domingo, 13 de septiembre de 2020

Space invaders (2013), de Nona Fernández

Si bien es su segundo libro que leo, Nona Fernández ya ocupa un lugar especial en mi corazón. Me gusta cómo piensa (a punta de ver sus entrevistas), me gusta lo que cuenta, y cómo lo cuenta: cómo adorna con sutileza y gracia frases simples y poderosas. Me gusta su forma de abrir su mundo y sus recuerdos en letras mediante un estilo tan singular como experimental.

Space invaders es una corta historia (77 páginas) sobre niñas, niños y misterios. También sobre la dictadura, la escuela y las familias. Nona Fernández se centra en un grupo de compañeros de curso, y los vuelve protagonistas, dando voz no solo a uno, sino a varios personajes que van entretejiendo esta historia en donde la verdad se confunde con las cosas nunca dichas, porque para los adultos todo lo importante era "cosa de grandes".


Ciertamente, “dar voz” a niños y niñas, sujetos históricamente silenciados en la Historia, siempre rezagados y nunca comprendidos, es un acto conmovedor, más aún si se trata de “los sin apellido, estudiantes de un liceo de mierda, sin tradición ni vista a la cordillera; todos cabecitas negras”. Estos niños y niñas del liceo son los personajes protagonistas que, si bien no son afectados directamente por la dictadura, están ahí, viendo y escuchando. Son testigos -aparentemente pasivos-, pero también sujetos protagonistas que recuerdan, rememoran y sueñan, intentando comprender lo que están viviendo, anhelando una respuesta. Tal como dice G. Salazar en Ser niño huacho,  “los niños, demasiado pequeños aún para hacerse cargo de los problemas de la vida, de la guerra, de la política, de la historia mundial ¡Pobrecitos! No pueden ser todavía, ni sujetos históricos, ni ciudadanos [...] Pueden comprender, sin ser comprendidos”.


Nona Fernández (1971-)


Nona Fernández intenta visibilizar infancias marcadas por la represión y el adultocentrismo, componiendo historias de dictadura a través de las miradas y experiencias de estos niños y niñas, en plena edad camino hacia la adolescencia (“ni tan chicos, ni tan grandes”), compleja bisagra en donde van construyendo su propia identidad. 


Pero también está la escuela. La autora la describe como centro de disciplinamiento, lugar en donde la militarización de la enseñanza y los comportamientos permitidos y no permitidos están grabados a fuego. Nona detalla cómo, a través de pequeñas estrategias cotidianas, el disciplinamiento era parte fundamental de la enseñanza: acciones como formarse en escuadrones a un brazo de distancia, llamarse por los apellidos, cantar el himno nacional, izar la bandera, los actos del 21 de mayo, refuerzan formas de “nacionalismo banal” o la reproducción de la identidad nacional, sin cuestionamientos. La idea del “panóptico” de Foucault también está muy presente en este relato: el liceo, a través de sus figuras de autoridad (la estatua de la Virgen, el inspector; o incluso el “tío Claudio” desde su Chevy rojo), aparece como el guardián omnipresente que puede observar a todos sus estudiantes, y, además, tal como lo dice un profesor “aquí se viene a estudiar, y no a hablar leseras”. Esto último parece un lugar muy común de los ochenta y noventa, en donde la desconexión con la política era enorme.


El libro contiene un poderoso relato: tan bien estructurado en tan pocas palabras. Su éxito va más allá de Chile y Latinoamérica, con su nominación al National Book Award, de Estados Unidos, el año pasado en la categoría Literatura Traducida. Space invaders cautiva, es un relato poético y rítmico sobre la memoria colectiva. Me recordó mucho a la narración de Lina Meruane, en su novela Sangre en el ojo, en donde lo que se cuenta se cuenta sin pausas, ni maquillaje, porque se cuenta “desde la guata”, desde la empatía, con mucho movimiento. Este estilo tan característico de Nona Fernández atrae a muchos/as lectores y a la crítica, porque es un estilo que experimenta y utiliza distintos recursos: es una narración no cronológica, hay varias voces y personajes protagonistas, aportando distintos registros y estructuras, en forma de cartas, poemas, conversaciones y sueños, un poco al estilo Detectives salvajes de Bolaño, en donde distintos personajes se refieren sobre los mismos hechos, aportando detalles para armar un rompecabezas.


Nona Fernández se basa en la memoria colectiva, en los sueños y en las pequeñas conversaciones para desarrollar esta potente trama. Las interrogantes y los secretos a voces fueron la lucha cotidiana de toda una generación afectada por el ocultamiento de crudos episodios. Se trata de sueños de ñiños y niñas, marcados por recuerdos imaginarios, o reales, de los que no pueden escapar -como se menciona en el prólogo con la cita de Georges Perec-, y es que los sueños son recuerdos, y viceversa.



Portada del libro

Portada del libro 
77 páginas
Editorial Alquimia