Formas de volver a casa (2011) es la tercera novela del chileno Alejandro Zambra. Las
predecesoras Bonsái (2006) y La vida privada de los árboles (2007) le
significaron al autor gran reconocimiento, tanto a nivel nacional como
internacional, situándolo como uno de los escritores jóvenes más talentosos de
habla hispana. Zambra, además de ser novelista, es poeta; después de salir del
colegio estudió Literatura Hispánica en la Universidad de Chile y actualmente
se desempeña como profesor de literatura en la Universidad Diego Portales. A
Zambra, como él mismo ha señalado en diversas entrevistas, le interesa mucho ampliar la forma en que se entiende la
escritura literaria, y en Formas de volver a casa podemos apreciar esta intención.
El autor |
La historia está dividida en cuatro capítulos, separados en
dos grandes relatos aparentemente paralelos pero que se entrecruzan continuamente. El
primer relato es la historia de un niño que vive con su familia en la comuna de
Maipú durante la década de los ochenta; este niño tiene nueve años y nos cuenta
que una niña un poco más grande que él le encarga una misión secreta, la
cual le trae grandes aventuras y
descubrimientos. El segundo relato nos sorprende, porque el niño -ya adulto-
nos cuenta que lo que acabamos de leer es ficción, porque esa historia es la
novela que él está intentando escribir a partir de sus recuerdos. En este
relato el narrador/autor es un escritor medianamente conocido, vive en La Reina
y nos detalla sobre el angustiante proceso de escribir sobre sus memorias de
infancia: “Avanzo poco en la novela. Me paso el tiempo pensando en Claudia como
si existiera”. Al mismo tiempo, el narrador –en una especie de soliloquio– va
contando detalles cada vez más íntimos y más oscuros, deshaciéndose de todo
pudor y conservadurismos.
Ambos relatos van fundiéndose a medida que
pasamos las páginas. Lo interesante es que al recordar su infancia, Zambra pone
de manifiesto la historia desde la perspectiva de un niño, la mayoría de las
veces ignorada por las fuentes oficiales. De este modo, al igual que Gabriel
Salazar en Ser niño huacho en la historia
de Chile, propone situar a los niños –“eternos personajes secundarios”–
como personajes importantes de la historia, reivindicando su derecho a voz: “Los niños entendíamos,
súbitamente, que no éramos tan importantes. Que había cosas insondables y
serias que no podíamos saber ni comprender. La novela es la novela de los
padres, pensé entonces. Crecimos creyendo eso, que la novela era de los
padres”.
Formas de volver a casa es un novela corta (tiene letras muy grandes y mucho espacio entre
apartados) y se lee muy rápidamente
porque su lenguaje es simple y sobrio. No hay frases enredadas sino economía en
su escritura; lo cual agradezco enormemente. Por otro lado, hubo muchas frases
o ideas que llamaron poderosamente mi atención, y es que tengo la costumbre de
rayar en los libros ciertas frases o pasajes con los que, de alguna u otra
manera, me siento identificada, y este libro me dio muchas oportunidades para
hacerlo, porque se trata de una novela que nos hace sentir. Es de esas que te gustan o no te gustan, pero no quedas
indiferentes frente a ella.
Los años ochenta, Maipú, los
padres, son, a mi modo de ver, los principales componentes de Formas de volver a casa. El protagonista
recuerda con cierta ternura y nostalgia su pasado en su casa familiar y cómo
fue su infancia alejada de los acontecimientos políticos de ese entonces. Es
así como Zambra reconstruye la imagen de una típica familia chilena de clase
media de los ochenta: sin pasado, sin historia, ni ricos ni pobres, sin
muertos, sin heridos. Este punto es importante porque para reconstruir nuestro
pasado es inevitable hurgar en las historias de nuestros padres, y reflexionar
sobre cómo construimos nuestras vidas a partir de las de ellos: ¿nos gusta cómo
ven la realidad nuestros padres?, ¿quisiéramos parecernos a ellos? Son algunas
de las preguntas que plantea el narrador, preguntas que todos y todas nos
hacemos alguna vez. “No puedo creer lo que acaba de ocurrir. Me molesta ser el
hijo que vuelve a recriminar, una y otra vez, a sus padres. Pero no puedo
evitarlo”. Se trata de buscar los orígenes, de rastrear nuestra identidad, de la
necesidad o no de volver a casa. Me gustó esta novela, no tanto su trama, pero sí
la honestidad de sus líneas.
Portada del libro Editorial: Anagrama Pgs: 168 |