miércoles, 27 de febrero de 2019

La loca de la casa (2003), de Rosa Montero

Rosa Montero, española de 68 años, periodista y escritora, feminista, columnista de El País, autora de renombradas novelas, jurada en diversos festivales y ganadora de ya varios premios literarios. ¿Cómo no intentar leerla? Hace rato venía viendo sus libros, pero éste llamó mucho mi atención, La loca de la casa; lo tomé pensando que se trataba de ella, de su autobiografía, y no me equivoqué tanto (y que, claro, la loca sería ella misma).

La loca de la casa es un libro sobre la literatura, los amores y, sobre todo, la imaginación. La loca de la casa es la denominación que Santa Teresa de Jesús le dio a la imaginación, y Rosa lo toma prestado como modo de reivindicar la imaginación como motor principal de su vida. La autora, ferviente lectora, nos habla de su oficio de escritora, un oficio netamente imaginativo en donde se sufre la angustia creadora, mientras la loca de la casa va limpiando, borrando y modificando recuerdos y sueños. En este libro tan ambicioso la autora se pasea por diversos géneros: la novela, el ensayo, la autobiografía. Porque, ¿cómo escribir sobre el oficio de escribir si no es a partir de uno mismo? Nunca lo que hacemos, pensamos o sentimos estará desligado de nuestro mundo propio y compartido, lo nuestro y lo que nos rodea. Rosa Montero presenta la escritura como un oficio que nace desde el corazón y la mente, desde nuestras experiencias y anhelos: “Podríamos deducir que los humanos somos, por encima de todo, novelistas, autores de una única novela cuya escritura nos lleva toda la existencia y en la que nos reservamos el papel protagonista”.

 Rosa guapa y chora (sueño con una foto mía con un fondo lleno de libros).

Efectivamente, nos está hablando de la identidad: el yo que vamos creando a través de lo narrado. No es dentro de nuestra mente donde tenemos que “mirar” para saber qué somos o cómo pensamos, sino que debemos “mirar” a través de nuestros discursos, nuestros relatos. Nuestra identidad está fundamentalmente relacionada con el lenguaje que utilizamos para referirnos a nosotros mismos (análisis del discurso or what), pues, como nos cuenta la autora: “Siempre he pensado que la narrativa es el arte primordial de los humanos. Para ser, tenemos que narrarnos, y en ese cuento de nosotros mismos hay muchísimo cuento: nos mentimos, nos imaginamos, nos engañamos”. Me gusta mucho esta frase porque es tan real como espeluznante.

A través de 17 capítulos, la escritora va recreando lecturas que la han ido configurando como persona y como escritora; siento que es tan cierto que los libros nos van cambiando: porque leer es una forma de vivir; gracias a las lecturas podemos conocer y adentrarnos en los sentimientos y corazón de los humanos, navegar por mares y descubrir un sinfín de mundos. “Y es que, ¿cómo puede una apañárselas para vivir sin la lectura?". La autora indica que prefiere mil veces dejar de escribir, pero nunca dejar de leer. Es así cómo a través de los capítulos nos va guiando por sus lecturas, citando, nombrando y recomponiendo algunas anécdotas de sus autores favoritos, entre los que destacan Vila-Matas, Kipling, Conrad, Wilde, Calvino, y muchos otros. Pero también Rosa nos habla de feminismo, cómo no.

Nos cuenta que no quiere escribir sobre mujeres; sino, sobre el género humano, la humanidad: es hora de que los lectores hombres se vayan identificando con las protagonistas mujeres, de la misma manera en que nosotras nos hemos identificado, siempre, con los protagonistas masculinos, porque eran los únicos modelos literarios. “Cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, todo el mundo considera que está hablando sobre mujeres; mientras que cuando un hombre escribe una novela protagonizada por un hombre, todo el mundo considera que está hablando sobre el género humano: ¡qué cierto! Por eso la autora insiste en que no hay una literatura de mujeres, sino humana, de todxs y para todxs. Finalmente, una novela es todo lo que un escritor es: sus sueños, sus lecturas, su imaginación, sus padres, su clase social, su trabajo, y también su género sexual. Sin embargo, eso no implica que no exista una intención política en la literatura de algunas mujeres, la cual yo celebro y aplaudo.

Otro tema que toca y que me gustó mucho tiene que ver con la auto-censura que aplica un/a escritor/a al momento de escribir. Rosa nos cuenta que la narrativa es, al mismo tiempo, una mascarada y un medio de liberación. Es una mascarada porque disfrazas tu verdad más profunda con frases novelescas; sin embargo, para conseguir ser verdaderamente auténtica debes dejar que la imaginación fluya, permitirle volar y transformarse. “Qué miedo lo que puedan pensar o entender tus familiares cuando te lean”, dice la autora, y qué cierto: madres, padres, esposas, maridos, hijos,, todos ellos -nosotros- imponemos una censura a la imaginación. Yo llevo un diario de vida y me daría mucha vergüenza que esos otros pudiesen leer lo que siento y, sobre todo, lo que escribo de ellos. Vaya que hay que ser valiente para mostrarse así.

En definitiva, La loca de la casa es un libro apasionante, realmente me gustó muchísimo. La autora nos lleva por diferentes temas: el amor, la muerte, la lectura, el feminismo, las mujeres de los escritores famosos, la familia, la juventud,... Lo cual hace del libro un verdadero festín. Lo disfruté a concho, aprendí varias cosas y, sobre todo, me iluminó: me hizo retomar las ganas de escribir y seguir leyendo más novelas y cuentos, y animarme con la poesía, siempre esquiva para mí. Es un libro que me permitió reconectarme con la lectura, darle la importancia que se merece en mi vida y que me recuerda también por qué escribo en este blog. ¡Gracias, Rosa querida!

Portada del libro
Editorial Alfaguara
273 páginas

viernes, 8 de febrero de 2019

El bigote (1985), de Emmanuel Carrére

¿Qué pensarías si me cortara el bigote? Así comienza esta historia inquietante y breve, perturbadora por momentos. Después de haber leído algunos de sus libros más conocidos, El bigote terminó de confirmarme que Emmanuel Carrère es, definitivamente, uno de mis autores favoritos. ¡Qué genio para contar historias! Me lleva por todos los estados: risa, desconcierto, ansiedad, ternura, desasosiego. Tiene una forma de narrar que nos arrastra con naturalidad hacia mundos cada vez más extraños, sin que notemos cuándo cruzamos el umbral.


Ya sé cuál será mi próximo libro de Carrere: Una novela rusa.

Este libro llevaba tiempo apareciéndoseme en bibliotecas y librerías. Finalmente, lo tomé prestado en la Biblioteca de Santiago —mi pequeño gran oasis en la ciudad. El título, aparentemente trivial, esconde una trama que crece como bola de nieve: Carrère toma un gesto mínimo, casi ridículo —afeitarse el bigote— y lo convierte en una pesadilla existencial. Nuevamente, veo en Carrère a un genio: ¿cómo es posible escribir algo tan bueno en base a un hecho tan banal y vulgar como afeitarse el bigote? 

Un día cualquiera, el protagonista, Marc, decide afeitarse el bigote que lleva luciendo desde hace años, y cuando su pareja, Agnes, llega de las compras cotidianas es como si nada hubiese ocurrido; ella no le dice nada y ni siquiera pone cara de asombro al verlo sin su accesorio eterno. Esa misma noche la pareja va a cenar al piso de unos amigos, quienes tampoco notan ni dicen nada al respecto. Esta extraña indiferencia de su entorno más inmediato frente a tan radical cambio de look comienza a desesperar al protagonista, quien comienza a elaborar extrañas hipótesis en su mente, ¿Es un error? ¿Una conspiración? ¿Una broma cruel?

El autor nos lleva hasta lo psicopático, mostrándonos a Marc descolocado, una víctima que intenta defenderse de un mal chiste que comienza a lastimarle: “Marc presintió que a partir de ese momento todo se aceleraría, que cualquier pregunta que hiciese, o incluso sin preguntas, toda observación referida a un pasado común amenazaría con provocar un nuevo desprendimiento”. Una obra para aplaudir.

Agnes y sus amigos insisten en que él nunca ha llevado bigote, y Marc parece delirar elucubrando diversas ideas para explicarse esta inconcebible situación: que Agnes lo está engañando, que sus amigos le quieren volver loco, que su familia lo quiere alejar de todo, etc., Pero el protagonista va más allá: comienza a reunir pruebas para demostrar que todos ellos se equivocan: busca incansablemente las fotografías de las vacaciones en donde llevaba su bigote, la foto de su carnet de conducir, recurre al testimonio del vendedor de su barrio, a quien veía todos los días, e incluso llega a buscar en la basura los restos de vellos que se había cortado horas antes. Todo la trama ocurre en apenas unos días, en donde el bigote, la locura y el amor de pareja se mezclan, encontrándose y divergiendo, al mismo tiempo. Pero siempre la locura como estrella: “Ninguna razón del mundo podía justificar semejante historia, a la vez absurda e irrecuperable. Ninguna razón, salvo la de la locura, que no necesita razones”.

Hasta el final, Carrère mantiene el misterio: ¿quién dice la verdad? ¿Hay una verdad? En el fondo: ¿quién es el loco/a del cuento? Pero poco a poco nos lleva al desenlace: un cuento muy bien jugado, un cuento que hasta el final nos deja en vilo. 
-Dilo -insistió-. Que quede claro, al menos.
-No, no tienes bigote en esta foto.
-¿Ni en ninguna otra?
-Ni en ninguna otra.

Siempre alerta, siempre asombrado y desconfiado, el protagonista se va quedando solo, construyendo un muro, el cual ni siquiera Agnes logra permear. Tal como señala él mismo: “Estaba en pleno París, en un barrio apacible, una tarde de primavera, y querían volverle loco, matarlo, y no tenía ningún sitio adonde ir. Debía escapar, deprisa, antes de que ellos llegaran”. De un momento a otro, Marc es un ser humano que muta, que se transforma, y ya no tiene un sitio al cual pertenecer -cual Gregorio Samsa kafkiano. 

El bigote se lee de un tirón, es tenso, lúcido, con toques de humor negro y giros que nos dejan perplejas. No es mi libro favorito de Carrère, pero sí uno que se disfruta muchísimo. Una lectura breve y poderosa, que demuestra cómo lo mínimo puede volverse monstruoso. ¡Ah! Y hay una película basada en este libro. Me encantaría verla.


Portada del libro
Editorial: Anagrama
184 páginas