La siguiente historia, sin querer
queriendo, también proviene desde Estados Unidos. Pero ahora es el turno de una
mujer: la seca Patti Smith. Quizás más de alguno habrá oído hablar de ella, sin
embargo, yo la conocí recién este año y todo gracias a una revista de papel
cuché, en donde una escritora chilena decía que éste era un gran libro, y vaya que no se
equivocaba. Lo busqué en librerías de Santiago y Valparaíso sin éxito, lo
encargué a The book depository y
estaba agotado, pero afortunadamente lo encontré en una librería en Temuco y
fue una tarde muy feliz.
Primero, decir que Patti es una genia
en el amplio sentido de la palabra: no sólo es escritora, sino también poeta,
cantante, actriz, pintora, activista, uff… todo en una. Y en este libro es
capaz de cristalizar todo su potencial en sinceras y sencillas prosas. Amé leer
este libro, no sólo por la emotividad de sus líneas, sino también porque me
recordó mucho a una amiga muy querida y vi su historia de amor
plasmada en esta obra.
Éramos unos niños (Just kids) no es una novela, sino un libro de memorias, y sus protagonistas son Patti y el célebre fotógrafo Robert
Mapplethorpe, pero también lo protagoniza la encendida sociedad neoyorkina de los locos años
sesenta y setenta.
Patti y Robert <3 |
Este libro retrata la hermosísima
–lo juro– historia entre Patti y Robert. Patti, una joven de 19 años
proveniente de una familia pobre de un pequeño pueblo de Nueva Jersey, llegó a
Nueva York con el sueño de ser artista; por su parte, Robert, hijo de la clase
media conservadora norteamericana, ansiaba lo mismo. Ambos se conocieron de
manera accidental en la gran ciudad, hecho que cambió para siempre el curso de
sus vidas. Sus personalidades, casi
opuestas, se complementan de manera tal que ambos inciden permanentemente en
sus posteriores obras; mientras Robert era más extrovertido y sociable,
ella era más bien tímida y callada. A medida que transcurre el tiempo, Robert
comienza a frecuentar personas y ambientes cada vez más glamorosos y
sofisticados, sectores sociales que incomodaban a Patti, pues ella era una
chica común y corriente de modales poco refinados. Me encanta la sinceridad con
la cual expresa: “Mis modales en la mesa horrorizaban a Robert. Yo lo percibía
en su modo de apartar la mirada y volver la cabeza. Cuando comía con las manos,
le parecía que llamaba demasiado la atención, aunque él llevara sobre el torso
desnudo varios collares de cuentas y un chaleco de piel de carnero bordado.
Nuestros reproches solían dar paso a las risas, sobre todo cuando yo señalaba
aquellas discrepancias. Mis modales no mejoraron nunca, pero su indumentaria
atravesó algunas etapas extremadamente estrafalarias”.
Éramos unos niños relata el
enrevesado peregrinaje de estos personajes, juntos y separados, pasando por todo
tipo de dificultades: problemas económicos, prostitución y crisis
existenciales, pero siempre unidos por el amor al arte. En un comienzo fueron
pareja, luego amigos y compañeros de trabajo, por eso es difícil categorizar la
relación entre ambos, ya que escapa a todo convencionalismo rompiendo las normas
preestablecidas para el amor. Creo que ésta es la historia de un amor sin
prejuicios, sin rencores ni rivalidades, en donde la comprensión y la
complicidad eran lo fundamental. En definitiva, se trata de un amor para
admirar pese a que ambos tuvieron posteriores parejas y terminaron por caminos
separados.
Sin embargo, lo atractivo es que
no estamos únicamente ante un libro que retrata esta entrañable historia de amor
de sus protagonistas, sino también es un libro dedicado al arte. Éramos unos
niños es una aproximación a lo que fue su camino hacia la fama y el éxito; en
donde Patti nos cuenta lo que sucede antes de convertirse en las estrellas que
fueron después, es decir, antes de convertirse en los artistas consagrados de
hoy. La incesante sed de arte es uno de los principales tópicos de esta
historia, pues se trata al mismo tiempo de una búsqueda de identidad y
reconocimiento, algo indispensable para todo artista.
A punta de esfuerzo y
perseverancia, Patti y Robert se fueron integrando al círculo artístico underground de Nueva York, aquel en
donde imperaban las aventuras, las drogas duras y, sobre todo, el rock and roll. Lo interesante es
comprender cómo estos dos jóvenes, provenientes de familias totalmente
alejadas del mundo del arte, logran ingresar, con talento y creatividad, a ese
selecto grupo social. Janis Joplin, Jimi Hendrix, Allen Ginsberg y Andy Warhol
son algunos de los artistas que solían frecuentar los protagonistas durante los
agitados días en el mítico Hotel Chelsea; la autora narra diversas anécdotas
vividas junto a ellos, en donde la imaginación era la invitada primordial. De
este modo, el arte aparece como un refugio recurrente ante la soledad, pero
también como modo de conocerse a sí mismos. Fuera de la academia y los
tecnicismos, intentaron ser artistas: Robert en la fotografía, Patti en la
poesía y la música. A lo largo de los años intercambiaron los roles de artista
y musa, apoyándose mutuamente en el proceso creativo; siempre cómplices, no se
separaron hasta alcanzar sus objetivos. “El muchacho que yo había conocido era
tímido y tenía dificultad para expresarse. Le gustaba dejarse llevar, que lo
cogieran de la mano para entrar sin reservas en un mundo distinto. Era
masculino y protector, pese a ser femenino y sumiso. Meticuloso en su vestuario
y modales, también era capaz de un desorden atemorizante en su obra. Sus mundos
eran solitarios y peligrosos, y vaticinaban libertad, éxtasis y liberación”.
Este libro de Patti Smith nos
hace reflexionar sobre el amor y el arte, ¡qué perfecta combinación! Estoy demasiado
feliz de haberme cruzado con este pequeño tesoro. Éramos unos niños es
definitivamente un libro que quiero volver a leer.
Portada del libro Editorial: Lumen Pgs: 304 |