargo, en el relato de la autora no hay resentimientos ni crítica social; sus personajes son seres reales que habitan y deambulan por las poblaciones y villas. Son sujetos contemporáneos, frecuentes y habituales que sienten miedo, amor, y que añoran una vida mejor, en donde cada pequeño detalle puede ser muy importante/determinante. Los relatos son muy íntimos, a veces alegres, a veces triste, y esa nostalgia es precisamente lo que más me conmovió, como la amargura resignada que señala un joven al mirar su pasado familiar: “Mi madre se había ido, me había dejado solo en la casa, echado a mi suerte junto a un hombre moribundo. Todos lo sabían menos yo. Hasta mi hermana chica lo sabía, y había intentado advertirme, pero yo no la escuché”. En "Qué vergüenza" al parecer no hay finales felices. Un poco, para algunxs, la vida misma, ¿no?


Portada del libro
224 páginas
Editorial: Hueders


domingo, 21 de enero de 2018

La flor púrpura (2004), de Chimamanda Adichie

Una historia familiar llena de desafíos, crecimiento y anhelos. Una historia familiar que te atrapa y conmueve. La flor púrpura es el primer libro de la escritora nigeriana Chimamanda Adichie, reconocida por su célebre charla TED “We should all be feminist”. Este libro fue un regalo navideño de mi hermana, quien sin querer supo que quería comenzar a leerla. Me llegó de sorpresa y fue el mejor regalo de la Navidad.

La flor púrpura es un relato bien armado, con exquisitos detalles y personajes con marcadas personalidades, muy cercanos y comprensibles. Son seres que sufren, que aprenden, que gozan. Nunca había leído a algún autor africanx, por tanto, este libro me permitió conocer un poco más sobre Nigeria, su cultura y sus costumbres. Me gusta la forma en que Kambili -narradora protagonista- cuenta la historia, y su evolución en su narración: como una niña embobada por la poderosa figura de su padre hasta ser una joven con ideas más o menos propias, todo ello en una constante búsqueda interior, cuestionando los moldes y esquemas familiares, ya impregnados en su ser.  El libro se estructura en cuatro capítulos: “Domingo de Ramos”, “Antes del domingo de Ramos”, “Después del domingo de Ramos” y “El presente”, siendo el segundo ampliamente más largo que el resto, pues, allí la autora nos introduce de lleno en las vidas y aventuras de los personajes principales. .

Kambili es la narradora en primera persona singular. Ella nos conduce por la historia familiar a través de un relato dulce e ingenuo: nos cuenta sobre su temerosa madre, su valiente hermano, Jaja -también adolescente-, y su estricto padre, Eugene; nos cuenta sobre sus vidas llenas de lujos y comodidades, pero también sobre las estrictas reglas que les impone su padre. La historia de Kambili es la historia de una familia que  lentamente se rompe por dentro.


Chimamanda <3


A través del relato, Kambili va desarrollando la compleja personalidad de su padre, a quien teme profundamente, pero ama de manera incondicional: Eugene es hombre autoritario, fervoroso seguidor de las reglas, importante miembro de la iglesia católica, quien, además de ser un poderoso empresario, comparte su fortuna con quienes más lo necesitan. Eugene, castigador y violento con su propia familia, de quienes espera la implacabilidad, es capaz de todo para mantenerlos bajo control, siempre aduciendo a la religiosidad y a Dios: “Esto es lo que a uno le ocurre cuando camina hacia el pecado. Se quema los pies”... Ya en las primeras páginas se nos muestra a este padre agresivo, quien violenta fuertemente a su hijo por no comulgar en la misa “Todo empezó a desmoronarse en casa cuando mi hermano Jaja, no fue a comulgar y padre lanzó su pesado misal al aire y rompió las figuritas de la estantería. Acabábamos de regresar de la iglesia”. Ese día, el domingo de Ramos, el día en que la familia se desmorona, comienza la narración de Kambili, sin embargo, sus recuerdos comienzan en Nsukka, antes del domingo de Ramos, en casa de su tía Ifeoma.

Así es como pronto irrumpe en la escena el personaje más colorido y llamativo de la trama: Ifeoma, hermana de Eugene, viuda y madre de tres hijxs: Amaka, Obiora y Chima. Ifeoma una mujer alegre, independiente, profesora universitaria, muy segura de sí misma, y feminista, aun sin nombrarse como tal. Estas características llamaban profundamente la atención de Jaja y Kambili, quienes observaban cómo Ifeoma bromeaba a Eugene, de tú a tú, sin miedos, tratándolo como  a alguien común y corriente, y no como a alguien de respeto, lo que en un principio causó profunda incomodidad y disgusto en Kambili, quien no puede desprenderse aún de su estricta formación. En casa de Ifeoma suceden diversas situaciones nunca antes vividas por los hermanos: por primera vez escuchan música africana como la de Fela Kuti, conversan en la mesa mientras cenan, cantan en igbo -lengua nativa- durante las misas, se hacen amigxs de un joven y progresista sacerdote y, por sobre todo, aprenden a reír a carcajadas: “Me eché a reír. Mi propia risa me resultaba extraña, como si estuviera escuchando una grabación en la que se reía un extraño. No estaba segura de haber oído alguna vez mi propia risa” señala Kambili.

Los pocos días en casa de Ifeoma son suficientes para comprender la distancia abismal entre las familias, en las formas de entregar amor y servir al catolicismo: “Entonces me di cuenta de que eso era precisamente lo que tía Ifeoma hacía con mis primos: les levantaba el listón cada vez un poco más al hablarles de la forma en que lo hacía, al aumentar sus expectativas en lo que esperaba de ellos, siempre con la convicción de que lograrían sobrepasarlo; y ellos lo hacían. Para Jaja y para mí las cosas eran diferentes: saltábamos el listón, pero no porque creyéramos que éramos capaces de lograrlo, sino porque nos aterrorizaba el no serlo”. El relato de la joven permite comprender su crecimiento y autodescubrimiento. En este viaje, en donde conocen de manera íntima a sus primxs y tía, los hermanos comienzan a entender que existe todo un mundo fuera de su protegido hogar, lejos de la figura de su padre. Nuevas costumbres, ideas, modales y comidas son experimentadas y, al mismo tiempo, lentamente las  estructuras autoritarias que sustentan a la familia comienzan a fragmentarse. De este modo, después de una días en Nsukka, ya nada puede ser lo mismo al regresar a casa.

Es súper interesante el relato que plantea la autora. Nos habla un poco sobre África, aquel lejano continente que se nos pinta como la otredad, tan disímil a lo nuestro. La autora, a través de Kambili, nos cuenta sobre Nigeria y el colonialismo aún imperante en aquella sociedad. ¡Me encantó este libro! Está hermosamente escrito, cada detalle cuidadosamente narrado, en donde la lectura fluye sin cesar. Kambili es la protagonista del relato, pero me parece que todos los personajes son igualmente importantes: Eugene, quien marca la pauta del orden, el padre Amadi, quien les enseña sobre un catolicismo abierto al pueblo nigeriano,  la tía Ifeoma y sus hijxs, quienes enseñan a sus primxs la existencia de otras formas de hacer las cosas. Cada uno de ellxs aparece de manera contundente, cada uno con su cuento aparte. El relato de Kambili, ciertamente, es sobrecogedor. A lo largo de la historia hay ingenuidad y alegrías que denotan, al mismo tiempo, sufrimiento: “en el rostro de Jaja se dibujó una sonrisa tan amplia que me permitió descubrir unos hoyuelos en sus mejillas que nunca antes había visto”.

Chimamanda Adichie, mujer negra, africana, contadora de historias, activista feminista, fanática de la moda, los colores  y el arte, amiga de Beyonce.. me declaro su fan.

Recomendadísimo, por mí.


 
Portada del libro
301 páginas
Editorial: Random House