Las
primeras obras de Carrère fueron novelas. Sí, Carrère era un novelista de cierto prestigio
y reconocimiento. No obstante, luego de haber escrito El Adversario, en
el 2000, (reseña que ya subí) su obra literaria dio un sorprendente giro: se alejó de la ficción
literaria para abrirse paso a las historias que oscilan entre la investigación
y la memoria personal. Este giro le valió el elogio de la crítica y gran
popularidad, lo que, a su vez, le acercaba a los pasos del gran Truman Capote,
gran referente de la novela de no-ficción. Es así como publica el 2008 Una
novela rusa (ya quiero leerla!!), un libro que habla del pasado de su
familia materna, hasta continuar con De vidas ajenas, el 2009, el
hermoso libro que habla sobre el duelo, la enfermedad y el amor; siempre el
amor.
De
vidas ajenas como no-novela -o mémoires, como le llaman algunxs- es
un precioso mosaico perfectamente armado por el autor, quien se esmera en
ordenar los fragmentos de historias, personajes, fechas y sentimientos que
habitan en su memoria. Entonces, Carrère no
sólo cuenta una historia, sino que, también, comparte la reflexión del proceso
de contarla. De vidas ajenas es un relato sobre la vida de otras
personas, lo que convierte a Carrère en
un testigo, una voz narradora de los hechos. En diversas páginas nos cuenta
cómo es que comienza la idea de escribir sobre las vidas ajenas, explicando
que, antes de llevar la obra a su editor, muestra el borrador a los verdaderos
protagonistas de la historia, con el propósito de ser franco y honesto con
ellos: “Me sentía como un retratista que, al mostrarle el lienzo, confía en que
el modelo estará contento, y los dos lo estuvieron”. El libro es finalmente el
lienzo de Juliette, de Étienne y de Patrice, marido de Juliette; retrato que
ésto dos últimos pintaron con palabras a Emmanuel Carrère.
Son
dos principales historias las que nos cuenta el escritor. Por un lado está el
tsunami que lo pilló a él y su familia de vacaciones en Sri Lanka el año 2004,
y la posterior enfermedad de su cuñada Juliette, hermana de su pareja. En ambas
historias la muerte toma parte central: en la primera, la muerte de una pequeña
hija para sus padres en un país lejano, y en la segunda la muerte de Juliette,
quien deja a su joven familia deshecha. Estas historias permiten a Carrère, un mero espectador, armar un relato
coherente, significativo, que intenta contar los hechos tal cual fueron
percibidos por las personas.
Personalmente,
la segunda historia fue la que más me conmovió, además, fue la historia más
desarrollada por el autor. De hecho, al mirar hacia atrás, pienso que ésta es la
gran historia del libro, debido a la complejidad con que fue abordada: la
muerte de Juliette, contada por su colega jurista Étienne y su marido dispar,
Patrice. Lo que hace Carrère es juntarse con ambos por separado y
escuchar lo que dicen acerca de su relación con la fallecida. Pero Carrère lo interpreta con tanta delicadeza y
sencillez que sus palabras cobran sentido para mí: el sufrimiento, el amor y el
coraje aparecen como sentimientos humanos cotidianos y generosos. Como diría
Juliette, inválida a causa de un cáncer, a Étienne: “no pasa un día sin que me
diga: tengo el amor. Todo el mundo lo persigue, pero yo, que no puedo correr,
lo tengo. Me gusta esta vida, me gusta mi vida, la amo totalmente, ¿comprendes?”.
Por
otro lado, una tercera y menor historia, pero no por eso menos hermosa, es la
que el escritor cuenta sobre sí mismo, sobre su proceso como narrador y como
persona, de sus miedos y frustraciones. Carrère se
acerca a los dos relatos mencionados anteriormente, pero lo hace, también,
desde su condición de “hombre sano”, nunca olvidando que las desgracias ajenas
son precisamente eso: desgracias de otros. Esta actitud le confiere
seguridad y desplante en la narración, agradeciendo más de una vez el hecho de
que a él no le haya ocurrido esas tristezas: no le ocurren a él, ni a su
pareja, ni a sus hijos, sólo le afectan de manera tangencial, lejana, invocando
el egoísmo, tan humano -o construido. Sin embargo, el dolor ajeno le vuelve una
persona vulnerable, le hace recordar su pequeña miseria: “Pero lo general, que
es el amor, me habrá faltado. He sido amado, sí, pero no he sabido amar o no he
podido, es lo mismo. Nadie ha podido descansar jamás en mi amor con absoluta
confianza. y yo no descansaré al final en el amor de nadie”. Este tipo de
frases -así, tan abierta y honesta, pero al mismo tiempo desinteresada- nos
muestran al autor de manera verdaderamente íntima, sin ropajes, sin velos que
tapen sus sentimientos. Nos habla un hombre que se confiesa a través de sus
letras.
Es
un libro que realmente me atrapó, lo leí muy rápidamente en mi ratos libres y
mis viajes en metro. Una historia tan bien contada, tan emocionante e intensa.
Confieso que me emocionó hasta las lágrimas, y agradecí profundamente haberlo
leído. Cliché, pero igual: un libro más que bacán sobre la vida y el amors.
Portada del libro Editorial: Anagrama |