jueves, 15 de agosto de 2019

La casa en Mango Street (1984), de Sandra Cisneros


“Es importante tener este espacio donde poder mirar y pensar. Cuando ella vivía en la casa de sus padres, las cosas que miraba la regañaban y la hacían sentirse triste y deprimida. Le decían: “lávame”. Le decían”floja”. Le decían: “deberías”. Pero las cosas de su estudio son mágicas y la incitan al juego. La llenan de luz. Es el cuarto donde puede estar en paz y en silencio y escuchar las voces que lleva dentro”


Me gusta contar cuentos. Voy a contarte un cuento de una niña que no quería pertenecer”. Creo que esta frase es la que mejor resume este libro. La casa en Mango Street es la obra más conocida de la escritora, novelista y poeta mexico-estadounidense, Sandra Cisneros, y que ha vendido más de siete millones de copias, siendo traducida a múltiples idiomas alrededor del mundo. Llegué a este libro nuevamente por una recomendación que vi en instagram y lo busqué en varias librerías, pero nunca lo encontré; qué lamentable que un libro tan bonito y una autora tan seca sean tan desconocidos en Chile. 

La casa en Mango Street es toda una ciudad -y sociedad- descrita a través de los ojos de una niña: Esperanza Cordero, hija de migrantes. Lo interesante es que esta historia tiene muchos guiños autobiográficos, y tal como señala su autora en el prólogo: “la gente sobre la que escribí era real, en su mayoría, de aquí y de allá, de ahora y de entonces, pero a veces trenzaba a tres personas de verdad en una persona inventada”. Sandra Cisneros creció en Chicago entre dos idiomas y dos mundos, mientras hablaba español con su familia, su educación formal la recibía en inglés. 

En el libro habla Esperanza, la protagonista, quien apenas sabe español y odia su nombre: “En inglés mi nombre quiere decir “hope”. En español tiene demasiadas letras. Quiere decir tristeza, quiere decir espera [...] En la escuela pronuncian raro mi nombre, como si las sílabas estuvieran hechas de hojalata y lastimaran el techo de la boca. Me gustaría bautizarme yo misma con un nombre nuevo, un nombre más parecido a mí”.

Esperanza comienza a enfrentarse a una adolescencia en los suburbios de Chicago, en un barrio con edificios de ladrillos y ventanas por donde se cuela el frío. Un barrio en donde convive con personas de diversas procedencias, especialmente chicanos y centroamericanos. En este barrio hay vida, hay risas y juegos, pero también hay conflictos, miedo y maltratos. Y el encanto del relato consiste, a mi juicio, en saber dar vuelta ese contexto: de lo hostil que es el barrio, transformarlo en un lugar habitable, solidario y bonito. 


<3 Sandra Cisneros (1954 - )

La casa en Mango Street es un libro compuesto por numerosos mini capítulos, de dos o cuatro páginas, historias poderosas que pueden leerse todas de corrido o bien elegirse al azar, porque cada una de ellas es un mundo en sí mismo, tan llenas de significado y poesía. Sí, es un libro  poético, porque permite una lectura libre y la unión de los capítulos como distintos fragmentos rotos; permite pensar y leer en ritmos. Son historias sencillas que nos hablan de migrantes, de latinos, de abuelas y de niños y niñas que no aspiran a mucho, porque saben que el lugar en donde nacieron -o donde llegaron después de miles de kilómetros- no les permite soñar más. O soñar quizás sí, pero chiquitito. Como todo lo que aparece en el libro: chiquito, pero a la vez gigante, hermoso por todos lados, mágico en cada página.

Esperanza, ya sea como participante u observadora, nos cuenta, primero, con ingenuidad y luego con entereza cómo es el lugar en donde vive: cómo en un comienzo se avergonzaba y quería irse a vivir lejos, a una verdadera “casa”, pero al final termina por comprender que ella es Mango Street, porque tal como le dice la bruja a la que visita: “Esperanza, cuando te vayas tienes que acordarte de regresar por los demás. Un círculo, ¿comprendes? Tú siempre serás Esperanza. Tú siempre serás Mango Street. No puedes borrar lo que sabes. No puedes olvidar quien eres. No supe qué decir. Era como si ella me leyera la mente, como si supiera cuál había sido mi deseo, y me avergoncé por mi deseo tan egoísta. Debes acordarte de regresar. Por los que no pueden irse tan fácilmente como tú”.

Indudablemente, éste es un libro que recomendaría a todo el mundo: a viejos, jóvenes y niños y niñas, porque es sincero y dulce, y nos hace pensar si acaso hemos sido también migrantes. Nunca había leído nada así, y encontré mucha belleza en él. Y además, la traducción al español estuvo en manos de la bacana de la Elena Poniatowska (la que escribió “Leonora” <3 , que por cierto la tengo ultra pendiente para la reseña). Este año he tenido la suerte de encontrarme con muchas escritoras. Y qué gusto haber conocido a Sandra, una mujer brillante, feminista, luchadora por los derechos de las minorías en Estados Unidos. Ya encargué mi siguiente lectura de Cisneros, Caramelo, espero que llegue pronto a mi casa, y que las librerías chilenas la publiciten más.


Portada del libro
Pgs.: 122
Editorial Vintage Español

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