domingo, 21 de enero de 2018

La flor púrpura (2004), de Chimamanda Adichie

Una historia familiar llena de desafíos, crecimiento y anhelos. Una historia familiar que te atrapa y conmueve. La flor púrpura es el primer libro de la escritora nigeriana Chimamanda Adichie, reconocida por su célebre charla TED “We should all be feminist”. Este libro fue un regalo navideño de mi hermana, quien sin querer supo que quería comenzar a leerla. Me llegó de sorpresa y fue el mejor regalo de la Navidad.

La flor púrpura es un relato bien armado, con exquisitos detalles y personajes con marcadas personalidades, muy cercanos y comprensibles. Son seres que sufren, que aprenden, que gozan. Nunca había leído a algún autor africanx, por tanto, este libro me permitió conocer un poco más sobre Nigeria, su cultura y sus costumbres. Me gusta la forma en que Kambili -narradora protagonista- cuenta la historia, y su evolución en su narración: como una niña embobada por la poderosa figura de su padre hasta ser una joven con ideas más o menos propias, todo ello en una constante búsqueda interior, cuestionando los moldes y esquemas familiares, ya impregnados en su ser.  El libro se estructura en cuatro capítulos: “Domingo de Ramos”, “Antes del domingo de Ramos”, “Después del domingo de Ramos” y “El presente”, siendo el segundo ampliamente más largo que el resto, pues, allí la autora nos introduce de lleno en las vidas y aventuras de los personajes principales. .

Kambili es la narradora en primera persona singular. Ella nos conduce por la historia familiar a través de un relato dulce e ingenuo: nos cuenta sobre su temerosa madre, su valiente hermano, Jaja -también adolescente-, y su estricto padre, Eugene; nos cuenta sobre sus vidas llenas de lujos y comodidades, pero también sobre las estrictas reglas que les impone su padre. La historia de Kambili es la historia de una familia que  lentamente se rompe por dentro.


Chimamanda <3


A través del relato, Kambili va desarrollando la compleja personalidad de su padre, a quien teme profundamente, pero ama de manera incondicional: Eugene es hombre autoritario, fervoroso seguidor de las reglas, importante miembro de la iglesia católica, quien, además de ser un poderoso empresario, comparte su fortuna con quienes más lo necesitan. Eugene, castigador y violento con su propia familia, de quienes espera la implacabilidad, es capaz de todo para mantenerlos bajo control, siempre aduciendo a la religiosidad y a Dios: “Esto es lo que a uno le ocurre cuando camina hacia el pecado. Se quema los pies”... Ya en las primeras páginas se nos muestra a este padre agresivo, quien violenta fuertemente a su hijo por no comulgar en la misa “Todo empezó a desmoronarse en casa cuando mi hermano Jaja, no fue a comulgar y padre lanzó su pesado misal al aire y rompió las figuritas de la estantería. Acabábamos de regresar de la iglesia”. Ese día, el domingo de Ramos, el día en que la familia se desmorona, comienza la narración de Kambili, sin embargo, sus recuerdos comienzan en Nsukka, antes del domingo de Ramos, en casa de su tía Ifeoma.

Así es como pronto irrumpe en la escena el personaje más colorido y llamativo de la trama: Ifeoma, hermana de Eugene, viuda y madre de tres hijxs: Amaka, Obiora y Chima. Ifeoma una mujer alegre, independiente, profesora universitaria, muy segura de sí misma, y feminista, aun sin nombrarse como tal. Estas características llamaban profundamente la atención de Jaja y Kambili, quienes observaban cómo Ifeoma bromeaba a Eugene, de tú a tú, sin miedos, tratándolo como  a alguien común y corriente, y no como a alguien de respeto, lo que en un principio causó profunda incomodidad y disgusto en Kambili, quien no puede desprenderse aún de su estricta formación. En casa de Ifeoma suceden diversas situaciones nunca antes vividas por los hermanos: por primera vez escuchan música africana como la de Fela Kuti, conversan en la mesa mientras cenan, cantan en igbo -lengua nativa- durante las misas, se hacen amigxs de un joven y progresista sacerdote y, por sobre todo, aprenden a reír a carcajadas: “Me eché a reír. Mi propia risa me resultaba extraña, como si estuviera escuchando una grabación en la que se reía un extraño. No estaba segura de haber oído alguna vez mi propia risa” señala Kambili.

Los pocos días en casa de Ifeoma son suficientes para comprender la distancia abismal entre las familias, en las formas de entregar amor y servir al catolicismo: “Entonces me di cuenta de que eso era precisamente lo que tía Ifeoma hacía con mis primos: les levantaba el listón cada vez un poco más al hablarles de la forma en que lo hacía, al aumentar sus expectativas en lo que esperaba de ellos, siempre con la convicción de que lograrían sobrepasarlo; y ellos lo hacían. Para Jaja y para mí las cosas eran diferentes: saltábamos el listón, pero no porque creyéramos que éramos capaces de lograrlo, sino porque nos aterrorizaba el no serlo”. El relato de la joven permite comprender su crecimiento y autodescubrimiento. En este viaje, en donde conocen de manera íntima a sus primxs y tía, los hermanos comienzan a entender que existe todo un mundo fuera de su protegido hogar, lejos de la figura de su padre. Nuevas costumbres, ideas, modales y comidas son experimentadas y, al mismo tiempo, lentamente las  estructuras autoritarias que sustentan a la familia comienzan a fragmentarse. De este modo, después de una días en Nsukka, ya nada puede ser lo mismo al regresar a casa.

Es súper interesante el relato que plantea la autora. Nos habla un poco sobre África, aquel lejano continente que se nos pinta como la otredad, tan disímil a lo nuestro. La autora, a través de Kambili, nos cuenta sobre Nigeria y el colonialismo aún imperante en aquella sociedad. ¡Me encantó este libro! Está hermosamente escrito, cada detalle cuidadosamente narrado, en donde la lectura fluye sin cesar. Kambili es la protagonista del relato, pero me parece que todos los personajes son igualmente importantes: Eugene, quien marca la pauta del orden, el padre Amadi, quien les enseña sobre un catolicismo abierto al pueblo nigeriano,  la tía Ifeoma y sus hijxs, quienes enseñan a sus primxs la existencia de otras formas de hacer las cosas. Cada uno de ellxs aparece de manera contundente, cada uno con su cuento aparte. El relato de Kambili, ciertamente, es sobrecogedor. A lo largo de la historia hay ingenuidad y alegrías que denotan, al mismo tiempo, sufrimiento: “en el rostro de Jaja se dibujó una sonrisa tan amplia que me permitió descubrir unos hoyuelos en sus mejillas que nunca antes había visto”.

Chimamanda Adichie, mujer negra, africana, contadora de historias, activista feminista, fanática de la moda, los colores  y el arte, amiga de Beyonce.. me declaro su fan.

Recomendadísimo, por mí.


 
Portada del libro
301 páginas
Editorial: Random House