"Mi madre es una campesina urbana y yo soy la hija de mi madre"
Apegos feroces fue escrito por Vivian Gornick en 1987, y solo recién se editó al español el 2017. Estos treinta años marcan la distancia que el público hispano-parlante había tenido con esta escritora, hasta ahora. Y de pronto mucha gente lo estaba leyendo, hablando maravillas del libro. De tanto verlo, también me entró la curiosidad, y la excusa perfecta era que formaba parte de la lista de libros para leer en el Club de Lectura en el que estoy participando.
Apegos feroces es un libro en donde la autora reconstruye su infancia y juventud en el Bronx, lugar en donde vivió junto a su familia, inmigrantes judíos comunistas y de clase obrera, hasta los 21 años. La infancia de Vivian se debate entre dos principales figuras femeninas que, son un marco de referencia para la construcción de su identidad: por un lado, su madre, cuya pérdida de su esposo la deja en un agotado estado de depresión y, por otro lado, Nettie, la joven vecina del edificio, quien en su viudez encuentra en el sexo su camino hacia la liberación. Tal como dice Gornick: “Todas nos entregábamos a nuestros placeres: Nettie quería seducir, mamá quería sufrir y yo quería leer. Ninguna de nosotras sabía cómo imponerse una disciplina que condujece a la consecución de una vida femenina ideal y corriente. Y, de hecho, ninguna de nosotras lo logró”.
La relación madre-hija es, por cierto, el eje protagónico del libro. Vivian Gornick es muy valiente al retratar su relación con su madre, y convierte todo el padecimiento y disputa en arte: porque se trata de un vínculo frágil y agotador, que empuja a la autora a hablar desde su propia herida. ¿Cómo es crecer luchando contra la madre? La vida de su madre gira en torno al amor de su fallecido esposo, en cambio, la vida Vivian es completamente diferente, pues, para ella el amor ocupa un segundo o tercer lugar. La autora reconoce que le costó años comprenderla. No la odiaba, pero luchaba contra ella, y ahí recae este apego: la madre que asfixia a su hija, pero al mismo tiempo le ofrece estabilidad. Una vez viuda, su madre comenzó a llenar todos los espacios, hasta el hastío. “Liberarme de mi madre. Me ponía la piel de gallina. Estaba en todas partes, encima, dentro y fuera de mí [...] no podía escapar de la naturaleza apabullante y claustrofóbica de su presencia, de su ser, de su asfixiante y sufriente calidad de mujer”.
La relación madre-hija es, por cierto, el eje protagónico del libro. Vivian Gornick es muy valiente al retratar su relación con su madre, y convierte todo el padecimiento y disputa en arte: porque se trata de un vínculo frágil y agotador, que empuja a la autora a hablar desde su propia herida. ¿Cómo es crecer luchando contra la madre? La vida de su madre gira en torno al amor de su fallecido esposo, en cambio, la vida Vivian es completamente diferente, pues, para ella el amor ocupa un segundo o tercer lugar. La autora reconoce que le costó años comprenderla. No la odiaba, pero luchaba contra ella, y ahí recae este apego: la madre que asfixia a su hija, pero al mismo tiempo le ofrece estabilidad. Una vez viuda, su madre comenzó a llenar todos los espacios, hasta el hastío. “Liberarme de mi madre. Me ponía la piel de gallina. Estaba en todas partes, encima, dentro y fuera de mí [...] no podía escapar de la naturaleza apabullante y claustrofóbica de su presencia, de su ser, de su asfixiante y sufriente calidad de mujer”.
Periodista, escritora y activista feminista estadounidense, considerada una de las voces más destacadas en los años 70 de la segunda ola feminista de Estados Unidos. |
El tema madre-hija me resulta completamente alucinante: conflictos, orgullo, admiración, competencia, sueños frustrados, manipulación, etc. Se trata de una relación que, precisamente, escapa de toda caricatura romantizada. Sin embargo, más que la relación con su madre, Vivian narra su propia vida a través de esta relación: Apegos feroces es su accidentado e interminable camino hacia su madurez como mujer, en donde se reconstruye por oposición a su madre, quien -entre otras cosas- la recriminaba porque no tenía marido. De hecho, otro libro de Gornick se titula La mujer singular, que en inglés sería The odd woman, y tal como lo dice en el libro: “Aquellos fueron los años en los que a las mujeres como yo las llamaban “Nueva”, “Liberada”, “Singular” (yo prefería “Singular”, y sigo haciéndolo”. Es esta reivindicación a su soledad (no loneliness, sino solitude) lo que fortalece a Vivian, pues, se trata de una postura política que apuesta por la libre elección de la vida de las mujeres, y esto la lleva a pensar y resignificar su condición de mujer en un escenario sumamente complejo: los años setenta y ochenta, como buena representante de la Segunda Ola del Feminismo gringo.
Me gustó mucho la forma en que escribe Gornick. Logra describir muy bien a sus personajes y las sensaciones que éstos estimulan en ella. Además, el principal escenario es la ciudad, lo que demuestra la increíble capacidad de Gornick para mezclar la gran urbe multicultural con sus sentimientos enrevesados. Por un lado, en el relato del presente, Vivian y su madre ya mayor pasean por Manhattan, y por otro lado, están sus recuerdos en el Bronx, mosaico de territorios étnicos, en donde conviven irlandeses, italianos y judíos. Nueva York es el lugar idóneo para el cruce de ideas y sentimientos. Pese a que me costó mucho enganchar con la trama en un comienzo, subrayé muchas frases (creo que es uno de mis libros más rayados), y es porque al final no todos tenemos el don de Vivian de poder expresarnos con palabras, y ella lo hace prodigiosamente.
Portada del libro Editorial Sexto Piso 193 páginas |