domingo, 12 de julio de 2015

En el camino, Jack Kerouac (1957)

Daré inicio a este blog con el último libro leído: En el camino (On the road). Hace tiempo que tenía curiosidad por leer este libro, así que lo encargué a la grosa página de The Book Depository y demoró más o menos un mes en llegar a casa. La verdad es que empecé a leerlo hace algunos meses atrás y avancé unas cuantas páginas, pero no enganchaba con la historia, se me hacía pesada y confusa y ahí quedó. Sin embargo, decidí darle una segunda oportunidad después de harto tiempo sin tomarlo y así comenzar de cero. Creo que fue una buena decisión, porque la segunda vez que pesqué el libro no lo solté hasta terminarlo.

En el camino es un libro publicado originalmente en inglés el año 1957 por el escritor y poeta norteamericano Jack Kerouac (1922-1969). El libro, con marcado carácter autobiográfico, narra las andanzas del entusiasta Sal Paradise (el álterego de Kerouac) mientras recorre los Estados Unidos a bordo de autos y camiones ajenos, siempre en busca de nuevos estímulos  y amistades. La novela relata, en cinco apartados, los cinco viajes que realiza Paradise antes de 1951, y comienza con la llegada a Nueva York del extraño y misterioso Dean Moriarty (Neal Cassady en la vida real), el mítico hipster, un tipo loco que irradia mucha energía y que rápidamente seduce a Paradise. “Con la aparición de Dean Moriarty empezó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la carretera”. A lo largo del relato en primera persona de Sal Paradise nos internamos de manera intensa en la carretera, la cual representa un estilo de vida romántico y bohemio: sin restricciones, ni reglas, ni comodidades, pero sí mucha libertad y camaradería.  


En la vida real: (de izq. a der.) Neal Cassady y Jack Kerouac

A medida que avanzamos la lectura nos vamos encontrando con nuevos y estrafalarios personajes –como Chad King, Carlo Marx, Marylou, Tim Gray, Ray Rawlins, Elmer Hassel y Camille, entre muchísimos otros–, cuyas historias se entrelazan sucesivamente a lo largo y ancho del país –desde Nueva York, pasando por Chicago, Cheyenne, Denver, San Francisco, Texas, San Luis, hasta llegar a México DF. Y quizás a aquello se deba mi confusión inicial, puesto que eran demasiados nombres y lugares que recordar.

En el camino se articula, principalmente, a mi modo de ver, en torno a la intensa amistad que traban Sal y Dean. En toda la novela es posible apreciar el profundo sentimiento de admiración que Dean despierta en Sal, llevándolo a iniciar sus viajes en la carretera. Sal es un joven escritor que vive tranquilamente con su tía en Nueva York, mientras que Dean es un alocado vagabundo que ha pasado por distintos reformatorios y que acostumbra a robar autos; sin embargo, sus caminos se unen y desunen, y eso no lo olvidarán jamás. El amor que Sal siente hacia Dean es fiel, único, desinteresado, pero por sobre todo no correspondido: Sal es capaz de renunciar a todo para poder disfrutar de la carretera con Dean, pero éste llega a deshacerse de él en cuanto se le presenta la ocasión. "Tuve de pronto la visión de Dean, como un ángel ardiente y tembloroso y terrible que palpitaba hacia mí a través de la carretera, acercándose como una nube, a enorme velocidad persiguiéndome por la pradera como el Mensajero de la Muerte y echándose sobre mí. Vi su cara extendiéndose sobre las llanuras, un rostro que expresaba una determinación férrea, loca, y los ojos soltando chispas; vi sus alas; vi su destartalado coche soltando chispas y llamas por todas partes; vi el sendero abrasado que dejaba a su paso: hasta lo vi abriéndose camino a través de los sembrados, las ciudades, derribando puentes, secando ríos. Era como la ira dirigiéndose al Oeste. Comprendí que Dean había enloquecido una vez más". La amistad entre ambos personajes es el motor que hace andar a esta novela, porque ésta es también la evolución de una larga y extraña amistad.

Las casi cuatrocientas páginas de En el camino están colmadas de anécdotas, propósitos y despropósitos. Cada nueva página trae consigo una historia nueva y escenarios distintos. Creo que allí radica la particularidad de esta novela, pues es capaz de mantener nuestra atención sin la necesidad de narrar hechos demasiados extraordinarios, sino que lo hace mediante una novedosa forma de nombrar lo que todos conocemos.

En este sentido, debo señalar que me llama mucho la atención el singular estilo de escritura que utiliza Kerouac. Sin siutiquerías ni prosas rimbombantes, esta obra está escrita de manera espontánea y con un lenguaje muy coloquial, no olvidemos que intenta representar a toda una generación fuera de la norma norteamericana de ese entonces. A menudo, me encontraba con palabras o frases que no entendía del todo, y es que esta edición (de Anagrama) es española, por lo tanto, la informalidad original se transforma en informalidad española, no siempre entendible de buenas a primeras. Es importante mencionar que Jack Kerouac tardó solo tres semanas en escribir En el camino, un viaje que realizó durante casi siete años. De ahí que se pueda desprender esta sencillez en la escritura y la poca preocupación por el lenguaje estético.

En el camino ocupa un lugar muy importante en la literatura estadounidense. Estamos frente a un libro atrevido y turbador, en el cual la carretera aparece como escuela y como educación frente a la conservadora y exitista sociedad estadounidense de mediados del siglo xx. Estos jóvenes representan la respuesta de la dolida sociedad de la posguerra, aquella que intenta encontrar el sentido de la vida a través de actitudes y escenarios poco convencionales. A  través del relato van apareciendo y desapareciendo constantemente los suburbios y ‘extrañas’ costumbres de negros y latinos, retratados como formas de vida opuestas al American way of life, de las cuales los protagonistas se nutren y toman ciertos elementos. El retrato de lo feo y lo sucio de la sociedad estadounidense, a través de las drogas, el sexo y la pobreza, es uno de los elementos más poderosos de esta novela, pues intenta encumbrar una contracultura opuesta a la artificialidad y consumismo reinantes. Esta sensación de vacío es ilustrada en la siguiente cita: “Y quería ser negro, considerando que lo mejor que podría ofrecerme el mundo de los blancos no me proporcionaba un éxtasis suficiente, ni bastante vida, ni alegría, diversión, oscuridad, música; tampoco bastante noche. Me detuve en un puesto donde un hombre vendía chiles en bolsas de papel; compré un paquete y me lo comí paseando por las oscuras calles misteriosas. Quería ser un mexicano de Denver, e incluso un pobre japonés agobiado de trabajo, lo que fuera menos lo que era de un modo tan triste: «un hombre blanco» desilusionado”. Viajes sin sentido en busca de algo: Dean como viaje y el viaje como libertad.


Portada del libro
Editorial: Anagrama
Pgs:396

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