Una
historia familiar llena de desafíos, crecimiento y anhelos. Una historia
familiar que te atrapa y conmueve. La flor púrpura es el primer libro de la
escritora nigeriana Chimamanda Adichie, reconocida por su célebre charla TED “We
should all be feminist”. Este libro fue un regalo navideño de mi hermana, quien
sin querer supo que quería comenzar a leerla. Me llegó de sorpresa y fue el
mejor regalo de la Navidad.
La
flor púrpura es un relato bien armado, con exquisitos detalles y personajes con
marcadas personalidades, muy cercanos y comprensibles. Son seres que sufren, que aprenden, que
gozan. Nunca había leído a algún autor africanx, por tanto, este libro me
permitió conocer un poco más sobre Nigeria, su cultura y sus costumbres. Me
gusta la forma en que Kambili -narradora protagonista- cuenta la historia, y su
evolución en su narración: como una niña embobada por la poderosa figura de su
padre hasta ser una joven con ideas más o menos propias, todo ello en una
constante búsqueda interior, cuestionando los moldes y esquemas familiares, ya impregnados en
su ser. El libro se estructura en cuatro capítulos: “Domingo de Ramos”,
“Antes del domingo de Ramos”, “Después del domingo de Ramos” y “El presente”,
siendo el segundo ampliamente más largo que el resto, pues, allí la autora nos
introduce de lleno en las vidas y aventuras de los personajes principales. .
Kambili
es la narradora en primera persona singular. Ella nos conduce por la historia
familiar a través de un relato dulce e ingenuo: nos cuenta sobre su temerosa
madre, su valiente hermano, Jaja -también adolescente-, y su estricto
padre, Eugene; nos cuenta sobre sus vidas llenas de lujos y comodidades, pero
también sobre las estrictas reglas que les impone su padre. La historia de
Kambili es la historia de una familia que lentamente se rompe por dentro.
Chimamanda <3 |
A
través del relato, Kambili va desarrollando la compleja personalidad de su
padre, a quien teme profundamente, pero ama de manera incondicional: Eugene es
hombre autoritario, fervoroso seguidor de las reglas, importante miembro de la
iglesia católica, quien, además de ser un poderoso empresario, comparte su
fortuna con quienes más lo necesitan. Eugene, castigador y violento con su
propia familia, de quienes espera la implacabilidad, es capaz de todo para
mantenerlos bajo control, siempre aduciendo a la religiosidad y a Dios: “Esto es lo que a uno
le ocurre cuando camina hacia el pecado. Se quema los pies”... Ya en las primeras páginas se nos
muestra a este padre agresivo, quien violenta fuertemente a su hijo por no
comulgar en la misa “Todo empezó a
desmoronarse en casa cuando mi hermano Jaja, no fue a comulgar y padre lanzó su
pesado misal al aire y rompió las figuritas de la estantería. Acabábamos de
regresar de la iglesia”. Ese día, el domingo de Ramos, el día en que
la familia se desmorona, comienza la narración de Kambili, sin embargo, sus
recuerdos comienzan en Nsukka, antes del domingo de Ramos, en casa de su tía
Ifeoma.
Así
es como pronto irrumpe en la escena el personaje más colorido y llamativo de la trama:
Ifeoma, hermana de Eugene, viuda y madre de tres hijxs: Amaka, Obiora y Chima.
Ifeoma una mujer alegre, independiente, profesora universitaria, muy segura de sí
misma, y feminista, aun sin nombrarse como tal. Estas características llamaban
profundamente la atención de Jaja y Kambili, quienes observaban cómo Ifeoma
bromeaba a Eugene, de tú a tú, sin miedos, tratándolo como a alguien
común y corriente, y no como a alguien de respeto, lo que en un principio causó profunda incomodidad y disgusto en Kambili, quien no puede desprenderse aún de su estricta
formación. En casa de Ifeoma suceden diversas situaciones nunca antes
vividas por los hermanos: por primera vez escuchan música africana como la de Fela Kuti,
conversan en la mesa mientras cenan, cantan en
igbo -lengua nativa- durante las misas, se hacen amigxs de un joven y progresista sacerdote y,
por sobre todo, aprenden a reír a carcajadas: “Me eché a reír. Mi
propia risa me resultaba extraña, como si estuviera escuchando una grabación en
la que se reía un extraño. No estaba segura de haber oído alguna vez mi propia
risa” señala Kambili.
Los
pocos días en casa de Ifeoma son suficientes para comprender la distancia
abismal entre las familias, en las formas de entregar amor y servir al
catolicismo: “Entonces me di cuenta de que eso era precisamente lo que tía
Ifeoma hacía con mis primos: les levantaba el listón cada vez un poco más al
hablarles de la forma en que lo hacía, al aumentar sus expectativas en lo que
esperaba de ellos, siempre con la convicción de que lograrían sobrepasarlo; y
ellos lo hacían. Para Jaja y para mí las cosas eran diferentes: saltábamos el
listón, pero no porque creyéramos que éramos capaces de lograrlo, sino porque
nos aterrorizaba el no serlo”. El relato de la joven permite comprender su
crecimiento y autodescubrimiento. En este viaje, en donde conocen de manera
íntima a sus primxs y tía, los hermanos comienzan a entender que existe todo un mundo fuera de su protegido hogar, lejos de la figura de su padre.
Nuevas costumbres, ideas, modales y comidas son experimentadas y, al mismo
tiempo, lentamente las estructuras autoritarias que sustentan a la
familia comienzan a fragmentarse. De este modo, después de una días en Nsukka,
ya nada puede ser lo mismo al regresar a casa.
Es
súper interesante el relato que plantea la autora. Nos habla un poco sobre
África, aquel lejano continente que se nos pinta como la otredad, tan disímil a
lo nuestro. La autora, a través de Kambili, nos cuenta sobre Nigeria y el
colonialismo aún imperante en aquella sociedad. ¡Me encantó este libro! Está
hermosamente escrito, cada detalle cuidadosamente narrado, en donde la lectura
fluye sin cesar. Kambili es la protagonista del relato, pero me parece que
todos los personajes son igualmente importantes: Eugene, quien marca la pauta
del orden, el padre Amadi, quien les enseña sobre un catolicismo abierto al
pueblo nigeriano, la tía Ifeoma y sus hijxs, quienes enseñan a sus primxs
la existencia de otras formas de hacer las cosas. Cada uno de ellxs aparece de
manera contundente, cada uno con su cuento aparte. El relato de Kambili,
ciertamente, es sobrecogedor. A lo largo de la historia hay ingenuidad y
alegrías que denotan, al mismo tiempo, sufrimiento: “en el rostro de Jaja se
dibujó una sonrisa tan amplia que me permitió descubrir unos hoyuelos en sus
mejillas que nunca antes había visto”.
Chimamanda
Adichie, mujer negra, africana, contadora de historias, activista feminista,
fanática de la moda, los colores y el arte, amiga de Beyonce.. me declaro
su fan.
Recomendadísimo,
por mí.