Francisca Márquez comienza este libro explicando cómo es que surge su fascinación por la ciudad de Santiago. Nos cuenta que desde niña su mundo se reducía a Ñuñoa y Providencia, y a veces Santiago Centro, sin referentes que evocaran la otredad. Sin embargo, a medida que crece comienza a conocer otras comunas: primero, visitando a sus compañeros de la universidad en San Bernardo y, luego, estudiando distintos fenómenos urbanos.
Relatos de una ciudad trizada se basa en el trabajo etnográfico realizado por la académica entre los años 1995 y 2005, preguntándose por los imaginarios y formas de habitar la urbe. La pregunta principal que plantea este libro es “¿cómo es posible que, existiendo trizaduras y fronteras, la ciudad archipiélago logre mantener sus islotes reunidos?” Santiago es un enigma, pues, “fragmentada y segregada, y sin puentes evidentes entre un islote y otro, permanece y sobrevive”. A lo largo del libro, Márquez reconoce un hilo conductor: el deseo de una comunidad que se añora, pero nunca se alcanza. Santiago es una diversidad de fragmentos que intenta mantenerse como un todo.
La autora recorre Santiago desde su fundación con la llegada de los españoles y, posteriormente, el desarrollo de la Colonia, hasta llegar a los años 80, época en donde, señala, se evidencia un quiebre en el relato común de ciudad. La dictadura militar y las posteriores transformaciones económicas e institucionales trajeron profundas consecuencias para la ciudad, los movimientos sociales y lxs pobladores, quienes fueron relocalizados y expulsados a los extramuros. En pocos años, los “pobres” fueron reubicados en los márgenes de la ciudad, en viviendas para pobres y en comunas para pobres, marcando así el inicio de una nueva etapa en la historia y construcción de Santiago. Este hecho afectaría, sin distinción, a todos los ciudadanos: “después del 73, Santiago no vuelve a ser lo mismo, las trizaduras no solo se redibujan, sino también se profundizan”.
El tema central del libro es la segregación territorial. Francisca Márquez explica que los distintos actores tomadores de decisiones no han sido explícitos en pensar -y diseñar- Santiago desde la condición urbana de su territorio, y más bien se han obstinado en la protección y resguardo de sus pequeñas islas, lo que es evidente en las políticas y programas que buscan mejorar la calidad de vida de sus habitantes, pero sin mirar -o muy escasamente- la interacción entre los distintos fenómenos y variables. En consecuencia, la arquitectura institucional, desde la cual se abordan estos problemas públicos, cuenta con escasos mecanismos de coordinación intersectorial que permitan mirar el problema de manera integral.
Todas estas ideas se relacionan estrechamente con la noción de dignidad, tan exigida durante las manifestaciones del 2019 en el denominado “estallido social”. Y lo interesante es que este libro se lanza un año antes, contribuyendo a la comprensión de algunos de los orígenes de ese malestar.
Finalmente, la autora reflexiona sobre la construcción de la condición urbana, y cómo ésta exige la afirmación de la autonomía individual y su traducción en el colectivo, dentro del cual los individuos se reconocen en valores comunes y en diversas visiones de mundo: eso es la vida urbana, dice Márquez, en el sentido más profundo de la palabra. Éste es un libro que me parece muy interesante a la luz de los debates actuales sobre la ciudad y el territorio, aportando distintas reflexiones desde la antropología, la etnografía y la historia.
Portada del libro 255 páginas Editorial Ocho Libros |