viernes, 23 de octubre de 2020

Este libro te salvará la vida (2007), de A. M. Homes

Hay libros que llegan cuando uno los necesita. Este me agarró por sorpresa: con personajes entrañables, situaciones absurdas y un humor que no cae nunca del todo en la liviandad.  Ésta es una historia con personajes exóticos, pero al mismo tiempo adorables: Cecelia, la asistenta de la casa; Anhil, el donutero inmigrante, Cynthia, la dueña de casa superada y llorosa; Nic, el famoso vecino actor; y Lusardi, el místico médico, entre varios otros. Sobre este curioso reparto de personajes, A.M. Homes va armando la trama principal del libro: la crisis personal que atraviesa Richard, un hombre de 55 años, a quien le sobra el dinero y el tiempo, y que un día vuelve a nacer luego de un extraño dolor que siente en el cuerpo.

A.M. Homes, escritora estadounidense muy conocida por sus polémicas obras de ficción -como El fin de Alice- se inventa la vida de Richard Novack, quien lleva una existencia vacía y sin sentido, apenas manteniendo contacto con el mundo exterior, salvo por sus asistentas: la señora que hace aseo en su casa, su nutricionista y la entrenadora física. Richard sigue enamorado de su ex-esposa, apenas mantiene relación con su único hijo adolescente, Ben, y ni qué decir sobre sus padres y hermano: completos extraños, pese a la cercanía. Tal como lo expresa la voz omnisciente presente en  toda la historia: “se había vuelto estúpidamente independiente, no necesitaba ni conocía a nadie. No formaba parte de la vida de nadie. Se había liberado tan completamente del mundo de las dependencias y obligaciones que no estaba seguro de su propia existencia”. Esta soledad no es algo que le afecte, pero su despertar ocurre un día y ya no hay vuelta atrás, cuestionándose en qué clase de persona desea convertirse.

En este relato, ambientado en Los Angeles, la autora mezcla aventuras delirantes con una radiografía de una sociedad en decadencia, donde todo se compra —incluso el alma— y el vacío se maquilla con batidos detox y salud espiritual. Por eso la necesidad de un “libro amable”, como lo llama ella en una entrevista. Y, ciertamente, lo es. Este libro te salvará la vida, haciendo guiños a la cultura autoayuda y el new age hippie, se ríe de la cultura gringa, de sus miserias y sus contradicciones sociales, en donde el dinero todo lo puede comprar, y en donde los vicios modernos, como el culto al físico y la salud, se venden como rituales espirituales que te salvan la vida.

Me gusta la forma en que la autora estructura la narración: los diálogos adquieren un rol protagónico y los variados personajes toman la palabra sin dar mucho espacio a las descripciones o a la creación de capítulos; se cuenta todo hilado, de una sola vez. La historia tiene un ritmo que te atrapa. Empecé a leer y no me di ni cuenta cuando ya llevaba 70 páginas, entre risas, muecas y expresiones faciales que puede sacarte esta lectura. Y si hay algo hermoso en la literatura es la capacidad de ponerte en el plano de lo ficticio, un mundo imaginario, pero cercano. Hace algún rato que no estaba leyendo novelas, y tenía muchas ganas de una que me enganchara, así que tuve la suerte de encontrar este libro.


Amy Michael Homes (1961 - )


En fin, disfruté mucho esta lectura, sus personajes entrañables, las situaciones absurdas y el estilo comedia-burla-drama del relato. El personaje principal, Richard, puede parecer nefasto a veces, pero lo incuestionable es su autenticidad, ¿acaso uno de los más nobles atributos de una persona? Al final se da cuenta que lo importante no es el éxito, sino lo que somos y hacemos por otros. Específicamente, y parafraseando a A.M. Homes, qué tendríamos que hacer para salirnos de nosotros mismos: “
¿bailar en los pasillos del supermercado, gritar a pleno pulmón, poner en marcha un programa para ayudar a pequeños empresarios como Anhil para abrir tiendas de donuts?” 

Richard quiere ser alguien que importe. No por tener dinero, sino por haber hecho algo bueno. Y en ese gesto torpe, a veces ridículo, pero profundamente humano: “Quiero hacer esto mismo por otros, por desconocidos, no importa quiénes sean, y quiero poder hacerlo por mí mismo”. A.M. Homes nos recuerda que no es tan tarde para cambiar, aunque nos duela el cuerpo.


Portada del libro
Editorial Anagrama
392 páginas


domingo, 13 de septiembre de 2020

Space invaders (2013), de Nona Fernández

Si bien es el segundo libro que leo de Nona Fernández, ya ocupa un lugar especial en mi corazón. Me gusta cómo piensa (he visto varias entrevistas suyas), me gusta lo que cuenta y cómo lo cuenta: cómo adorna con sutileza y gracia frases simples pero poderosas. Me encanta su manera de abrir sus recuerdos y mundos interiores en letras, con un estilo tan singular como experimental.

Space invaders es una historia breve —apenas 77 páginas— pero intensa. Habla de niñas, niños y misterios. De dictadura, de escuela, de familia. Nona se enfoca en un grupo de compañeros de curso y les da voz, no solo a uno, sino a varios personajes, entretejiendo una historia donde la verdad se mezcla con lo nunca dicho, porque para los adultos todo lo importante era siempre “cosa de grandes”.

Dar voz a niñas y niños —históricamente silenciados, rezagados, incomprendidos— es un acto profundamente conmovedor. Más aún si se trata de “los sin apellido, estudiantes de un liceo de mierda, sin tradición ni vista a la cordillera; todos cabecitas negras”, tal como lo enuncia la autora. Aunque no son víctimas directas de la dictadura, están ahí, observando, recordando, soñando, intentando comprender. Como dice Gabriel Salazar en Ser niño huacho en la historia de Chile: “Pueden comprender, sin ser comprendidos”.

También me pareció muy potente cómo aparece la escuela como espacio de disciplinamiento: formarse a un brazo de distancia, llamarse por el apellido, cantar el himno, izar la bandera. Todo eso era parte de la rutina, del control, de ese nacionalismo banal. La figura del panóptico de Foucault está clarísima: la estatua de la Virgen, el inspector, el “tío Claudio” en su Chevy rojo. Todos observando. “Aquí se viene a estudiar, y no a hablar leseras”, dice un profesor. Esa frase me caló: me hizo recordar toda una época en la que la desconexión con la política era casi total.

Este libro me recordó a Los detectives salvajes, de Bolaño, por ese juego de múltiples voces contando un mismo hecho. También a Sangre en el ojo, de Lina Meruane, por esa prosa visceral que no pide permiso. Creo que la estructura fragmentaria, con cartas, recuerdos, conversaciones y sueños, logra un ritmo poético que me atrapó. La memoria aquí no es lineal ni limpia: es una mezcla de imágenes, frases que se escapan, y sensaciones que persisten.

El libro fue nominado al National Book Award en EE.UU. en la categoría de Literatura Traducida, y no me sorprende. Es una obra hermosa, precisa, cargada de memoria y estilo. Me encantó. Subrayé un montón. Me removió cosas. Me hizo pensar en mis propios recuerdos, en la escuela, en mis compañeras, en lo que nos contaron —y en lo que no.



Portada del libro

Portada del libro 
Editorial Alquimia
77 páginas


martes, 18 de agosto de 2020

¿Quién se hará cargo del hospital de ranas" (1994), de Lorrie Moore

 “En comparación con lo que encontré allí, yo me había vuelto amarga, mala, sofisticada. Ya no conocía la amabilidad, no tenía una relación cotidiana con ella. No me topaba con personas agradables. Me encontraba con personas ingeniosas, endurecidas, capaces, exitosas, dramáticas. Algunas vulnerables. Algunas inseguras. Pero no agradables, no agradables como Sils”


¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? se centra muy principalmente en la amistad adolescente de Berie y Sils, y cómo ésta se convierte en un refugio tan importante en la vida de Berie, la protagonista: “El verano de mis quince años trabajé en un lugar que se llamaba Storyland con mi amiga Silsby Chaussée, de ella se trata todo esto”. Esta historia principal se ambienta en un pequeño pueblo llamado Horsehearts, en Estados Unidos de los años setenta. Barrios tradicionales, trabajos part-time, romances intermitentes, relaciones familiares y mucha música son algunos de los elementos de esta novela que nos invita a mirar de cerca la amistad entre mujeres -tan decisiva en la construcción de nuestras identidades-, y también cómo nos vamos alejando de todo aquello que parecía tan claro. 


Berie, ya adulta, recuerda su adolescencia a través de su relación con Sils: tardes enteras entre discos, helados, música, risas y confidencias. Esta amistad luminosa contrasta con el distanciamiento emocional que mantiene con su familia, especialmente con sus padres: “Nuestros padres no sabían mucho de nosotros, creíamos, no se preocupaban mucho por hacerlo, como era frecuente en las grandes familias de aquellos tiempos. Mi padre ni siquiera podía reconocerme en un grupo, no podía encontrarme en la foto anual de toda la clase”.


Lorrie Moore (Nueva York, 1957)
Lorrie Moore (Nueva York, 1957)

 

Con canciones de Neil Young, Billie Holliday, Stills and Nash y Geordie, Moore construye el mapa emocional de una adolescencia vivida en los márgenes, con reglas propias y sueños apenas esbozados. Horsehearts aparece como el típico pueblo gringo de clase media, donde las posibilidades eran mínimas y previsibles: Quizás en Horsehearts las únicas cosas posibles eran la postergación y la fantasía. Mi infancia no tuvo narrativa; todo era apenas una combinación de aire y falta de aire: esperar que la vida empezara, que el cuerpo creciera, que la mente se volviera temeraria”. Por eso Sils es tan importante: porque representa una forma de fuga, una presencia vital. Berie encuentra en ella la primera complicidad emocional, la primera promesa de algo distinto: Conspiradoras. Socias emocionales. Eso es lo que éramos”.


Berie recuerda desde un presente que se siente árido, sofisticado y lleno de vínculos funcionales. Vive en una ciudad en la que la amabilidad ha sido desplazada por la autosuficiencia y el ingenio, donde los afectos parecen negociados o lejanos. Ese contraste es demoledor: la ternura espontánea de Sils, tan natural en su adolescencia, ahora parece un lujo raro, casi extinto. El recuerdo de esa amiga no solo le devuelve a su juventud, sino también a una forma de vincularse con el mundo que ya no encuentra en su entorno actual. 

Me sorprendió mucho esta novela. No conocía a Lorrie Moore (¡gracias, club de lectura!), pero me entusiasmó su capacidad para narrar la adolescencia sin nostalgia ingenua, con humor sutil y una sensibilidad filosa. Subrayé muchas frases, sobre todo por lo que revelaban de mí misma o de una yo pasada que aún vive en algún rincón.


Me gusta pensar en las novelas como un refugio, tal como lo menciona Lorrie en una entrevista, un lugar en donde podemos mirar el mundo, mirarnos a nosotros mismos y que la lectura nos provoque algo: ya sea risa, reflexión, nostalgia, querer compartirla, imaginar vidas posibles; lo que sea, pero que algo nos pase: se trata de ese click entre lector/a y escritor/a, y de descubrir una luz en donde solo hay palabras.


Portada del libro
175 páginas
Editorial Eterna Cadencia

jueves, 2 de julio de 2020

Okasan (2019), de Mori Ponsowy

Me gustaría saber qué piensa en este momento. Qué siente. Dónde está su corazón


Okasan es un libro muy bonito, lo disfruté mucho y me hizo ver nuevas perspectivas sobre las relaciones madre-hijos. Generalmente he leído relatos sobre la relación madre-hijxs desde la perspectiva de las hijas o hijos, pero nunca desde la mirada de una madre. ¿Qué se siente ver a los hijos partir e iniciar sus propias vidas? ¿Cómo se re-inventa una mujer, que ha sido madre, y que siente que ya no juega ese rol?

Pero llegué a Okasan -gracias al Club de Lectura en el que estoy participando-, que es una especie de diario sobre el viaje de Mori, la autora siempre en primera persona, quien visita a su hijo Mati en Japón, país que éste escoge para seguir sus estudios de pre-grado. El libro se estructura en breves capítulos a modo de diario, donde la autora relata desde el primer día su llegada a tierras niponas. Okasan es un viaje que dura 14 días y nos muestra un poco sobre la cultura oriental y sus paisajes sobrecogedores, la fabulosa mezcla entre lo moderno y lo natural, lo cual me gustó mucho porque nos hace viajar junto a ella; pero también y, sobre todo, este libro nos habla de la experiencia de visitar a un hijo que crece y nos comparte las reflexiones y deseos entrampados de una madre que sufre, pero, al mismo tiempo, abraza su nuevo camino.

En este viaje, Mori nos abre su corazón, mostrándose frágil y vulnerable, aunque ante su hijo prefiere mostrarse políticamente correcta: una madre que entiende el camino hacia la adultez que éste va iniciando y, racionalmente, toma distancia, aunque le duele: “Me gustaría hablar con él más seguido”, “Tengo miedo, pero no sé a qué exactamente. Quisiera tomarle la mano pero no me atrevo”. Qué increíble pensar lo que algunas madres pueden sentir al vernos crecer y emprender una vida propia, un camino fuera de casa y sus reglas, totalmente fuera de su alcance. Su hijo crece, se hace adulto, se mueve por ciudades y pueblos lejanos con total seguridad; ella, en cambio, desconoce el idioma y se mueve torpemente, con estupor, y no entiende nada. De pronto, Mati es el adulto de la relación, le da órdenes, consejos y sigue su camino. 

Mori Ponsowy

La autora expone sus sentimientos con mucha delicadeza, no intenta ser neutra, ni tampoco lo consigue; el escenario cambió y entiende que ella debe cambiar también. Un nuevo rol le espera: “Tal vez estoy tratando de encontrarme en esta nueva mujer que, aunque tiene un hijo, ha dejado atrás su rol de madre. No soy del todo segura de quién soy, ahora. Tampoco sé con claridad hacia dónde voy, ni cuáles son las razones para seguir”. Siempre he pensado en aquellas mujeres que dedican toda su vida y energías a ser madres, digo, a ser en su opinión “madres perfectas 24/7”. Pero qué ocurre cuando los hijxs ya no las necesitan como antes, ¿en qué se transforma toda esa energía y ese amor? 

Okasan me pareció un libro bellísimo. Me encanta utilizar este adjetivo cuando algo me eriza la piel (es como: leí tal párrafo y ¿qué pasó? La belleza). La forma en que la autora se hace cargo de sus actos y la forma en que enfrenta su nuevo papel es sincera y apabullante. Mori reconoce en su hijo una persona singular, única, y ya no más una extensión de sí misma; reconoce “la vida que se está inventando, tan distinta, tan lejos de todo lo que conoció”, porque ahora es una madre que sabe que ya no puede cuidar o ayudar a este hijo que una vez fue suyo, y ahora es del mundo, como lo dice en algún capítulo. “Miro a mi hijo y veo a un joven que inventa su propia vida. Que se inventa a sí mismo. Saca de sí lo que no quiere y da forma y pule lo que le parece valioso”. 

Okasan es, en el fondo, una carta de despedida y bienvenida: a un hijo que deja de ser niño, y a una madre que aprende a habitar su propia adultez. Un libro breve, tierno y necesario para todos quienes alguna vez amaron a alguien que se les fue. Gracias, Mori, por construir este hermoso relato que me deja tanto en qué pensar.

Portada del libro
Reservoir Books
140 páginas

domingo, 14 de junio de 2020

Apegos feroces (1987), de Vivian Gornick

"Mi madre es una campesina urbana y yo soy la hija de mi madre"


Apegos feroces fue escrito por Vivian Gornick en 1987, y solo recién se editó al español el 2017. Estos treinta años marcan la distancia que el público hispano-parlante habíamos tenido con esta escritora, hasta ahora. Y de pronto mucha gente lo estaba leyendo, hablando maravillas del libro. De tanto verlo, también me entró la curiosidad, y la excusa perfecta era que formaba parte de la lista de libros para leer en el Club de Lectura en el que estoy participando.

Apegos feroces es un libro en donde la autora reconstruye su infancia y juventud en el Bronx, lugar en donde vivió junto a su familia, inmigrantes judíos comunistas y de clase obrera, hasta los 21 años. La infancia de Vivian se debate entre dos principales figuras femeninas que, son un marco de referencia para la construcción de su identidad: por un lado, su madre, cuya pérdida de su esposo la deja en un agotado estado de depresión y, por otro lado, Nettie, la joven vecina del edificio, quien en su viudez encuentra en el sexo su camino hacia la liberación. Tal como dice Gornick: “Todas nos entregábamos a nuestros placeres: Nettie quería seducir, mamá quería sufrir y yo quería leer. Ninguna de nosotras sabía cómo imponerse una disciplina que condujece a la consecución de una vida femenina ideal y corriente. Y, de hecho, ninguna de nosotras lo logró”. 

La relación madre-hija es, sin duda, el eje del libro. Gornick es valiente al retratar este vínculo frágil y agotador, y logra convertir el padecimiento y la disputa en arte. Habla desde su herida, sin edulcorar, sin disculparse. ¿Cómo es crecer luchando contra la madre? La vida de su madre gira en torno al amor de su fallecido esposo, en cambio, la vida Vivian es completamente diferente, pues, para ella el amor ocupa un segundo o tercer lugar. La autora reconoce que le costó años comprenderla. No la odiaba, pero luchaba contra ella, y ahí recae este apego: la madre que asfixia a su hija, pero al mismo tiempo le ofrece estabilidad. Una vez viuda, su madre comenzó a llenar todos los espacios, hasta el hastío. “Liberarme de mi madre. Me ponía la piel de gallina. Estaba en todas partes, encima, dentro y fuera de mí [...] no podía escapar de la naturaleza apabullante y claustrofóbica de su presencia, de su ser, de su asfixiante y sufriente calidad de mujer”.


 Periodista, escritora y activista feminista estadounidense, considerada una de las voces más destacadas en los años 70 de la segunda ola feminista de Estados Unidos.


El tema madre-hija me resulta completamente alucinante: conflictos, orgullo, admiración, competencia, sueños frustrados, manipulación, etc. Se trata de una relación que, precisamente, escapa de toda caricatura romantizada. Sin embargo, más que la relación con su madre, Vivian narra su propia vida a través de esta relación: Apegos feroces es su accidentado e interminable camino hacia su madurez como mujer, en donde se reconstruye por oposición a su madre, quien -entre otras cosas- la recriminaba porque no tenía marido. De hecho, otro libro de Gornick se titula La mujer singular, que en inglés sería The odd woman, y tal como lo dice en el libro: “Aquellos fueron los años en los que a las mujeres como yo las llamaban “Nueva”, “Liberada”, “Singular” (yo prefería “Singular”, y sigo haciéndolo”. Es esta reivindicación a su soledad (no loneliness, sino solitude) lo que fortalece a Vivian, pues, se trata de una postura política que apuesta por la libre elección de la vida de las mujeres, y esto la lleva a pensar y resignificar su condición de mujer en un escenario sumamente complejo: los años setenta y ochenta, como buena representante de la Segunda Ola del Feminismo gringo.

Me gustó mucho la forma en que escribe Gornick. Logra describir muy bien a sus personajes y las sensaciones que éstos estimulan en ella. Además, el principal escenario es la ciudad, lo que demuestra la increíble capacidad de Gornick para mezclar la gran urbe multicultural con sus sentimientos enrevesados. Por un lado, en el relato del presente, Vivian y su madre ya mayor pasean por Manhattan, y por otro lado, están sus recuerdos en el Bronx, mosaico de territorios étnicos, en donde conviven irlandeses, italianos y judíos. Nueva York es el lugar idóneo para el cruce de ideas y sentimientos. Pese a que me costó mucho enganchar con la trama en un comienzo, subrayé muchas frases (creo que es uno de mis libros más rayados), y es porque al final no todos tenemos el don de Vivian de poder expresarnos con palabras, y ella lo hace prodigiosamente.



Portada del libro
Editorial Sexto Piso
193 páginas


viernes, 29 de mayo de 2020

También esto pasará (2015), de Milena Busquets

Siempre he pensado que los que dicen «te quiero mucho», en realidad te quieren poco, o tal vez añaden el «mucho», que en este caso significa «poco», por timidez o por miedo a la contundencia de «te quiero», que es la única manera verdadera de decir «te quiero». El «mucho» hace que el «te quiero» se convierta en algo apto para todos los públicos, cuando, en realidad, casi nunca lo es. «Te quiero», las palabras mágicas que te pueden convertir en un perro, en un dios, en un chiflado, en una sombra

Esta historia me encantó: se lee con ligereza, pero deja una marca profunda. Blanca, su protagonista, narra en primera persona los días posteriores a la muerte de su madre, figura central de su vida, a quien define como su deidad. El relato no es lineal ni lógico: es más bien una experiencia emocional, caótica e íntima, una manera de enfrentarse a la pérdida. Con desfachatez e ironía, Blanca se permite decir y hacer cualquier cosa, escudándose en su nueva condición de “huérfana”.

El tema principal del libro consiste, claramente, en saber cómo gestionar ese dolor que nos abruma tras la muerte de un ser amado. Se trata de la historia de una hija desorientada que anhela volver a acurrucarse en los brazos de su madre, figura que la oprime y, al mismo tiempo, la levanta. ¿Qué viene ahora que ya todo ha cambiado para siempre? El libro comienza con el entierro de la madre de Blanca, en Cadaqués, idílico balneario lleno de recuerdos y juventud, en donde solían pasar los veranos familiares junto a multitudes de amigos y conocidos. A partir de ahí, Blanca se pasea por diversos recuerdos y anécdotas junto a su madre, los que va alternando con los acontecimientos que va viviendo durante ese verano, junto a sus dos hijos, sus mejores amigos y sus dos ex maridos, con quienes mantiene una fraterna relación. Todos ellos aparecen descritos con admirable precisión, desde sus rasgos físicos y formas de vestir, hasta elementos psicológicos que llaman la atención de la protagonista. 

Pero en el libro también hay tiempo para el amor, el sexo, y la coquetería; las ganas de volver a sentirse viva son enormes y así también el deseo de sentirse nuevamente amada, tal como dice: “Una de las cosas más sorprendentes del amor es su milagrosa capacidad de regeneración”. Y bien lo sabe Blanca, quien se sumerge en un trampolín de emociones en donde no siempre obtiene lo que desea.

Milena Busquets (Barcelona, 1972)

El libro es como una larga conversación entre la madre y la hija, o mejor dicho, un monólogo en donde Blanca se dirige a su muda madre, en donde la encara y le reprocha cosas del pasado, pero más que cualquier cosa, le dice cuánto la extraña y cómo es que nunca volverá a amar a nadie como a ella, pese a que no fueran tan cercanas ni, menos aún, tuvieran una idílica relación madre-hija: “Nunca fuimos una madre e hija confidentes que se lo contaran todo. Nunca fuimos amigas. Nunca compartimos intimidades, creo que siempre intentamos ser la versión más presentable de nosotras mismas frente a la otra”. Blanca recuerda a su madre como una mujer fuerte, valiente, poco cariñosa, pero muy culta y rodeada siempre de amistades y de amor. La recuerda como un personaje capaz de llenar cada espacio a donde fuese, logrando iluminar todo en su vida y en la de los demás: “Y te quedaste con nuestra perra. Y la hiciste tuya, como hacías con todo lo que amabas, con todos, les robabas una vida, les regalabas una vida, mucho más amplia y aireada y divertida que cualquier cosa que hubiesen conocido antes o que fuesen a conocer después”.

Esta intensa relación entre ambas es en realidad la relación entre su autora, Milena Busquets, y su madre, Esther Tusquets, la famosísima editora de Seix Barral. También esto pasará es la historia de Milena -Blanca, su alter ego en el relato- que escribe posterior a la muerte de Esther. Por eso es un libro íntimo, sincero e irrepetible. Es ficción y a la vez es muy personal. 

Con una escritura ágil, chispeante y emocionalmente lúcida, Busquets convierte el duelo en una carta de amor y un ajuste de cuentas. Su madre está en todas partes, y sin embargo, no está. Tal vez por eso Blanca escribe: para invocarla, para reír con ella una última vez. También esto pasará, dice el título, pero la literatura —al menos la buena— se queda.


Portada del libro
Editorial Anagrama
176 páginas

domingo, 3 de mayo de 2020

Reborn (2009), de Susan Sontag

Eveything begins from now - I am reborn

Susan Sontag, reconocida ensayista, novelista y crítica literaria estadounidense de origen judío, fue un espíritu libre, una mujer singular quizás en el sentido de Vivian Gornick. Fue prematura en muchos aspectos: comenzó sus estudios universitarios, se casó y fue madre muy joven; se separó prontamente y se fue a vivir a Europa experimentando libremente su homosexualidad, en una época en donde existían muchos prejuicios, pese a lo liberal del ambiente en que se movía.

Más allá de sus novelas y cuentos no tan elogiados como así sus ensayos, Sontag destacó por su capacidad para nombrar las cosas y sus análisis sobre la cultura postmoderna. Admirada por su inteligencia y autenticidad, sus ensayos sobre estética y literatura (algunos como Notes on Camps y Sobre la fotografía) fueron muy influyentes durante el último tercio del siglo XX, convirtiéndose en una destacada referente de la cultura contemporánea de Estados Unidos y Europa. 

Susan Sontag (1933-2004).

Desde sus primeros años, Sontag se sintió distinta, dotada de una sensibilidad excepcional, convencida de que tenía algo que ofrecer al mundo. Su necesidad de anotar, clasificar y pensar todo lo que la rodeaba era un modo de afirmarse y afirmarse en el mundo.  En sus cuadernos abundan listas: libros por leer, películas vistas, frases escuchadas, ideas para cuentos. Escribir era su manera de existir.

Pero estos diarios no solo muestran a la futura intelectual, sino a la joven que batalla consigo misma: con el amor, la maternidad temprana, la sexualidad, la culpa y la soledad. La fuerza de estos escritos no está en su forma (a veces desordenada, siempre privada), sino en su honestidad: Sontag no escribe para agradar, ni para ser leída. Escribe para pensar. Estos diarios oscilan entre el dolor y la ambición”, advierte su hijo en el prólogo. Y así es: la joven Sontag que aquí aparece está llena de contradicciones, pero también de hambre por saber, por amar y por escribir mejor. 

Leer Reborn, el primer volumen de los Journals & Notebooks de Susan Sontag, ha sido un verdadero privilegio. Conocida por su lucidez ensayística, su mirada crítica sobre la cultura y su activismo intelectual, en este libro Sontag se despoja de toda pose pública para revelar su voz más íntima, la que usaba cuando aún no era “Susan Sontag”. En este sentido, fue una experiencia profunda por muchas razones: lo leí en su idioma original, lo compré en una de mis librerías favoritas durante un viaje inolvidable, lo rayé y subrayé con devoción. Pero, por sobre todo, me hizo conectar con la escritura como acto vital. Estos diarios son una prueba de que pensar también puede ser una forma de amar, y que el deseo de comprender (y de comprenderse) es uno de los motores más hermosos de la existencia.


Portada del libro
Editorial Picador
320 páginas

domingo, 12 de abril de 2020

Léxico familiar (1963), de Natalia Ginzburg



“En nuestra casa se entablaban grandes discusiones sobre la belleza y la fealdad de la gente. Aún se seguía discutiendo sobre si una tal señora Gilsa, ama de llaves de una familia de amigos nuestros de Palermo, era guapa o no lo era. Mis hermanos sostenían que era feísima, una especie de cara de perro, pero mi madre decía que era de una belleza extraordinaria [...] Y siempre se discutía durante mucho tiempo sobre si eran más feos los Colombo o los Coen, unos amigos nuestros a los que veíamos durante el verano. «¡Son más feos los Coen ¿Cómo vas a comparar a los Coen con los Colombo»- decía mi padre”


Léxico familiar es un libro de memorias. Natalia Ginzburg, una de las escritoras más importantes de la Italia del siglo XX, nos habla de su infancia, de su familia y de los lugares donde vivió; en resumen, sde lo doméstico y lo cotidiano. Dicho así puede sonar poco atractivo, pero lo que más me gustó es la forma en que está escrito: con una prosa clara, simple y por momentos hilarante, Ginzburg nos va introduciendo a su mundo familiar, a través de relatos fragmentados de innumerables escenas de la vida cotidiana, componiendo un retrato que ha sido estudiado como documento vivo de la Italia de posguerra.

Narrado en primera persona, la autora apenas se asoma a la escena: todo gira en torno a sus padres, hermanos, amigos y conocidos: Me propuse escribir un libro sobre las personas que entonces me rodeaban. En parte, porque la memoria es débil, y los libros que se basan en la realidad con frecuencia son solo pequeños atisbos y fragmentos de cuanto vivimos y oímos”. Su relato no es introspectivo en un sentido convencional, pero sí íntimo: al sumergirse en su entorno familiar, en el contexto de la resistencia antifascista y la ocupación alemana, logra capturar el clima de época desde un espacio privado.

Natalia Ginzburg nació en Palermo en 1916 y creció en una familia de científicos y políticos judíos de izquierda. Era la menor de cinco hermanos y solía pasar desapercibida, lo que la convirtió en una aguda observadora y gran lectora. Su padre, biólogo, era un hombre severo, machista y gruñón:  “Durante las comidas solía hablar de las personas que había visto ese día: era muy severo en sus juicios y con todo el mundo le parecía estúpido. Para él un estúpido era «un tonto». «Me ha parecido que es un grandísimo tonto», decía de alguien a quien acababa de conocer”. Por otro lado, su madre, en contraste, era sensible, algo pasiva, muy sociable. Entre ellos y sus hermanos —distintos en todo, salvo en la intensidad— se configura ese léxico común que da título al libro: frases repetidas, bromas privadas, expresiones únicas que terminan por ser una especie de lengua secreta que une incluso en la diferencia.

¿Qué es una familia? Natalia nos muestra que, a pesar de los roces, el paso del tiempo y las pérdidas, una familia es, ante todo, una forma de hablar. Una memoria compartida que se transmite en frases, gestos y anécdotas. “Me llamo Natalia Ginzburg: soy aquellos que fueron antes de mí”. 


Natalia Ginzburg (1916-1991), escritora reconocida mundialmente por sus escritos sobre lo cotidiano, contribuyendo a la elaboración de la autobiografía como literatura de época.


Este año, al igual que el anterior, lo he dedicado casi exclusivamente a leer escritoras mujeres y lo cierto es que hay algo distinto —no superior, pero sí singular— en la mirada de las autoras mujeres: una forma de observar desde lo pequeño, desde lo que ha sido considerado históricamente “menor”, y transformarlo en material literario lleno de potencia. 

La simpleza y claridad de la prosa de Natalia coincide con lo que nos cuenta: sus intereses relacionados a los asuntos “menores” y privados de la vida hacen de este libro un relato tan bonito e inspirador que agradezco haberme encontrado con esta maravilla que, además, tantas risas me sacó. E
l relato tiene algo de serie coral, de sitcom italiana llena de gritos, amor y contradicción. Me recordó que lo íntimo es político, y que lo doméstico —como decía Virginia Woolf— también es territorio de revolución.

Léxico familiar me pareció una joya: sutil, lúcido, profundamente humano. Ya tengo en la mira el siguiente: Las pequeñas virtudes. Quiero seguir leyendo a esta autora que convierte lo cotidiano en memoria colectiva. En tiempos de crisis, su voz se vuelve aún más imprescindible.



Portada del libro
Editorial Lumen
266 páginas



domingo, 29 de marzo de 2020

Conversaciones entre amigos (2017), de Sally Rooney


      "Hay algo hermoso en tu manera de pensar y sentir, o bien, tu forma de experimentar el mundo es en cierto modo hermosa"


Así, con frases delicadas y observaciones incisivas, Sally Rooney construye Conversaciones entre amigos, una novela íntima y lúcida sobre vínculos, deseo, poder y clase. La historia sigue los pasos de dos jóvenes amigas y estudiantes de Literatura, Frances y Bobbi, quienes en una tertulia literaria conocen a Melissa, una escritora “cool”, mayor que ellas, con quien que entablan una curiosa amistad y que incluye también a su marido Nick, un actor semi famoso. Ese encuentro desata una serie de relaciones cruzadas que sacuden sus certezas y sus afectos.

Sally Rooney, joven autora irlandesa, a través de una intensa historia, nos sumerge en la cotidianeidad de las aventuras de estos amigos, las cuales se desarrollan siempre en espacios interiores: en la casa del matrimonio, en el departamento de Frances, en la Facultad de Letras o en algún pub dublinense, centrándose así en lo principal de esta novela: las conversaciones entre sus personajes, escenario principal de esta obra. Se trata de las relaciones humanas en esta era de aguda posmodernidad. Chats, e-mails, diálogos extensos, silencios. Todo gira en torno a la palabra como forma de entender(se) en el mundo.

Frances, narradora y protagonista, es una joven poeta, introspectiva, aguda, políticamente de izquierda, proveniente de una familia rota. Desde el inicio, sabemos que está buscando algo, aunque no siempre sepa qué. Su vínculo con Bobbi —ex pareja, amiga, cómplice— es tan denso como ambivalente. Pero es su relación con Nick la que se vuelve el eje emocional de la historia. Rooney evita los estereotipos: Nick no es un galán ni un villano, sino un hombre sensible, depresivo, complejo, que se convierte en el espejo emocional de Frances. A veces pensaba que nunca me había sentido tan desgraciada en toda mi vida, pero también que mi desgracia era muy superficial, ya que en cualquier momento una palabra suya podría aliviarla por completa y transformarla en una felicidad estúpida”. 
Frances intenta parecer fuerte, sarcástica, impermeable, pero termina mostrando una fragilidad conmovedora. El amor, en esta novela, no aparece como salvación, sino como un campo de riesgo, contradicción y miedo: la posibilidad de amar sin destruirse.


Sally Rooney (1991 - ), joven escritora, muy aclamada por la crítica literaria, debido al éxito y complejidad de sus dos primeras novelas Conversaciones entre amigos y Gente normal.


Pero Conversaciones entre amigos también es una novela de clase. Frances, en cada encuentro con Melissa y su entorno, se siente desplazada: demasiado pobre para encajar, demasiado culta para volver al origen. Hay una conciencia de clase que atraviesa todo el relato: “En esas ocasiones yo me sentí fuera de lugar, ignorante y resentida, pero también temerosa de que acabaran desenmascarándome como una persona moderadamente pobre y comunista. De igual modo, me costaba entablar conversación con gente de la misma extracción social que mis padres, pues temía que mi acento sonara pretencioso o que mi holgado abrigo de segunda mano me hiciera parecer por rica”. Sally Rooney denuncia, con mucha sutileza, la fetichización del amor como mero objeto de consumo, pero también, y muy fuertemente, el eterno clasismo de la sociedad dublinense y el incierto futuro al cual se enfrentan, principalmente, los jóvenes. Este contexto socio-político, de mucha vulnerabilidad económica y social, es clave para el desenvolvimiento de los personajes, ya que sobre éste construyen y basan sus relaciones. 

Rooney escribe sobre lo millennial sin condescendencia: sobre la dificultad de decir lo que sentimos, sobre cómo la comunicación digital moldea nuestros vínculos, sobre el desconcierto emocional de quienes, en medio de la libertad, se sienten más perdidos que nunca. La novela no ofrece respuestas, pero sí un retrato certero del tránsito a la adultez.

Finalmente, solo agregar que me encantó este libro; lo compré un día que andaba buscando libros de mujeres escritoras, y ya que lo había visto harto, lo llevé y fue una grata sorpresa: muy rápido y entretenido de leer, porque el estilo de Sally es ágil y fresco, sin mayores pretensiones literarias, en donde logra proyectar imágenes fugaces, complejas personalidades y situaciones tan cotidianas que parece increíble que resulten tan evocadoras. Me devoré este libro en 3 días, entre viajes y paisajes sureños. Ya quiero leer la segunda novela de esta escritora, Gente normal, la cual ya pude encargar por internet, veremos qué tal.


Portada del libro
Editorial Penguin Random House
311 páginas

miércoles, 18 de marzo de 2020

Sur y oeste, de Joan Didion

Famosa en el mundo entero por sus escritos personales, sus crónicas periodísticas y novelas, de observación aguda, Joan Didion me sorprendió gratamente con este libro, una pieza breve y en apariencia menor, Sur y Oeste recoge sus cuadernos y notas durante un viaje que realizó con su marido a comienzos de los años setenta, y que casi cincuenta años después han sido publicados sin apenas edición. ¿Qué podría decirnos un diario inconcluso, sin hechos históricos ni grandes revelaciones? Muchísimo, si quien escribe es Didion.

En algunas de sus primeras páginas, la autora menciona “No sabría decir con exactitud qué me llevó a pasar un tiempo en el sur durante el verano de 1970”, puesto que no tenía obligaciones periodísticas ni ocurrió nada relevante en donde ella estuvo: “no hubo asesinatos ni juicios célebres, no hubo órdenes de integración, ni enfrentamientos, ni siquiera celebrados actos divinos”. Me encantó porque lo verdaderamente relevante es que no había nada relevante que ver, sino la cotidianidad y lo que es diferente: lo otro, en este caso, el sur. El sur aparece entonces como “lo otro”, como un espacio donde la identidad estadounidense se desfigura y se vuelve ambigua, detenida en el tiempo.
Joan Didion (1934 ),escritora y periodista estadounidense.
Sur y Oeste es un recorrido por pueblos pequeños y olvidados, atravesados por la inercia, por la precariedad, por la herencia pesada de la raza y la clase. La autora, observa con distancia sin juicios explícitos, pero filosa. Describe con ojo etnográfico, bares a media tarde, mujeres resignadas, niños jugando entre casas desvencijadas, hombres que aceptan los chanchullos políticos como parte del paisaje. La anacronía cultural del sur se vuelve evidente: “Resulta llamativo y alarmante contemplar lo aislada que estaba aquella gente de lo que era normal en la vida americana de 1970. Toda su información era de quinta mano, y se había mitificado por el camino”.
Ese Sur, con su profunda desconfianza hacia lo diferente, con su culto a la tradición y su apego a una cierta neutralidad cómoda, contrasta con el Oeste, el lugar de pertenencia de Didion. Porque, aunque el viaje sea hacia el sur, siempre está hablando también de su hogar: California. Allí, dice, se siente cómoda “de una forma en que no lo estoy en otros sitios”. En este contrapunto se juega una de las mayores virtudes del libro: el contraste entre dos visiones del alma americana, entre lo que el país ha querido ser y lo que realmente es.
La narración de Didion es un tipo de cuaderno de notas. Es como si estuviésemos leyendo una especie de diario sobre aquello que ve: carreteras solitarias, restaurantes con viejos reunidos en torno a juegos de cartas y cervezas, mujeres resignadas a la vida que les tocó, niños y niñas matando las horas del día jugando en calles vacías y cierta estética kitsh mal diseñada.  “Supongo que crees que la gente del Sur es un poco anacrónica” le dice un amigo, entendiendo a las comunidades desde la precariedad y el colonialismo; entendiendo ya el sur como una pequeña provincia. Los sureños aceptan lo simple y quieren vivir tranquilamente, sin meterse en política, entendida como sinónimo de “problemas”, tal como lo señala un hombre con quien conversó: “Soy un tipo que huye de las actitudes extremas, así que, igual que la mayoría, estamos intentando simplemente tomar la vía más fácil que nos permita ser felices a todos”. La neutralidad aparece entonces como una virtud en este sur que tan lejano e inconcebible parece a Didion.  
Al principio me costó enganchar con este libro, lo confieso. Pero luego lo entendí como lo que es: un mapa mental, una bitácora de percepciones que no necesita grandes eventos, porque la política, la raza, el poder y la memoria están en cada detalle. Lo más fascinante es que, al leer a Didion mirar el sur, uno también puede mirarse a sí mismo. Pensé mucho en Chile, en nuestra propia ruralidad conservadora, en la forma en que también acá el país se desdobla: entre lo que queremos proyectar y lo que realmente somos. Un sur que se descompone frente a lo distinto. Un país que se mide, se juzga y se castiga a sí mismo.


Portada del libro
Editorial Random House
166 páginas

domingo, 16 de febrero de 2020

Mapocho (2002), de Nona Fernández

Desde hace rato que Nona Fernández escritora, dramaturga y guionista chilena se venía apareciendo en mi camino: en el diario, en rrss, en librerías y vitrinas, pero poco sabía de ella. El año pasado fui al re-lanzamiento de Mapocho, sin mucho conocimiento más que las ganas de conocerla y fue una rica velada sobre el mismo río Mapocho en el Teatro del Puente, con un monólogo y ella, tan intensa hablando sobre esta ciudad. ¿Cómo es posible re-editar un libro después de casi veinte años y que siga sin perder vigencia? No solo posterior a los hechos del 18 de octubre, sino más precisament, por la ruptura que encierra el Mapocho: un Santiago herido, fracturado desde sus inicios.

Mapocho es una de las primera novelas de Nona, reconocida internacionalmente por sus libros Chilean electric y La dimensión desconocida, entre otros. El libro, a través de distintas metáforas y simbolismos, nos cuenta la historia de la ciudad de Santiago, desde la poesía y la ficción, en donde el río bajo sus puentes— arrastra muertos, basura y mugre que no quiere ser vista. 

La historia se cuenta desde los márgenes: son relatos subalternos, periféricos, contados a través de los ojos de la Rucia y el Indio. Dos hermanos marcados por el desarraigo y el abandono. Exiliados con su madre, sin noticias del padre, crecen fuera de Chile. Pero hay lugares a los que uno siempre vuelve, y entre ellos está Santiago. La Rucia regresa buscando algo, pero no sabe qué ni dónde, lo único que recuerda de su niñez es el río el que utiliza como brújula para no perderse, sus puentes y la Virgen, tan blanca, inmaculada e inalcanzable. Como le dice una anciana: “El poto de la Virgen. Cada vez que te pierdas, Rucia, recuerda que vivimos mirando el poto de la virgen. La doña no tiene ojos para nosotros, sólo mira a los que están del otro lado del río, así es que mientras el resto de la ciudad reza a su cara piadosa, nosotros nos conformamos con su traste”.

La ciudad no es solo lo físico sus calles, plazas, casas y edificios también es la suma de las utopías e imaginarios de sus habitantes: aquello que se anhela y no siempre se alcanza, aquello que se borra o de lo que nos aferramos para sentirnos parte, con obstinación. Es Santiago en constante metamorfosis. La misma que experimentó la Rucia al volver: “Santiago cambió de rostro. Como una serpiente desprendiéndose de su piel usada, la ciudad se ha sacudido plazas, casonas viejas, cines de matiné, canchas de fútbol, quioscos, calles adoquinadas, boticas y almacenes de barrio. Santiago removió sus costras y ahora ellas se van por los aires, vuelan en la memoria de la Rucia”. Los recuerdos de aquello que vivimos son los que nos dan lucidez, y nos dan una idea de los que somos; nos ayudan a responder “¿quién mierda somos?”, como se pregunta Fernández, y si nos miramos en la memoria del Mapocho, ¿qué vemos? Pedazos de un relato cíclico; nuestro relato de ciudad rota.


Nona (1971 - ) y el Mapocho.


Y en esta ciudad tan mestiza como fuertemente europeizada los recuerdos son los protagonistas: la nostalgia de las pichangas de barrio, los negocios abiertos con sus dueños atendiendo de mañana a tarde, los amigos y parientes achoclonados afuera de sus casas con las puertas abiertas de par en par. Es la añoranza de la solidaridad de antaño. La nostalgia de una ciudad imaginada. Los imaginarios que conviven y se superponen en la mente de la Rucia. Es en La Chimba donde se instala lo que la ciudad “decente” relega: los cementerios, los hospitales, el mercado, los indios y los inmigrantes empobrecidos. La Chimba ha sido y es lugar de frontera, pero también de diversidad; y ahí está el Mapocho, marcando la frontera entre la ciudad "pulcra" y la ciudad “salvaje”. 

En el relato de la madre, Santiago se transforma en un territorio mítico: El Mercado Central, La Vega, el Mapocho, todo tenía su equivalente perdido en algún rincón del mundo. Santiago se había reciclado en la cabeza de su madre y se había desparramado para reencontrarse con ella en cada lugar al que llegaba”. Porque siempre se vuelve a los lugares donde se amó la vida, como canta Chavela Vargas.

Mapocho es un libro original y necesario. Es un libro incómodo y doloroso, porque es contingente, y eso lo hace bello. Es original, urgente y profundamente urbano. Y es justamente esa vocación por lo urbano lo que más me gustó: más que la trama —surrealista, intensa, apasionada— lo que brilla es su cartografía de ciudad. El Santiago de Mapocho no es uno solo, es múltiple, híbrido, contradictorio. El relato de Nona Fernández es exquisito, potente y mordaz, utilizando un exceso de modismos y frases típicamente chilenas me hizo recordar un poco a Temporada de huracanes de la mexicana talentosísima Fernanda Melchor (http://monteilarei.blogspot.com/2018/12/este-libro-me-llego-el-dia-de-mi.html). Vale la pena tirarse al Mapocho y preguntarnos qué es lo que nos constituye. 

Santiago, tan compleja e intensa, esta pequeña reseña te honra justo hoy, a días del aniversario de tu fundación, el 12 de febrero de 1541.



Portada del libro
Ediciones Alquimia
214 páginas