Tengo miedo torero trata la historia de
amistad entre La Loca del Frente y Carlos. La Loca del Frente, un transexual
cuarentón, arrienda una casa en un barrio pobre de Santiago, allí conoce a
Carlos, un cautivante joven universitario perteneciente al Frente Patriótico
Manuel Rodríguez, con quien entabla una peculiar relación de amistad: Carlos
necesita a La Loca para organizar las
reuniones secretas del Frente, mientras que ésta se muere de amor por
él. Todo esto enmarcado en un convulsionado escenario político: el Chile
dictatorial de 1986, álgido año de la dictadura, en donde las protestas,
marchas y la violencia se tomaban las principales calles del país, en un
intento por derrocar la dictadura de Pinochet.
Estamos frente a una novela muy especial.
La trama, su escritura, su autor, en sincronía máxima. Antes leí Háblame de
amores, también de Lemebel, y ya su forma de escribir llamó mucho mi atención:
es súper irónica, libre, potente y muy chilena, libre de toda siutiquería (¡qué
difícil!); fui buscando nuevos títulos para leer, pero la mayoría de sus obras
son crónicas o relatos cortos –género que me cuesta más, hasta que caché que
Tengo Miedo Torero es su única novela. La idea de leer este libro se me cruzó
justo un poco antes de la muerte de Lemebel, por tanto, cuando quise comprarlo
estaba agotado en todos lados. Para mi suerte, mis lindxs hermanitxs me lo
regalaron (¡ J !).
Este libro es la historia de una amistad,
específicamente, de un amor truncado, incompleto, en donde la protagonista
indiscutida es la adorable Loca del Frente, quien, con sus melodías, risa fácil
e ingenuidad, se roba todos los aplausos. Lemebel nos relata minuciosamente la
compleja psicología de La Loca, su triste pasado y su difícil presente como
transexual en un país todavía muy cartucho, y cómo sobrevive el día a día ya
muy alejada de “las pistas”, pues, intenta forjar un presente honesto lejos de
su anterior forma de vida. El pasado de La Loca marca toda la novela, de
familia humilde y padre abusador, Lemebel nos cuenta sus años de miseria,
alcoholismo y prostitución. Sin embargo, La Loca logra conmovernos con su
espontánea alegría, ternura y música del recuerdo: en este libro son comunes
las baladas, los tangos y los boleros, lo cual nos hace imaginar algún boliche
perdido.
Escrita en tercera persona, Tengo miedo
Torero, hila dos relatos paralelos. Por un lado, la ya mencionada historia entre
La Loca y Carlos, y sus respectivos amigos, y, por otro, un burlón relato sobre
Pinochet y su señora, Lucía Hiriat como protagonista. En este última, Lemebel
apuesta por mostrar a una primera dama de gustos refinados pero vulgares, poco
tino y mucha ignorancia. Lo particular de este relato –que, por cierto, es
mucho más breve que el principal– es que Lemebel nos muestra a un Pinochet
sumido por sus miedos con base en una infancia infeliz y solitaria y, por el
contrario, la mala y frívola es Lucía, quien no para de cotorrear sobre el
acontecer nacional desde su particular punto de vista. De este modo, estas dos
historias ambientadas en el mismo año 1986, el año de las primeras protestas
organizadas por la oposición en contra de la dictadura, van desarrollando dos
polos opuestos: el del poder y el del mundo popular.
Tengo miedo torero es una historia que intenta provocarnos a
través de la narración de la subversión política y la marginalidad sexual.
Lemebel desafía lo políticamente correcto y se sumerge en el relato y
visibilización de la homosexualidad abyecta y su cotidianeidad, porque La Loca,
sin poder autodenominarse mujer ni tampoco
hombre, nos abre todo un mundo hasta el momento oculto –su sexualidad, sus
pudores, los encajes y el sudor…
A mi modo de ver, una de las claves de este
libro es que no es una historia de amor común y corriente, sino que contiene
muchos elementos especiales que la convierten en todo un hito de la narrativa
chilena. La homosexualidad, el travestismo, la marginalidad y la ternura, todo
unido bajo la pluma cursi –en el romántico sentido del término– de Lemebel.
Tengo miedo torero es una historia que busca provocar nuestra moral tradicionalista,
que nos habla de política, del mundo popular y de hijos huachos nacidos en
cuerpos equivocados, de fluidos corporales y amoríos, siendo La Loca del Frente
la protagonista indiscutida de la novela, quien viene a encarnar el desarme de
un país, torturado abandonado y prostituido.
Es cierto que Lemebel logra exponer los sentimientos de
La loca del Frente de una manera tan pasional y tierna que es imposible no caer
ante sus encantos. Sin embargo, el autor nos muestra a La Loca bajo el perfecto
estereotipo de la mujer enamorada: sumisa, atenta, servicial, con gustos muy
‘femeninos’, en suma, como una mujer dispuesta a todo por amor. Claro, sin
dudas, se trata de mostrarla de la manera más ‘femenina’ posible, llegando
incluso al borde de la reproducción de los estereotipos de género, ¿habrá sido
necesario?
Hay quienes hablan de esta novela como un
espejo de la vida del propio Lemebel. En muchos sentidos, se puede leer esta
historia como la de su propio autor, artista homosexual de origen pobre.
Lemebel, nacido en 1952 en Zanjón de la Aguada, vivió una infancia burlada por
el hambre y la violencia física y psicológica, aristas que queda de manifiesto
en muchas de sus obras, las cuales relatan la precariedad y marginalidad
social, la mayoría de la veces, oculta en el quehacer literario chileno.
Maquillado y de taco alto, Lemebel fue un
artista icónico de la escena artística de los años 80. En
conjunto con su
colectivo cultural, Las Yeguas del Apocalipsis, el autor desde ya, intentaba
desafiar el conservadurismo social de la clase política chilena, a través de llamativas
presentaciones en vivo, las que incluían el travestismo y la provocación. Cabe
destacar que su homosexualidad fue siempre un tema en los círculos en los
cuales se desenvolvía: por un lado, Lemebel, titulado de profesor de Artes
Plástica, fue excluido de la enseñanza en las escuelas, posiblemente debido a su apariencia feminizada (por
aquella época, las aprensiones eran aún mayores que ahora), y, por otro lado,
su ingreso a la política, a través de la militancia en la izquierda chilena,
también se vio rodeada de prejuicios, pues, su condición de homosexual le
significó muchas barreras. Sin embargo, desde muy temprano contó con el
generoso apoyo de diversas mujeres pertenecientes a la clase intelectual: Nelly
Richard y Diamela Eltit fueron algunas de sus amigas más cercanas, lo cual demuestra
la estrecha relación que el autor logró forjar con la elite intelectual
chilena, lo que sin dudas contribuyó a abrirle muchas puertas –y sí, en Chile
somos muy clasistas.
En suma, Pedro Lemebel se consagra
indiscutiblemente como parte importante de la narrativa chilena contemporánea:
su afán por querer retratar la sociedad criolla a través de una aguda mirada
sociopolítica y un riquísimo humor le confieren tan preciada posición. Con la
total irreverencia, osadía y originalidad de su escritura, Lemebel desafió toda
norma literaria en nuestro país, hasta entonces muy conservador en su arte. Sin
dudas, Lemebel es un autor indispensable en la narrativa chilena. Les invito a
leerle.
Portada del libro Editorial: Seix Barral Pgs.: 217 |