Hace rato que tenía ganas de leer
alguna novela de Mario Vargas Llosa. Siempre me ha llamado la atención la gran
cantidad de libros suyos en cada librería; montones de títulos. Travesuras de la niña mala me la
recomendó un vendedor en una QuéLeo y dio en el clavo.
Mario Vargas Llosa |
Vargas Llosa nació en 1936 en
Arequipa, Perú, y es reconocido como uno de los grandes escritores hispanoamericanos
de todos los tiempos. Fiel representante del llamado Boom Latinoamericano,
Vargas Llosa desafió los convencionalismos de la escritura incursionando en
temas como la política, la crítica y el erotismo a través de nuevas técnicas
narrativas. Es necesario señalar que ha ganado numerosos e importantes premios
a lo largo de su carrera, entre los cuales destacan el Premio Nobel de
Literatura concedido el 2010 y el Premio Príncipe de Asturias, en 1986. En marzo
próximo cumplirá 80 años (¡!) y publicará su reciente Cinco Esquinas. Bien prolífico Mario. Bien.
El tema manifiesto de Travesuras de la niña mala es el de una
historia de amor. Se trata de la relación tormentosa y enfermiza entre dos
amantes que dura más de cuarenta años. Durante estos cuarenta años, el autor
nos hace viajar por diversos escenarios geográficos y sociopolíticos: desde la conservadora
Lima de los años 50, por el París turbulento y artístico de los 60, pasando por
Londres de los 70, para llegar a la moderna Tokio y la desinhibida Madrid en
los 80. Estas ciudades se transforman, a su vez, en verdaderas protagonistas de
la historia, pues, Vargas Llosa se encarga de describir de manera muy prolija
cada uno de los barrios en los cuales se desenvuelven los protagonistas,
rescatando la esencia propia de cada uno de ellos, a través de las aventuras de
los protagonistas, autoexiliados de Perú.
Ricardo Somocurcio es el narrador
protagonista de esta historia que comienza en Lima cuando él era sólo un
adolescente. Ricardo, después de la muerte de sus padres, vive con su vieja y
querida tía en el barrio de Miraflores, el cual se ve sorprendido por la llegada
de dos encantadoras hermanas, “las chilenitas”, que causan gran simpatía y
admiración entre los jóvenes del barrio, debido a la picardía de sus bailes y
sus cándidas sonrisas. Una de las chilenitas es Lily, quien se roba el corazón
de todos, incluido el de Ricardo. Aquí comienzan las travesuras de la niña
mala.
En su narración Ricardo nos
detalla con lujo de detalles sus encuentros y desencuentros con Lily, la
difícil “chilenita” que se enreda en su vida para siempre. La complejidad
psicológica de Lily queda de manifiesto en las diversas caras que exhibe a lo
largo de la historia, pues, en cada escenario la niña mala aparece y desaparece
bajo múltiples máscaras: bien puede ser la tierna chilenita de la juventud o la
inquieta camarada Arlette que llega arrancando a Paris, pero también es capaz
de lucir con su elegancia como Madame Aurnox y la distante Mrs. Richardson, o
desafiar a Ricardo como la excéntrica Kuriko, hasta llegar a conmoverlo como la
pobre Otilita. Las constantes transformaciones de la chilenita dejan abatido a
Ricardo, sin embargo, su amor hacia ella crece aún más, pues, se esfuerza por comprender
el confuso mundo que rodea a su amada
para, de este modo, protegerla y justificar sus mentiras. La identidad de
la chilenita es un completo misterio hasta casi el final de la historia. Es
este viaje en el tiempo y en el espacio lo que llena de energía a la novela.
El amor, tópico popular por
excelencia, se viste con los trajes de la decepción, la compasión y el
erotismo. Ricardo y la niña mala cultivan una relación, quizás, de amor nada
romántica, pero sí muy típica: la de los polos opuestos. Él, ya adulto, un
traductor de la Unesco sin mayores aspiraciones que el día a día –“un
pichiruchi”–, y ella, una mujer calculadora y ambiciosa dispuesta a todo,
parecen el ejemplo perfecto de una pareja destinada al fracaso amoroso. La
ambición de la niña mala y su intento por ascender socialmente son el motor que
estimula esta historia. “Ya no era aquella muchachita vulnerable que, pasando mil
pellejerías, había salido adelante gracias a una audacia y una determinación
poco comunes; ahora era una mujer hecha y derecha, convencida de que la vida
era una jungla donde sólo triunfaban los peores, dispuesta a todo para no ser
vencida y seguir escalando posiciones”.
Mucho podemos discutir sobre el
amor en literatura, sobre su grandeza, su perversidad, su ingenuidad, pero
siempre tropezaremos con las mismas imágenes estereotipadas: el amor como
sufrimiento y, a la vez, como felicidad. En esta historia el amor adquiere
ambos rostros. Ricardo no sabe vivir sin la niña mala, es un amor morboso e
inevitable que le causa mucho daño: “Porque, para qué negarlo, la amaba cada
día más. Y la amaría siempre, aunque me engañara con mil fukudas, porque ella
era la mujercita más delicada y bella de la creación: mi reina, mi princesita,
mi torturadora, mi mentirosita, mi japonesita, mi único amor”. Amor enfermizo
como amor incondicional. Dicho de este modo, puede que la trama cause cierto
rechazo debido a lo aparentemente obvio de sus argumentos, pero no lo creo, pues,
pese a lo irracional, es una historia compleja llena de símbolos que conmueven.
A través de los personajes de Lily y Ricardo exploramos distintos ángulos de
las relaciones humanas –la envidia, la decepción, la indulgencia, el desengaño,
la alegría y lo ético en un ir y venir emocional.
Por último, respecto a la forma
en que está escrita la novela, debo admitir que me gustó muchísimo. Aunque un
capítulo se me hizo especialmente largo y un poco fatigoso (no diré cuál), como
primera experiencia con Vargas Llosa puedo decir que quedé bastante complacida,
y quiero seguir leyendo sus novelas. Travesuras
de la niña mala es una narración rápida, ligera y muy cercana, con diálogos
intensos, pero también divertidos. En definitiva, Vargas Llosa se la juega con
esta suculenta historia de amor poco convencional, la de un hombre sometido a
los antojos de una decidida y valiente
mujer. ¿Qué si recomiendo su lectura? Absolutamente sí.
Portada del libro Editorial: De Bolsillo Pgs: 418 |