domingo, 29 de marzo de 2020

Conversaciones entre amigos (2017), de Sally Rooney


      "Hay algo hermoso en tu manera de pensar y sentir, o bien, tu forma de experimentar el mundo es en cierto modo hermosa"


Así, con frases delicadas y observaciones incisivas, Sally Rooney construye Conversaciones entre amigos, una novela íntima y lúcida sobre vínculos, deseo, poder y clase. La historia sigue los pasos de dos jóvenes amigas y estudiantes de Literatura, Frances y Bobbi, quienes en una tertulia literaria conocen a Melissa, una escritora “cool”, mayor que ellas, con quien que entablan una curiosa amistad y que incluye también a su marido Nick, un actor semi famoso. Ese encuentro desata una serie de relaciones cruzadas que sacuden sus certezas y sus afectos.

Sally Rooney, joven autora irlandesa, a través de una intensa historia, nos sumerge en la cotidianeidad de las aventuras de estos amigos, las cuales se desarrollan siempre en espacios interiores: en la casa del matrimonio, en el departamento de Frances, en la Facultad de Letras o en algún pub dublinense, centrándose así en lo principal de esta novela: las conversaciones entre sus personajes, escenario principal de esta obra. Se trata de las relaciones humanas en esta era de aguda posmodernidad. Chats, e-mails, diálogos extensos, silencios. Todo gira en torno a la palabra como forma de entender(se) en el mundo.

Frances, narradora y protagonista, es una joven poeta, introspectiva, aguda, políticamente de izquierda, proveniente de una familia rota. Desde el inicio, sabemos que está buscando algo, aunque no siempre sepa qué. Su vínculo con Bobbi —ex pareja, amiga, cómplice— es tan denso como ambivalente. Pero es su relación con Nick la que se vuelve el eje emocional de la historia. Rooney evita los estereotipos: Nick no es un galán ni un villano, sino un hombre sensible, depresivo, complejo, que se convierte en el espejo emocional de Frances. A veces pensaba que nunca me había sentido tan desgraciada en toda mi vida, pero también que mi desgracia era muy superficial, ya que en cualquier momento una palabra suya podría aliviarla por completa y transformarla en una felicidad estúpida”. 
Frances intenta parecer fuerte, sarcástica, impermeable, pero termina mostrando una fragilidad conmovedora. El amor, en esta novela, no aparece como salvación, sino como un campo de riesgo, contradicción y miedo: la posibilidad de amar sin destruirse.


Sally Rooney (1991 - ), joven escritora, muy aclamada por la crítica literaria, debido al éxito y complejidad de sus dos primeras novelas Conversaciones entre amigos y Gente normal.


Pero Conversaciones entre amigos también es una novela de clase. Frances, en cada encuentro con Melissa y su entorno, se siente desplazada: demasiado pobre para encajar, demasiado culta para volver al origen. Hay una conciencia de clase que atraviesa todo el relato: “En esas ocasiones yo me sentí fuera de lugar, ignorante y resentida, pero también temerosa de que acabaran desenmascarándome como una persona moderadamente pobre y comunista. De igual modo, me costaba entablar conversación con gente de la misma extracción social que mis padres, pues temía que mi acento sonara pretencioso o que mi holgado abrigo de segunda mano me hiciera parecer por rica”. Sally Rooney denuncia, con mucha sutileza, la fetichización del amor como mero objeto de consumo, pero también, y muy fuertemente, el eterno clasismo de la sociedad dublinense y el incierto futuro al cual se enfrentan, principalmente, los jóvenes. Este contexto socio-político, de mucha vulnerabilidad económica y social, es clave para el desenvolvimiento de los personajes, ya que sobre éste construyen y basan sus relaciones. 

Rooney escribe sobre lo millennial sin condescendencia: sobre la dificultad de decir lo que sentimos, sobre cómo la comunicación digital moldea nuestros vínculos, sobre el desconcierto emocional de quienes, en medio de la libertad, se sienten más perdidos que nunca. La novela no ofrece respuestas, pero sí un retrato certero del tránsito a la adultez.

Finalmente, solo agregar que me encantó este libro; lo compré un día que andaba buscando libros de mujeres escritoras, y ya que lo había visto harto, lo llevé y fue una grata sorpresa: muy rápido y entretenido de leer, porque el estilo de Sally es ágil y fresco, sin mayores pretensiones literarias, en donde logra proyectar imágenes fugaces, complejas personalidades y situaciones tan cotidianas que parece increíble que resulten tan evocadoras. Me devoré este libro en 3 días, entre viajes y paisajes sureños. Ya quiero leer la segunda novela de esta escritora, Gente normal, la cual ya pude encargar por internet, veremos qué tal.


Portada del libro
Editorial Penguin Random House
311 páginas

miércoles, 18 de marzo de 2020

Sur y oeste, de Joan Didion

Famosa en el mundo entero por sus escritos personales, sus crónicas periodísticas y novelas, de observación aguda, Joan Didion me sorprendió gratamente con este libro, una pieza breve y en apariencia menor, Sur y Oeste recoge sus cuadernos y notas durante un viaje que realizó con su marido a comienzos de los años setenta, y que casi cincuenta años después han sido publicados sin apenas edición. ¿Qué podría decirnos un diario inconcluso, sin hechos históricos ni grandes revelaciones? Muchísimo, si quien escribe es Didion.

En algunas de sus primeras páginas, la autora menciona “No sabría decir con exactitud qué me llevó a pasar un tiempo en el sur durante el verano de 1970”, puesto que no tenía obligaciones periodísticas ni ocurrió nada relevante en donde ella estuvo: “no hubo asesinatos ni juicios célebres, no hubo órdenes de integración, ni enfrentamientos, ni siquiera celebrados actos divinos”. Me encantó porque lo verdaderamente relevante es que no había nada relevante que ver, sino la cotidianidad y lo que es diferente: lo otro, en este caso, el sur. El sur aparece entonces como “lo otro”, como un espacio donde la identidad estadounidense se desfigura y se vuelve ambigua, detenida en el tiempo.
Joan Didion (1934 ),escritora y periodista estadounidense.
Sur y Oeste es un recorrido por pueblos pequeños y olvidados, atravesados por la inercia, por la precariedad, por la herencia pesada de la raza y la clase. La autora, observa con distancia sin juicios explícitos, pero filosa. Describe con ojo etnográfico, bares a media tarde, mujeres resignadas, niños jugando entre casas desvencijadas, hombres que aceptan los chanchullos políticos como parte del paisaje. La anacronía cultural del sur se vuelve evidente: “Resulta llamativo y alarmante contemplar lo aislada que estaba aquella gente de lo que era normal en la vida americana de 1970. Toda su información era de quinta mano, y se había mitificado por el camino”.
Ese Sur, con su profunda desconfianza hacia lo diferente, con su culto a la tradición y su apego a una cierta neutralidad cómoda, contrasta con el Oeste, el lugar de pertenencia de Didion. Porque, aunque el viaje sea hacia el sur, siempre está hablando también de su hogar: California. Allí, dice, se siente cómoda “de una forma en que no lo estoy en otros sitios”. En este contrapunto se juega una de las mayores virtudes del libro: el contraste entre dos visiones del alma americana, entre lo que el país ha querido ser y lo que realmente es.
La narración de Didion es un tipo de cuaderno de notas. Es como si estuviésemos leyendo una especie de diario sobre aquello que ve: carreteras solitarias, restaurantes con viejos reunidos en torno a juegos de cartas y cervezas, mujeres resignadas a la vida que les tocó, niños y niñas matando las horas del día jugando en calles vacías y cierta estética kitsh mal diseñada.  “Supongo que crees que la gente del Sur es un poco anacrónica” le dice un amigo, entendiendo a las comunidades desde la precariedad y el colonialismo; entendiendo ya el sur como una pequeña provincia. Los sureños aceptan lo simple y quieren vivir tranquilamente, sin meterse en política, entendida como sinónimo de “problemas”, tal como lo señala un hombre con quien conversó: “Soy un tipo que huye de las actitudes extremas, así que, igual que la mayoría, estamos intentando simplemente tomar la vía más fácil que nos permita ser felices a todos”. La neutralidad aparece entonces como una virtud en este sur que tan lejano e inconcebible parece a Didion.  
Al principio me costó enganchar con este libro, lo confieso. Pero luego lo entendí como lo que es: un mapa mental, una bitácora de percepciones que no necesita grandes eventos, porque la política, la raza, el poder y la memoria están en cada detalle. Lo más fascinante es que, al leer a Didion mirar el sur, uno también puede mirarse a sí mismo. Pensé mucho en Chile, en nuestra propia ruralidad conservadora, en la forma en que también acá el país se desdobla: entre lo que queremos proyectar y lo que realmente somos. Un sur que se descompone frente a lo distinto. Un país que se mide, se juzga y se castiga a sí mismo.


Portada del libro
Editorial Random House
166 páginas